Mosteiro de Sao Bento, Sao Paulo

Hace casi dos décadas visité el Monasterio de San Benito en la ciudad de Sao Paulo. Sólo cuando te pierdes por Sao Paulo en Brasil sabes lo que quiere decir un gran ciudad. Es el caos y al mismo tiempo la harmonía. Pierdes la noción del tiempo pero también la noción del espacio. Es el caos y al mismo tiempo es el orden, o mejor dicho la organización del desorden.
      

 
Lo cierto es que la experiencia del viaje y el intercambio de roces modera por lo general las opiniones que acostumbramos a tener en nuestro bagaje cultural

 
En medio de esa vorágine alguien decidió que debía conocer el Mosteiro de Sao Bento. Y cual fue mi sorpresa al descubrir en el frontispicio de su claustro principal inscrita una frase de San Agustín de Hipona, uno de los grandes padres de la Iglesia y a mi entender quien continúa la obra de San Pablo para transformarla en ese gran fenómeno de la civilización y la cultura occidental incluso al margen de las propias creencias. Más o menos la frase decía: “los viajes son esenciales para descubrir al otro, conocerlo y hacer desaparecer los malentendidos en la convivencia”. El motivo de mi viaje era promocionar Barcelona-Montserrat como destino del turismo religioso sudamericano, del cual Brasil era y continúa siendo el principal emisor hacia Europa.

Me encantó la frase y sobre todo lo que quería decir. Que alguien que vivió a caballo del siglo IV y V d.c. ya entendiese que el turismo formaba parte de los elementos que propiciaban la paz y la convivencia me llenaba de orgullo y al mismo tiempo me hacía reflexionar sobre las posibilidades que esta actividad económica tenía no sólo sobre las perspectivas del desarrollo económico y social (riqueza y empleo), sino también sobre sus potencialidades de cara a romper las barreras entre ciudadanos del mundo.

Me parece que fue Pío Baroja quien dijo que viajar era la mejor manera de apaciguar a los nacionalismos excluyentes. En todo caso lo que sí es cierto es que conocer al “otro” acostumbra a aportar bagaje suficiente para moderar los juicios genéricos sobre el vecino. Y aunque en todas partes “cuecen habas, y en mi casa a calderadas lo cierto es que la experiencia del viaje y el intercambio de roces modera por lo general las opiniones que acostumbramos a tener en nuestro bagaje cultural. Este valor cultural y convivencial no acostumbra a poder medirse económicamente y como el dicho marxista de que “la historia o es económica o no es Historia” impera en nuestra mentalidad pseudoliberal se hace difícil el poder evaluarlo, pero estoy convencido de que tiene un efecto moderador en las relaciones muy importante.
     

 
Incrementar los viajes entre Madrid y Barcelona sería también un buen ejercicio no sólo de convivencia sino también de conocimiento mutuo

 
El viaje desde el punto de vista de promoción turística fue un éxito e incrementó substancialmente la presencia de brasileiros en Montserrat y en Barcelona. Y en muchas ocasiones pienso que incrementar los viajes entre Madrid y Barcelona sería también un buen ejercicio no sólo de convivencia sino también de conocimiento mutuo que serviría para deshacer numerosos entuertos. “La culpa la tiene Madrid” es frase muy utilizada y la de que “los catalanes son unos aprovechados” también tiene muchos partidarios. Ambas son falsas miremos desde donde miremos, y el turismo debería servir justamente para encontrar los puntos medios en que se matizasen ambas opiniones. Descubrir Barcelona o Madrid perdiéndose por sus calles y rozándose con sus gentes sería no solo una magnifica manera de ganar tiempo, sino que además sería una magnifica manera de hacer turismo.

a.
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