La nueva encrucijada de Iberia

El matrimonio entre British Airways (BA) e Iberia está a punto de cumplir dos años y hace aguas por todas partes. Tantas que nadie se atreve ya a poner la mano en el fuego sobre su continuidad.

Son demasiadas las brechas abiertas, y todas a la vez. Una huelga, un ERE masivo de la cuarta parte de la plantilla de Iberia, la denuncia de la cabecera del Grupo contra los pilotos de la aerolínea española y, cada mes, la gota que colma el vaso de los dirigentes de International Airlines Group (IAG) en Londres. Esos datos de tráfico aéreo que ponen sobre la mesa unas diferencias abismales entre una y otra compañía, haciendo que esa “consolidación” (consolidated) buscada por la nueva sociedad se vea cada vez más lejana.

Todos se reprochan todo. Los británicos, lamentándose por haberse creído que Iberia estaba mejor de lo que pensaban, y que no sería tan difícil cortar el vuelo a los pilotos españoles y al resto del personal, y éstos replicando que la compañía británica estaba a punto de quebrar de no haberse producido la fusión. Y que, gracias al acuerdo, British crece en aviones, empleados y rutas –ahí está para corroborarlo el inicio, desde hace una semana, de la ruta entre Londres y Seúl con seis vuelos a la semana– mientras que Iberia ha entrado en pérdidas y se asoma a un conflicto laboral de consecuencias impredecibles tras el anuncio de la cabecera de grupo de un drástico plan de recorte de rutas y de empleados.

Si se echan mano a los fríos números, los empleados de Iberia salen perdiendo por todos lados en sus argumentos a la hora de forzar la situación. Transporta menos viajeros, disminuye su oferta –y menos que lo hará si se lleva a término el plan de transformación planteado– y ha visto rebajado notablemente el tráfico de mercancías. Números que contrastan con la subida, en todos los terrenos, de su socio británico.

Y la tensa calma vivida en estos dos años parece haberse roto, sobre todo desde el pasado 9 de noviembre, cuando, tras la presentación de resultados correspondiente al cierre del tercer trimestre, los británicos dijeron basta. No quieren perder ni un minuto más en comprobar cómo el grupo se resiente por el desequilibrio brutal de las cuentas. Mientras BA obtenía un beneficio operativo de 286 millones de euros, Iberia arrojaba unas pérdidas de 263 millones, lo que llevaba a IAG a registrar 39 millones en rojo respecto a los 365 millones obtenidos un año antes.

Un hasta aquí hemos llegado por parte de los británicos sustanciado en el plan conocido. El despido de 4.500 empleados de Iberia, casi la cuarta parte de la plantilla, el recorte de un 15% de los vuelos deficitarios y una disminución de la flota en 25 aviones. Y esto para empezar, ya que si no hay acuerdo antes del 31 de enero de 2013, los recortes serían todavía mayores. Una amenaza que tiene toda la pinta de ejecutarse, más pronto que tarde, haya o no acuerdo.

Y, por si los despidos no fueran suficientes, otra decisión para calentar todavía más los ánimos. La tomada el pasado 16 de noviembre por parte IAG y British Airways, con la presentación de una demanda en la Corte Superior de Justicia del Reino Unido contra el Sepla, el sindicato de pilotos de Iberia –que ahora no forman parte de los convocantes de la huelga prevista–, y la Federación International de Asociaciones de Pilotos de Aerolíneas (Ifalpa), por las huelgas llevadas a cabo hace un año contra la creación de Iberia Express.

La respuesta de los pilotos no se hizo esperar. Y, además, por partida doble. Primero, para recordar que el Gobierno español impuso un arbitraje que se resolvió con un laudo, recurrido por Iberia, y anulado posteriormente por la Audiencia Nacional por un defecto de forma, lo que, según el Sepla, volvía a dejar a Iberia Express en la más absoluta ilegalidad.

Y también para acusar a IAG de haber propiciado con sus decisiones el deterioro de Iberia, incumpliendo los acuerdos relativos al crecimiento de las dos compañías. No así, aseguran los pilotos, el que hace referencia al hecho de que hasta 2026 será la caja de Iberia la que responderá del pago de las pensiones de los ingleses, y que es uno de los motivos por lo que en los 21 meses posteriores a la fusión se han perdido más de 1.000 millones de la caja.

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