Barceloneta

Desaparecido del mapa por causas ajenas a mi voluntad durante tres meses, me reincorporo con ganas de volver a colaborar con algún tipo de entendimiento entre los ciudadanos. Una vez más, un grano de arena, pero una reflexión que intentaré que continúe siendo amplia y lo menos dogmática posible.

Naturalmente, si tenemos que hablar de turismo no podemos olvidarnos de lo que ha pasado y todavía está pasando en la Barceloneta a raíz de la irrupción desordenada y descontrolada de su crecimiento como oferta para pernoctar. ¿Y qué ha pasado? Sinceramente, no lo sé.

Hace unos años, en los finales del mandato del alcalde Jordi Hereu, el ayuntamiento, inducido por Turisme de Barcelona, decidió llevar a cabo un nuevo plan estratégico del turismo. Una tontería como otras muchas que solo sirvió para que determinados personajes hiciesen ver que trabajaban y sobre todo cosechasen unas cuantas presencias mediáticas que les debían ir bien por algún motivo que desconozco.

Uno de los puntos más interesantes del estudio final fue hacer aflorar las molestias que el turismo producía a los barceloneses. No es que fuesen amplias y numerosas las referencias en los estudios de campo, fue sencillamente que si en un estudio de este tipo insistes en preguntar y preguntar sobre el tema todo el mundo acabará diciéndote que claro que molesta salir de tu casa o de tu trabajo y encontrarte la calle abarrotada de guiris que son felices perdiéndose y badando por la ciudad.

Lógicamente, si vamos a las hemerotecas éste fue uno de los aspectos más destacados mediáticamente cuando se presentó el estudio.

¿Los turistas molestan? Naturalmente si llegan de forma masiva y ocupan calles y espacios de manera abusiva. ¿Es esa la actitud de quienes nos visitan? No en la mayoría de ellos, pero sí algunos y en algunas situaciones.

Recuerdan ustedes que hace unos años, justamente en una de las campañas de prensa más furibundas que se han hecho en las últimas décadas contra un alcalde -contra Hereu-, diversos medios publicaron fotografías de prostitutas en la Rambla echándose al cuello de pacíficos turistas que paseaban.

No hace muchos meses un periodista que participó activamente en dicha campaña me confesó que aquellas prostitutas que se tiraban a los pacíficos paseantes recibían una remuneración por parte del periodista de 50 euros. Tampoco se trataba de perder unas cuantas horas esperando que a una de aquellas señoritas se le ocurriese la idea; mejor incentivarla.

El aumento real del crecimiento de las pernoctaciones ilegales en la ciudad ha sido espectacular y no solo en la Barceloneta, sino en muchas zonas: Ensanche, Sants, Les Corts, Sant Martí, Poble Nou. Pero de eso a considerar que el turismo es un lastre para la ciudad hay un abismo y, sobre todo, mucha falta de sentido común.

¿Tiene algo que ver esto con la situación de la Barceloneta? Creo que no. Pero ha sido bastante raro el fenómeno que se ha producido y sobre todo la manera bien estructurada de su desarrollo.

La logística es ciencia, no improvisación. Y por eso se me ha ocurrido pensar que a lo peor a alguien se le ha pasado por la cabeza incentivar esa protesta. Entre las muchas sandeces que se han dicho en torno al tema ha habido una que no he llegado a comprender: la brutal subida de los precios de las viviendas en la Barceloneta.

Una amiga tiene un piso de 36 metros cuadrados y está desesperada buscando a esos compradores fantasmas. Porque 36 multiplicado por 9.000 son exactamente 324.000 euros y se ha reservado un apartamento de 80 metros en Les Corts al lado de la Illa con piscina comunitaria en la azotea que le cuesta 300.000. Alguien debe haber confundido el Paseo de Juan de Borbón con el conjunto de la Barceloneta. Y si les parecen exagerados los precios, consulten los de Marsella.

En la Barceloneta no ha sucedido nada más que una chispa en la que algunos han creído ver una hoguera de Sant Joan. Siempre fue zona jaranera y continuará siéndolo. Más civismo y más vigilancia pueden paliar el problema.

Y en cuanto a las irregularidades en la contratación de camas turísticas, pues va a ser una vez más aquello de poner puertas al campo. Si aumenta el control, se rebajará la ilegalidad, pero se mantendrá en unos niveles que son incontrolables. El turismo no es ningún motivo de malestar ni de llamada al incivismo. Es todo lo contrario.

Incívicos los hay entre los turistas y ente los nativos, y el turismo es desde hace años y sobre todo desde hace dos décadas una de las principales fuentes de riqueza de la Barceloneta. No los bares y restaurantes, sino el conjunto del barrio. Denunciar a los incívicos, acoger a los que nos visitan y denunciar los delincuentes que trafican con sus pisos es una tarea que corresponde a sus habitantes y al conjunto de la población.

a.
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