Soberanía y la Barcelona turística

Los establecimientos hoteleros de Barcelona hicieron su agosto también en septiembre. Superaron el listón de los 1,9 millones de pernoctaciones (en julio fue de 2,1 millones de turistas extranjeros). Mientras Madrid caía en picado con datos acumulados a lo largo de 2013 y también del octavo mes del año, un 22 % menos que 12 meses atrás.

Cabe decir que el incremento del turismo en Barcelona y Catalunya viene de manos de los extranjeros. El proceso soberanista, si usáramos la lógica causa-efecto, habría incentivado su llegada al situar la marca Catalunya como nunca había sido ubicada en portadas internacionales. Sigue siendo el público francés el más fiel; se van incrementando los rusos; retornan desde hace años los nórdicos y repuntan los británicos. Mientras tanto, el turismo español baja. Ningún problema: 30 millones menos no son nada ante el potencial de miles de millones de la clase media global que hacen del turismo una nueva actividad.
 

 
El proceso soberanista habría incentivado la ‘marca Catalunya’

 
La crisis de Egipto y Turquía, además, desvía touroperadores hacia los destinos catalanes. Es el viento que sopla a favor de este segmento de la economía y Barcelona es la proa. Pero, previendo las tendencias mundiales que apuntan hacia el turismo sostenible y responsable, se pueden mejorar muchas cosas. Barcelona capital está a punto de la saturación de varios espacios emblemáticos. Si no se dispersa el flujo turístico y se pone números clausus a algunos de estos espacios, la turismofobia de los habitantes autóctonos crecerá y bajará la calidad del destino por episodios de overbooking en las instalaciones. Urge promover nuevos puntos de interés sólidos para todos los distritos de la ciudad. Y, aquí, como he dicho tantas otras veces, el papel del patrimonio inmaterial espectacular de la ciudad sigue virgen. 

Por ejemplo, ¿dónde está explicada la Generalitat y su historia? En ninguna parte. El museo de historia de la ciudad es un centro de sociología histórica. Pero la historia política y cultural no se explica. Por primera vez con la apertura del Born, tenemos un espacio homologable con otras capitales europeas donde los acontecimientos históricos se derivan en productos de turismo cultural. Pero hay mucho más que subrayar. La Barcelona del XIX con revueltas heroicas de federales y obreros semejantes a la Comuna de París está olvidada en la memoria
 

 
En el Born, la historia deriva en turismo cultural

 
El mismo Gaudí se explota mucho arquitectónicamente, pero hay que ir a Reus para entender su contexto en un espacio musealizado. Se había hablado de que algunos de los edificios de la remodelación del hospital de Sant Pau se convirtieran en el gran espacio del modernismo y su época (catalanismo, anarquismo, renacimiento… ). En este sentido, por ejemplo, siento que la excelente exposición sobre el Paral·lel que se realizó hace unos meses, comisariada por el actual director del MNAC, no tenga un espacio fijo de lo que es un caso casi único en Europa de explosión de cultura popular y de creatividad en los inicios de siglo XX. ¿Animarán los nuevos dueños y gestores del Teatro Principal, con Toni Albà al frente, a liderar la recuperación cosmopolita del mundo cabaretero, cupletista y gamberro local? 

Otro filón muy poco trabajado: el literario. Los países nórdicos miman sus literatos: casas natales convertidas en museos, placas, monumentos, itinerarios… En Barcelona falta mucho. Que la plaza Tísner sea un aparcamiento salvaje con una pared medianera estéticamente lamentable, donde podría haber, al menos, un mural dedicado al literato, dice mucho de la poca estima de la Barcelona contemporánea de estos últimos 35 años a sus escritores. ¿El nuevo mercado de Sant Antoni, situado en frente de la esquina Borrell, donde vivían los dos cuñados Tísner y Calders, tendrá alguna señal de identidad? ¿Cuántos escritores de relieve echan de menos su memoria en el paisaje urbano barcelonés?
 

 
Es necesario seducir al turista residente en Barcelona

 
Por faltar, en Barcelona, falta la gran oficina turística de Catalunya. La verdad es que no lo supe hacer. Hay sitios emblemáticos como el hospital de Sant Pau o las Ramblas, que podrían acoger un gran espacio como tienen todas las capitales de la Europa civilizada. Pero la principal estrategia de desmasificación y diversificación de Barcelona se encuentra en la potenciación del turismo en su circunscripción y en Catalunya en general. Algunos pasos se han hecho en esta dirección. La marca Costa de Barcelona es un buen hallazgo para solucionar con promoción internacional las antiguas marcas Maresme y Garraf. En cambio, en mi humilde opinión, la marca de la región de Barcelona interior no está bien resuelta.

No lo estaba cuando los valleses aparecían bajo la marca Catalunya Central, que aún se utiliza oficialmente en el departamento de Empresa i Ocupació. Pero tampoco creo que lo estén bajo el paraguas Costa de Barcelona, que propiamente sólo debería afectar a los municipios de costa o, como mucho, a 10 kilómetros hacia el interior. Empiezan a aparecer paquetes turísticos que incluyen las bodegas de las grandes marcas del Penedès. Pero es necesario que los pequeños y medianos, tanto del Penedès como de la DO Alella, se organicen y propongan actividades creativas que seduzcan al turista residente en Barcelona.

Las huertas del Llobregat, o del Maresme, y el Vallès con productos especiales y singulares pueden generar experiencias agrarias periurbanas de alto valor añadido tanto para el turismo interior pero también para el extranjero. En cuanto a los recursos inmateriales, tenemos muchos. Desde las cuevas prehistóricas de Gavà, los vestigios romanos en Badalona y Alella con la Cel·la Vinyaira. La Terrassa visigótica, los castillos de frontera de la Catalunya antigua: Gelida, Ordal, y los monasterios, como San Cugat. Las historias de piratas y corsarios, los marineros y los indianos, la emigración catalana a América, etc.
 

 
Existe el turismo que apuesta por la innovación tecnológica

 
En el área barcelonesa y en la oferta de hostelería falta calidad por culpa del low cost. Porque al final, ¿dónde está el valor añadido de vender una habitación y una ducha? Por ello, crece la tendencia de incorporar en los hoteles gastronomía especial, actividades singulares, bar en las terrazas, los áticos… Y, por otro lado, la demanda de puestos a precios baratos pero de calidad mínima. La complicada regulación de los pisos de uso turístico es el único camino. ¿Cuánta gente se pregunta por qué aquí no hay bed and breakfast legales y que den un complemento de ingresos a tantas familias que llegan justas? ¿Por qué hay que ir a la economía sumergida o a la especulativa no regulada?

Último apunte. Discrepo de la moda de cargar indiscriminadamente contra el turismo oponiéndose a la industria. De la misma manera que industrias con poco valor añadido y que por el abuso de trabajadores inmigrantes han evitado la innovación, también en turismo hay quien sólo da marca blanca reventando precios y, por lo tanto, acaba teniendo personal sin profesionalización. Existe el turismo que apuesta por la innovación tecnológica y la innovación de producto. Y entonces es cuando atrae el turismo de alto poder adquisitivo y a trabajadores cualificados.

a.
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