Porcioles y Nixon

Esta ciudad tiene tesoros escondidos que durante muchos años han ido configurando su esencia. Forman parte no solo de su historia, sino también de su manera de ser y han hecho de Barcelona una ciudad diferente y, por ello, atractiva.

Seguramente los avatares de la historia, sin necesidad de inventar leyendas como ahora, su mestizaje integrador y su ubicación privilegiada abierta al Mediterráneo, pero cercada por colinas, le han llevado a ser protagonista de la historia más allá de sus fronteras.

 

 
Kennedy inició una vuelta al mundo y uno de los destinos que eligió fue Barcelona

En 1960 hubo elecciones presidenciales en Estados Unidos y las ganó un joven católico, por primera vez en la historia, llamado J.F. Kennedy. El gran perdedor fue el vicepresidente saliente que minutos después de la toma de posesión de su adversario cogió un avión e inició una vuelta al mundo.

Fue un viaje privado y que en muchos de sus destinos no hubo conocimiento general de su presencia. Uno de los lugares elegidos, y vaya a saber usted por qué fue, Barcelona. Aquí lo recibió el alcalde Porcioles y se mantuvo alrededor de su presencia un absoluto mutismo.

Porcioles fue un gran alcalde de Barcelona que cometió seguramente grandes errores, pero al que al mismo tiempo tuvo grandes aciertos. Afirmaba que pasaría a la historia por las cuatro “C”: los Cinturones de Ronda que diseñó, pero fueron acabados por el alcalde Serra y el alcalde Maragall, la Compilación del Derecho Civil catalán –de la que convenció al dictador que era necesario hacer porque era el único derecho español que se conservaba porque el resto era de origen napoleónico–, la Carta Municipal y la recuperación para la ciudad del Castillo de Montjuïc.

El que fue durante años secretario particular de Porcioles, José Tarín Iglesias, me explicó que cuando el alcalde estaba hasta le moño de sus quehaceres municipales le decía: “Anem a voltar”. Él cogía una libreta y un lápiz y lo acompañaba. Ya sabía que en esa vuelta por la ciudad surgirían veinte ideas que al día siguiente Porcioles le preguntaría para transformarlas en proyectos.

Uno de los lugares preferidos para sus paseos peripatéticos era la montaña de Montjuïc y su obsesión era aquella mole que coronaba la montaña y que era símbolo de opresión y vergüenza para la ciudadanía.

No paró hasta que consiguió su devolución a la ciudad y al mismo tiempo repensó el conjunto creando una serie de jardines, todos ellos con nombres de poetas catalanes.

 

 
La capital catalana que es, al mismo tiempo, un destino turístico, cultural, histórico y humano

Un día en sus caminatas encontraron una zona agreste que casi requería de un machete para poder atravesarla. Estaba justo detrás del Palacio de Montjuïc. Era un triste y nefasto recuerdo pues en él se habían ubicado miles de emigrantes procedentes de toda España durante años.

Allí descubrió una pequeña edificación que al parecer había sido el pabellón de descanso de Alfonso XIII durante la Exposición del 29, para ahorrarse el traslado al lejano Palacio Real de Pedralbes. Ordenó desbrozar el lugar, recuperar la edificación y dispuso su uso para otros menesteres comom por ejemplo, la Escuela Municipal de Música. De ahí el nombre de Palacete Albéniz.

Sin haberse realizado la definitiva ampliación llegó a Barcelona Mr. Nixon. Con el fin de que pudiese descansar sin molestias ni interferencias Porcioles lo hizo acondicionar para que en él residiese durante su corta estancia.

Había un problema. El alcalde Porcioles no hablaba inglés y Mr. Nixon no hablaba español. Pero descubrieron que ambos hablaban latín. Y en este idioma, en esa lengua llamada muerta, se entendieron el alcalde y el futuro presidente de Estados Unidos.

Eso sólo podía pasar en Barcelona. El Palacete Albéniz, ampliado y remodelado, y los jardines Joan Maragall que lo rodean, guardan otros secretos que forman parte de las historias de Barcelona, destino turístico sí, pero también y mucho más importante, destino cultural, histórico y humano.

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