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La muerte de John Le Carré, el maestro absoluto de las novelas de espías

El escritor británico reveló como nadie el mundo del espionaje en la Guerra Fría, donde volcó su experiencia en el servicio diplomático

John Le Carré. Foto: Guido Manuilo | EFE.

La muerte de John Le Carré es la muerte de una forma de escribir best sellers de una manera honrada. Lo advirtió Rodrigo Fresán en un artículo publicado en el suplemento cultural ‘ABCD’ (ABC) el 25 de octubre de 2008. Dijo el escritor argentino que ese género literario, el del best seller, estaba perdiendo calidad a pasos agigantados y que sólo había que leer una novela de Dan Brown, o de ‘sus demasiados epígonos de la conspiración boba’, para darse cuenta de que los autores como John Le Carré estaban siendo destronados por una caterva de escritores más preocupada por el dinero que por la calidad literaria.

No le faltaba razón a Fresán y hoy, cuando nos despertamos con la triste noticia de que Le Carré ha muerto en un hospital de Cornualles, donde tenía fijada su residencia, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la literatura que busca agradar a todos los públicos sin por ello renunciar a la calidad ha perdido a su máximo representante. Toda una generación de lectores se queda sin su autor de referencia y miedo nos da entrar en una librería y fijarnos en quiénes son sus sucesores en la estantería de ‘más vendidos’.

«El trabajo de Le Carré era el equivalente al que ejercen los autores de ciencia-ficción, pero en auténtico: describía mundos a los que no podíamos acceder sin que por ello fueran falsos»

Álvaro Colomer

Una vida entre espías

John Le Carré no se llamaba John Le Carré, sino David John Moore Cornwell, porque los espías nunca usan su auténtico nombre. Entró a trabajar para los servicios secretos británicos mientras estudiaba alemán en Suiza y, posteriormente, pasó a formar parte del cuerpo diplomático de ese mismo país. Durante muchos años, su misión consistió en instruir a los espías que abandonaban el comunismo para buscar otra vida en Occidente. Y allí fue, en su oficina de Curzon Street (Londres), donde empezó a escribir novelas.

Lo que enseguida atrajo a los lectores no fueron solo las aventuras que los espías de sus ficciones protagonizaban, sino la propia biografía del autor. Sí, John Le Carré era el hombre que nos demostraba que existía otra forma de vida que nosotros nunca alcanzaríamos. Sus novelas -muchas de ellas llevadas al cine con un enorme éxito- hablaban de una realidad que estaba fuera de nuestro alcance, pero que no por ello era menos real. Su trabajo, por así decirlo, era el equivalente al que ejercen los autores de ciencia-ficción, pero en auténtico: describía mundos a los que no podíamos acceder sin que por ello fueran falsos.

John Le Carré en una visita a España en 2007. Foto: Guido Manuilo | EFE.

No hay ningún lector en España que, a lo largo de los últimos cincuenta años, no tuviera cuando menos la tentación de leer algunas de las novelas protagonizadas por su personaje más famoso, George Smiley, y su archienemigo, el agente soviético Karla. Llamada para el muerto’, ‘El espía que surgió del frío’, ‘El topo’ o ‘La casa Rusia’ son títulos que todo el mundo conoce, y que millones de personas han leído. No hay tampoco nadie en el mundo occidental que no soñara alguna vez con ponerse un apodo y un traje, y salir a cazar espías.

«Le Carré Quiso arreglar el mundo a través de sus libros y, cuando ya era mayor, se opuso a los líderes que no se comportaban de un modo digno»

Álvaro Colomer

Espías después de la Guerra Fría

Su obra siempre estuvo vinculada a la Guerra Fría, pero el fin de la misma tras la caída del muro de Berlín no terminó con su carrera literaria. Títulos como ‘El jardinero fiel’ o ‘Un traidor entre los nuestros’ demostraron que había una forma de continuar escribiendo novelas de espías cuando los espías empezaban a ser una antigualla. El mundo seguía siendo un lugar oscuro y las tramas podían desplazarse a otros países.

Al contrario que otros autores de best sellers, Le Carré siempre tuvo un perfil bajo a la hora de hablar de su vida. A fin de cuentas, en sus orígenes trabajó para los servicios de inteligencia, así que había adquirido la costumbre de pasar desapercibido. Sin embargo, en 2016 publicó sus memorias Volar en círculos (Planeta) y desveló que su padre era un presidiario que abusaba físicamente de él. Su madre huyó con el niño y, tal vez por ese rechazo a la maldad que adquirió siendo pequeño, dedicó su vida a defender las causas nobles.

Quiso arreglar el mundo a través de sus libros y, cuando ya era mayor, se opuso a los líderes que no se comportaban de un modo digno. Él creía en un mundo de hombres rectos que defendían los intereses de sus países siguiendo un código de conducta apropiado, pero los nuevos líderes no tenían la misma visión de la geopolítica. De ahí que se mostrara tajante cuando rechazó la invasión de Irak, la creación de Guantánamo, el bombardeo de Afganistán… Se opuso, en definitiva, a George W. Bush, un político cuyo padre, George H. W. Bush, afirmó en cierta ocasión que su autor preferido era John Le Carré, ‘o Le Care o Le Carrier o como quiera que se pronuncie su nombre’. En fin.

a.
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