Agente Sonya: el ama de casa inglesa que era una espía soviética

Era madre de tres niños en un pueblo inglés. Pero también era una de las mejores espías que la URSS tenía en Gran Bretaña. Ben Macintyre revela la increíble historia de Ursula Kuczynski, la ‘Agente Sonya’

Documento Agente Sonya

En aquel pueblo de Cotswolds, en plena campiña inglesa, nadie sospechaba que la amable y esbelta Ursula Burton, esa madre de tres niños y excelente cocinera, estaba pasando secretos atómicos a la Unión Soviética en plena Segunda Guerra Mundial.

Su verdadero nombre era Ursula Kuczynski, una alemana de un hogar judío que convencida por su marxismo a ultranza se convirtió en una de las espías más importantes de la URSS y en una de las pocas mujeres que alcanzarían el grado de coronel en el espionaje soviético.

Durante su carrera como espía Ursula Kuczynski no dudó en anteponer su lealtad al régimen soviético por sobre su familia

Su vida de engaños, doble (o triple) vida, su vida al filo de la navaja de la traición y los ideales es relatada a ritmo de novela por Ben Macintyre en Agente Sonya. Amante, madre, soldado, espía (Editorial Crítica).

Portada de Agente Sonya. Foto Editorial Crítica

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La reconstrucción de una vida increíble

El autor, gracias al análisis de su correspondencia y entrevistas a numerosas fuentes, reconstruye el azaroso camino de Kuczynski en el mundo de los secretos, donde a diferencia de sus parejas y amantes, tuvo una habilidad innata para esquivar investigaciones, purgas, procesos judiciales y sospechas.

Ursula Kuczynski/Burton provenía de un hogar judío liberal de Alemania. Se afilió al KPD, el mayor partido comunista de Europa, y en Shanghái fue reclutada por Moscú.

Una joven Sonya en un momento de distensión. Foto Editorial Crítica

Durante su carrera como espía no dudó en anteponer su lealtad al régimen soviético por sobre su familia.

No tuvo problema en gestionar matrimonios de conveniencia con otros agentes (aunque luego se enamore de ellos) ni en abandonar un destino en pocas horas si sus jefes se lo ordenaban.

Su nombre en clave fue Sonya, sugerido por su amante y reclutador Richard Sorge. Puede ser un sobrenombre cariñoso, porque significa ‘lirón’ en ruso. Pero también era  “un cumplido taimado a la capacidad de Ursula para esconderse a la vista de todos: en la jerga de los espías, un ‘durmiente’ es un agente infiltrado de larga duración”, describe Macintyre.

Ursula y su primer marido Rudi Hamburger. Foto Editorial Crítica

Misiones de alto riesgo

Ursula / Sonya se especializó en transmisiones, aprendió a fabricar bombas y a crear redes de espionaje, realizó tareas de sabotaje en la Manchuria ocupada por los japoneses, montó operaciones encubiertas en Polonia, intentó coordinar un asesinato de Hitler desde Suiza y desde Inglaterra se dedicó a captar secretos atómicos para enviarlos a Moscú. Recibió media docena de condecoraciones por sus servicios y ascensos de los que nadie le había informado.

“Las dos facetas de la vida de Ursula, la domesticidad y el espionaje, lo abierto y lo secreto, se fusionaban como nunca”. Ben Macintyre

La espía Ursula-Sonya fumando un cigarrillo

No le importó las masacres del Ejército Rojo durante los años de la guerra civil en Rusia ni las purgas de Stalin que procesaron a 1,5 millones de personas (un tercio de ellas serían ejecutadas). Solo el pacto entre la Alemania nazi y la URSS puso en vilo sus ideales. Pero siguió adelante.

«Las dos facetas de la vida de Ursula, la domesticidad y el espionaje, lo abierto y lo secreto, se fusionaban como nunca. Como la señora Burton tenía un hogar permanente, unos hijos felices, vecinos amigables y una familia que la apoyaba; como la agente Sonya, tenía una cámara para producir micropuntos, una red de subagentes, un jefe soviético que la ayudaba y valoraba y un transmisor ilegal guardado en el armario de su habitación”, cuenta el autor.

Ursula rodeada de oficiales de inteligencia de Alemania Oriental. Foto Editorial Crítica.

Experto en espías reales

Macintyre es editor de The Times y autor de varios ensayos históricos sobre los espías de la Segunda Guerra y la Guerra Fría, como La historia secreta del día D. La verdad sobre los superespías que engañaron a Hitler (2013) o Un espía entre amigos. La gran traición de Kim Philby (2015), entre otros.

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Las obras de Macintyre son el eslabón que conecta la historia real de los espías con la ficción de los thrillers de Frederick Forsyth y las novelas de los servicios secretos de John Le Carré.

Ben Macintyre. Foto Justine Stoddart

Como se ve en sus historias, los mejores espías no son los que saben manejar armas ni los que son expertos en beber martinis. Son los que saben esperar, ser discretos bajo una fachada anodina, los que tienen un sexto sentido para olfatear el peligro y los que pueden ganarse la confianza de su red de informantes.

En este mundo los límites entre lealtad y traiciones, entre amigos y enemigos son tan difusos como sorprendente el anverso y reverso de una sencilla ama de casa inglesa con acento alemán que era una coronel al servicio de la Unión Soviética.

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