Vida y milagros de la plaza más famosa de Barcelona

Un libro explora los orígenes, auges y decadencias de la Plaza Real, un espacio que los barceloneses deberían volver a pisar

La Plaza Real es una de las plazas más emblemáticas de Barcelona. Rodeada por sus famosos pórticos, en sus casi dos siglos de vida vivió épocas de oro y otras de sordidez, fue paseo de la alta burguesía y territorio comanche de drogas y prostitución. Su intensa historia es analizada por Xavier Theros en ‘Vida i miracles de la Plaça Reial’, un trabajo que todo barcelonés debería leer para conocer más de cerca este espacio.

Esta plaza se empezó a construir en 1848, aprovechando el solar de un convento capuchino derribado unos años antes. En la época medieval allí estuvo el único prostíbulo autorizado, lo que marcaría, sin saberlo, la identidad canalla de este sitio.

Con paciencia de antropólogo

Theros usa sus herramientas de antropólogo pero también de apasionado por la historia para recorrer la vida de esta plaza. Y sabe de lo que habla, porque de niño se acercaba a la feria filatélica de los domingos y de adolescente (y ya no tanto) frecuentaba las discotecas como el Karma y pasaba horas en la cervecería Glaciar.

La Plaza Real en 1874. Foto: Joan Martí.
La Plaza Real en 1874. Foto: AFB-Joan Martí.

En el libro se escuchan a los vecinos como Rosita Salvador, la residente más longeva de la Plaza Real

En este libro no solo hablan los archivos y las hemerotecas, sino también los vecinos que vivieron o siguen residiendo en las viviendas que rodean al lugar, entre ellas, Rosita Salvador, de 97 años, quien sigue mirando por su ventana el embaldosado con las palmeras, la fuente central y las farolas que diseñó un tal Antoni Gaudí.

Las familias recogen agua en una de las fuentes, hacia 1910. Foto: Brangulí.
Las familias recogen agua en una de las fuentes, hacia 1910. Foto: Brangulí.

Un espacio como ningún otro

Bajo los pórticos se abrieron algunos de los almacenes más famosos de la ciudad, tiendas de lujo, cafés que eran ocupados por bohemios, intelectuales y conspiradores, tiendas que perduraron por décadas y un despliegue de bares y restaurantes que se convirtieron entre los más reconocidos de la ciudad.

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Cuando se repasa la historia relatada por Theros hay detalles que sorprenden en el siglo XXI, como los combates de lobos contra perros en el Circo de los Campuchinos, los campeonatos de bebedores de cervezas en los ’50, la fuente de colores que antecedió a la de Montjüic, los coches que podían aparcar en el interior de la plaza hasta la década de los ’80, y los animales embalsamados que miraban desde la vidriera del Museo Pedagógico de Ciencias Naturales, en el local que ahora ocupa el restaurante MariscCo.

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Portada del libro de Xavier Theros. Foto: José Antonio Sancho.
 

Ferias y drogas

En la posguerra las familia vendían sellos postales para poder comer, y este comercio derivó en una feria filatélica que tuvo su apogeo en las décadas de los 50 a los 70; reducida a una breve comunidad de coleccionistas en tiempos del correo electrónico.

En el espacio semi cerrado de la plaza se vivieron épocas de glamour como a principios de siglo hasta años de sordidez en los años ’80

Así como la Plaza Real era un paseo agradable y amable, de noche podía adquirir una faceta canalla, que en los ’80 derivó en una situación más peligrosa por la venta de drogas y las peleas que estaban a la orden del día.

La feria filatélica de los domingos, en 1985. Foto: Estela Cometta.
La feria filatélica de los domingos, en 1985. Foto: Estela Cometta.

Fotografías inéditas

El libro, publicado por Albertí Editors junto con la editorial del Ayuntamiento de Barcelona, sirvió de colofón para los festejos por los 20 años de la Asociación de Amigos y Comerciantes de la Plaza Real.

La obra cuenta con un centenar de fotografías, muchas de ellas inéditas porque fueron cedidas por los vecinos o los comercios de la plaza.

Coches aparcados en el interior de la Plaza Real, en 1970. Foto: Oriol Maspons.
Coches aparcados en el interior de la Plaza Real, en 1970. Foto: Oriol Maspons.

En ellas se ven a niños recogiendo agua en una de las fuentes, actuaciones del jazz en el Jamboree, los camareros del bar Ambos Mundos, al pintor Joan Miró contemplando animales embalsamados, a Lluis Llach y Oriol Bohigas entre otros vecinos famosos, las cervezas en vasos de litro, al coro de Anselmo Clavé cuando la Plaza Real se llamaba Plaza de Maçià, bailes de sardanas a principios del siglo XX y los cafés que persisten en este 2019.

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Hoy por hoy la Plaza Real es territorio de turistas. A lo sumo, el único acoso que hay (y es leve) es de los encargados de los restaurantes buscando clientes. Quizás sea hora que los barceloneses vuelvan a recuperar las ganas de pasear bajo sus pórticos y descubrir uno de los sitios más interesantes de la ciudad.

Vista del Pasaje de Madoz. Foto: Irene Fernández.
Vista del Pasaje de Madoz. Foto: Irene Fernández.

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