Juan Manuel Gil: las mentiras que recordamos

Juan Manuel Gil se alza con el 63º Premio Biblioteca Breve con una novela sobre las infancias imposibles de narrar

Juan Manuel Gil es el nuevo premio Biblioteca Breve. Foto: ©Tamy Chaud | Seix Barral.

En 1958, cuando se celebró la entrega del primer Premio Biblioteca Breve en la localidad catalana de Sitges, el secretario del jurado, Jaime Salinas, lamentó que mucha gente no hubiera podido asistir al acto por carecer de coche. Eran los inicios de uno de los galardones más importantes de la literatura española y, desde entonces, el público asistente ha ido creciendo de una manera exponencial.

Hoy, sesenta y tres años después de su nacimiento, el acto ha sido retransmitido, por primera vez en su historia, en streaming, permitiendo de este modo que todo el planeta pudiera presenciarlo. Es lo que ha traído la pandemia: la democratización de un tipo de eventos que antes estaba limitado a una élite intelectual y periodística.

En esta ocasión, el ganador ha sido el escritor y profesor almeriense Juan Manuel Gil, que se ha apropiado de la estatuilla gracias a Trigo limpio, una suerte de novela de detectives en la que, en vez de investigar un crimen, el narrador trata de descubrir qué pasó con uno de sus amigos de la infancia. Y, como ha apuntado Raquel Taranilla, miembro del jurado y ganadora de la anterior edición, “cuando tratamos de descubrir qué fue de nuestros amigos de la niñez, descubrimos que nuestra infancia no fue como la recordamos”.

‘Trigo limpio’

Juan Manuel Gil no es nuevo en el mundo de los premios. Ya mereció el Premio Andalucía Joven de Poesía con Guía inútil de un naufragio, y tampoco es nuevo en esto de la narrativa, como demuestran sus títulos Inopia, Las islas vertebradas y Un hombre bajo el agua.

Trigo limpio es una suerte de novela de detectives en la que, en vez de investigar un crimen, el narrador trata de descubrir qué pasó con uno de sus amigos de la infancia

Álvaro Colomer

Sin embargo, la recepción del Biblioteca Breve le ha hecho especial ilusión porque, como él mismo ha recordado durante la gala, una vez soñó que ganaba un reconocimiento de este calibre y que, tras sentir una oleada de alegría, sentía otra de decepción al saber que el editor, en aras de vender más, quería cambiar su nombre por otro anglosajón. “Por suerte, Elena Ramírez no me ha dicho que debo cambiarme el nombre -bromeó-. Y me alegro. Porque quiero que en mi barrio todo el mundo sepa que he ganado, dado que esta novela es precisamente un homenaje a mi barrio”.

Ese barrio del que habla está en la periferia de Almería, en concreto cerca del aeropuerto, lugar en el que transcurre la primera escena de Trigo limpio. Este arranque ha sido una de las cosas que ha destacado Enrique Vila-Matas, también miembro del jurado: un niño corre por la pista de un aeropuerto mientras la policía le persigue y mientras un avión inicia el descenso. A partir de este momento, la novela se convierte, según el acta del jurado, en una narración marcada por la agilidad y el humor que reflexiona sobre las infancias perdidas y que rinde homenaje a la literatura a través de los pasadizos que entrelazan unos libros con otros.

Juan Manuel Gil. Foto: ©Tamy Chaud | Seix Barral.

Recuerdos a Marsé

Antes de la concesión del premio, Enrique Vila-Matas ha tenido unas palabras para el hombre que ganó el que sin duda es el Premio Biblioteca Breve más famoso de toda su historia: Juan Marsé. El escritor barcelonés recordó algunos momentos vividos junto al autor de Últimas tardes con Teresa y relató la ocasión en la que un pintor extranjero se acercó a la mesa donde un grupo de escritores celebraban una tertulia y, cuando preguntó su opinión sobre la política local, Marsé: ‘Aquí estamos en contra de todo’.

Tan sólo el 21,54% de los manuscritos enviados sin seudónimo al jurado correspondían a mujeres

Y si en la 63ª edición del Premio Biblioteca Breve hay que estar en contra de algo, sin duda es de la escasa presencia femenina entre los aspirantes. Según destacó la conductora del acto, la periodista Rosa Badía, tan sólo el 21,54 por ciento de los manuscritos enviados sin seudónimo correspondían a mujeres, una cifra extrañamente pequeña en una época en la que la literatura escrita por mujeres está recuperando los espacios que antes le fueron vetados.

Badía no supo explicar el motivo de estas cifras, pero sin duda son algo que nos debe hacer reflexionar. Esperemos que el año que viene las escritoras se animen y se presenten en masa a uno de los pocos premios que todavía gozan de prestigio en este país.

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