¿Por qué nos obsesiona coleccionar libros? Umberto Eco tiene la respuesta
‘La memoria vegetal’, de Umberto Eco, recoge conferencias y textos inéditos del pensador y escritor italiano, donde analiza el viaje del saber por los libros y su pasión por acumularlos
Cinco años después de su partida Umberto Eco sigue dando cátedra. La pasión por los libros guía los texto inéditos de su obra póstuma, La memoria vegetal, una serie de reflexiones necesarias para reivindicar la página impresa y advertir sobre los riesgos de las avalanchas literarias.
En esta obra publicada por Lumen se recopilan ensayos inéditos, conferencias, prólogos, colaboraciones en revistas especializadas y académicas, en la que Eco propone un viaje por la pasión por coleccionar libros, donde habla tanto de las ansias cleptómanas de algunos a la devoción por los grabados desde la aparición de la imprenta.
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Los avances de la tecnología, las teorías delirantes canalizadas en libros a lo largo de la historia, la búsqueda de volúmenes como si fueran el Santo Grial de la cultura y la inútil malicia de pretender borrar la historia creando hogueras de papel son otros puntos que el autor de El nombre de la rosa abarca en sus reflexiones.
Los tipos de memoria
El título de este libro, con el que abre el primer capítulo, se refiere a los tres tipos de memoria que ha usado la humanidad para preservar sus recuerdos: la orgánica era la transmisión del saber oral, de los ancianos en torno al fuego de la caverna.
La memoria vegetal se refiere a cómo los papiros fueron los primeros guardianes de la palabra escrita
La mineral era la de las tablillas de roca o arcilla repletas de ideogramas y símbolos. Y gracias a los antiguos egipcios y chinos, con la adaptación del papiro y el papel como guardianes de la letra escrita, hablamos de memoria vegetal.
La pasión por coleccionar (y robar) libros
Eco analiza por qué hay personas que, como Borges, creen que el paraíso debería tener forma de biblioteca. ¿Qué hay de fascinante en anaqueles y anaqueles de volúmenes con toda clase de colores, texturas y tamaños?
Eco revisa la pasión por el coleccionismo, y establece una sensata diferencia entre bibliófilos y bibliómanos. “Si tengo que estudiar un libro raro me atrevo a hacer marcas de lápiz en el margen, bastantes ligeras para que un día puedan borrarse con una goma, y eso me ayuda a sentir el libro como cosa mía. Soy, por tanto, un bibliófilo, no un bibliómano”, ejemplifica.
Con su agudo sentido del humor, que lograba que una conferencia que superara la hora y pico de duración sea amena y atrapante, analiza la compulsión de algunas personas por bordear la ilegalidad: “el ladrón bibliómano se avergonzaría de robar una pera en una frutería, pero juzga excitante y caballeresco robar libros, como si la dignidad del objeto excusara su robo”.
Literatura y tecnología
También recuerda que los nuevos formatos, que pueden ser más cómodos para algunos lectores, vacíos de romanticismo para otros, carecen de algo esencial: no tienen historia.
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O sea: un libro, cuanto más viejo es, se convierte en un protagonista de su propia historia, como sucede a esos volúmenes únicos, tesoros incunables que hacen brillar los colmillos de los coleccionistas.
¿Importa lo que dice su texto? Claro que sí, pero más interesa la historia de décadas o siglos que ha atravesado ese volumen, la dedicatoria que lleva o las anotaciones que han quedado impresas sobre la impresión.
“El ladrón bibliómano se avergonzaría de robar una pera en una frutería, pero juzga excitante y caballeresco robar libros”.
Umberto Eco
El autor espanta a los apocalípticos que proclaman el fin del libro con el advenimiento de las nuevas tecnologías, y de hecho coloca a los soportes como el ebook e Internet en el apartado de la ‘memoria mineral’, al estar los circuitos formados de silicio.
El dilema del ruido
Pero advierte que el problema no es el formato sino el aluvión de información, que genera un ruido que compara con el tormento de Funes el Memorioso (otra vez Borges), el hombre que tenía una memoria absoluta y era capaz de recordar todas las hojas y nubes que había visto en su vida.
En el texto inédito Monólogo interior de un ebook se divierte filosofando qué pensaría uno de estos dispositivos cuando se le carga de obras clásicas y modernas, valiosos ejemplares de la literatura y otros intrascendentes.
¿Y si pudiera disfrutar de la literatura y contemplar sus códigos binarios como quien disfruta mirando los lomos en una biblioteca?
Las hogueras del saber
Eco también analiza cómo en diferentes momentos de la humanidad se organizaron quemas de libros, como si la destrucción del papel lograra olvidar la ciencia y la cultura.
Pasó con los nazis, con la Inquisición, con la guerra contra los talibanes y con aquel califa que ordenó arder la biblioteca de Alejandría, al considerar que el único libro válido es el Corán y todos los demás son superfluos. Será un mito, pero sirve de ejemplo del miedo al conocimiento.
Anticipo de la inmortalidad
Eco sigue su viaje por las ediciones que han desvelado a intelectuales y coleccionistas, el dilema de las falsificaciones, los mitos de los libros fantasma y los límites de la interpretación (donde el mismo Eco siguió recibiendo cartas de trasnochados que no entendieron que El Péndulo de Foucault era una burla a los que ven conspiraciones en cada rincón).
Es, en síntesis, una interesante reivindicación del libro, al que compara con “un seguro de vida, un pequeño anticipo de la inmortalidad”.