Rebecca Solnit rompe filas

Rebecca Solnit es autora de 'Una guía sobre el arte de perderse', un ensayo ecléctico de 2005 y rescatado este verano pandémico de 2020 que empuja a quien lo lee a resetearse

Rebeca Solnit.

Rebeca Solnit en su casa de San Francisco. Foto Capitán Swing.

Canta Vetusta Morla en su tema Copenhague “Dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar, nunca saber dónde puedes terminar o empezar”. Una letra que hace referencia a lugares que no aparecen en los mapas, los mismos que Rebecca Solnit parece no consultar y que nos invita a desprendernos de ellos. Quien dice mapas dice GPS. Sistema de localización y ubicación de precisión que cortocircuitaría si funcionara igual que lo hace la mente de los ancianos, para quienes lo cercano y reciente es borroso, solo lo alejado en el tiempo y el espacio está bien definido, o la de los niños, para quienes la distancia se define en relación a ver o no a sus padres y un minuto es eterno, o la de los adultos, quienes viajamos a través de la abstracción, escribe Rebecca Solnit en el capítulo que lleva por título Siempre hay algo que está lejos. Capitán Swing rescata este año pandémico su ensayo, Una guía sobre el arte de perderse, de 2005.

El azul de la distancia

Más lejos de lo que parece están las montañas que se ven desde la ciudad. Para Solnit (Bridgeport, Estados Unidos. 1961) lo que hay entre nosotros y el horizonte es el azul de la distancia. Que es como la autora titula los capítulos pares del libro y en los que habla del azul patentado por el artista Yves Klein, de la narrativa de los cautivos, de la melancolía, del anhelo y de la música country y blues.

Hilo musical de un mundo que ha desaparecido y del que apenas quedan fotografías, débiles pilares para aguantar el peso del pasado. Un lugar recorrido por carreteras secundarias que hemos cambiado por autopistas de peaje. Salirse de ellas es un acto subversivo y el paisaje un refugio. Como lo son las urbanizaciones de los alrededores de las ciudades, tranquilizantes para quienes residen en ellas, si es que la topografía puede ser una droga, se cuestiona Rebecca Solnit.

Capitán Swin reedita el ensayo de 2055 de Rebeca Solnit. Foto: Capitán Swing.

Las ruinas

Muchos de estos residentes cambiaron el centro urbano por la periferia. Las ciudades se abandonaron y quedaron a merced de la naturaleza. En esas ruinas urbanas Solnit ve lugares en los que uno puede esperar encontrarse lo desconocido, con todas su revelaciones y peligros, igual que en la naturaleza salvaje. Peligros y misterios con los que prometen acabar los proyectos de renovación urbana. Intereses empeñados en fabricar ciudades en serie cada vez menos desenfrenadas y transgresoras.

En el pasado tenía sentido querer ser explorador, en los mapas había huecos en blanco, lugares sin cartografiar. Hoy, que todo el mundo parece registrado, como mucho podemos aspirar a desorientarnos

Sin esos elementos de atracción, por ejemplo, jamás se hubieran instalado los jóvenes en las ciudades, ni hubiera existido el punk. Para Solnit las nuevas construcciones dan mucho más miedo que las ruinas, sobre las que ha crecido como la hierba en las aceras la cultura alternativa o underground.

La narrativa de cautivos

Mucho antes de que en Estados Unidos aflorasen sus ruinas civilizadoras, sus primigenios habitantes hicieron cautivos a algunos de los hombres que les querían conquistar. El andaluz Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue uno de los primeros europeos perdidos en las Américas en volver y contar su experiencia. Cautivo blanco que dejó de serlo, tampoco estaba perdido. Lo que hizo para dejar de estar perdido no fue regresar, sino transformarse, relata Solnit.

Para Cabeza de Vaca y otros hombres y mujeres que la autora menciona, escribe que “llegó un punto en el que se dieron cuenta de que los anhelos del pasado se habían vuelto una costumbre más que otra cosa y de que no sentían el deseo de regresar a su hogar, sino que ya hacía tiempo que estaban en él. Para estos náufragos lo lejano se convirtió en cercano y lo cercano se volvió lejano”.

Solnit equipara el trauma de la cautividad, la ruptura con la anterior vida de los cautivos y su llegada repentina a una nueva en otra cultura y lengua, tan abrupta y violenta como la de un nacimiento.

Tierra incógnita

Los exploradores siempre estaban perdidos, ya que nunca habían estado en esos lugares. Nunca esperaban saber exactamente donde estaban. En el pasado tenía sentido querer ser explorador, en los mapas había huecos en blanco, lugares sin cartografiar. Sitios por descubrir, lejanos e imaginados que despertaban un deseo de aventura, de perderse. Hoy, que todo el mundo parece registrado, inventariado como un inmenso almacén de una gran empresa de logística, como mucho podemos aspirar a desorientarnos.

Escribe Solnit que un montañero que hace cumbre no hace ninguna conquista, sino darse cuenta de que el mundo aumenta de tamaño y él se siente más pequeño en relación con él, abrumado y liberado por la magnitud de lo desconocido. Territorio en el que intentar perderse y es que para Solnit perderse implica una elección consciente, un estado psíquico al que se accede a través de la geografía.

O de las vías del tren, como Jack Kerouac y sus amigos beat que vagaron por Estados Unidos saltando de vagón en vagón por convicción. En el camino es una de esas historias que nos orienta por el mundo como lo hacen las constelaciones a los marineros. Una guía sobre el arte de perderse explora los desafíos de vivir con incertidumbre. Una vida en forma de laberinto en el que cada día cambia de ubicación la salida. Salida que si le preguntas a Rebecca Solnit dónde puedes encontrarla te responderá que pruebes a perderte. 

a.
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