Cómo contar la historia del mundo a través de un balón de fútbol

En ‘El historiador en el estadio’ Toni Padilla cómo los clubes de fútbol han sido catalizadores de guerras, revoluciones, conquistas obreras y persecuciones políticas

Detrás de cada bandera hay una historia.

Aviso: este no es un libro de deportes sino de historia. Que el fútbol sea el hilo conductor solo es un atajo para hacer más comprensible la letra chica de los sucesos más importantes que marcaron el (casi) siglo y medio que separa 1879 de la actualidad.

Estamos hablando de ‘El historiador en el estadio’ (Principal), del periodista catalán Toni Padilla, una muy interesante obra que atraerá más a los apasionados por la historia que a los que buscan estadísticas, hazañas de grandes clubes o biografías de estrellas deportivas.

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La historia explicada por pequeños sucesos

La idea, ya lo avisa Padilla en la introducción, es seguir el ejemplo de Eric Hobsbawn, quien explicaba la historia de la Europa contemporánea a través del recorrido del Pressburger Bahn, tren que iba desde Viena a la actual Bratislava.

“La política, la historia y el fútbol caminan de la mano. En ocasiones de forma amistosa. En otra, peleados”.

Toni Padilla

Si a algún purista se le ocurre proclamar que el fútbol y la política no tienen que mezclarse, que lo piense antes de decirlo: son la mejor exaltación del mito que es la identidad de un país: muestran los colores de una bandera, cantan un himno, y por más corrección política intenten aplicar, las gradas siguen llenas de ultras con cantos xenófobos.

“La política, la historia y el fútbol caminan de la mano. En ocasiones de forma amistosa. En otra, peleados”, apunta Padilla, y recuerda que este deporte no provoca guerras. Al contrario: “las sufre. El deporte es un escenario, o una metáfora”.

Júpiter, el club de los anarquistas en la Guerra Civil. Foto Archivo Histórico Poblenou

Lo interesante, además de su estilo dinámico, es que Padilla no recurre al wikiperiodismo, sino que en la medida de lo posible habla con jugadores, seguidores o periodistas de otros países para aportar una visión más cercana de aquellos clubes que han sido protagonistas de la Historia.

Un mundo que da vueltas como un balón

El recorrido es cronológico: comienza en 1879, con el surrealista The Sheffield Zulus de Inglaterra, creado para ayudar a las viudas de los soldados muertos en la Guerras Zulúes –pero donde los jugadores eran blancos que se pintaban y usaban escudos de utilería en las danzas tribales antes de partido-; y sigue explicando sucesos como la Revolución Mexicana, la Primera Guerra, las luchas entre Grecia y Turquía, el nacimiento de Israel, la llegada del nazismo y la Guerra Civil española por medio de las historias de clubes, y dentro de ellos, con algún jugador o directivo como guía.

Las cifras de miles de refugiados que huyen de las guerras o son expulsados de las tierras donde vivieron generaciones se entiende mejor con historias como la del Panionios, fundado en Atenas por griegos que fueron arrojados al mar en Turquía en los años ’20. O por el Us Fiumana, el último bastión de los italianos parlantes de Fiume que fueron despojados de su identidad.

Kurt Laundauer, presidente del Bayer Múnich que fue enviado al campo de Dachau. Foto FC Bayern Múnich

Los clubes son refugio de culturas, etnias y movimientos políticos. Podemos hablar del Al Wehdat, formado por palestinos frente a los recelos nacionalistas de los jordanos del Al Faisaly.

O del Persipura Jayapura, que era un baluarte de resistencia de los pobladores de Papúa frente a la colonización de Indonesia.

La división de la Guerra Civil tuvieron su onda expansiva en Chile entre la Unión Española y el Iberia

O cómo en Chile las agitadas aguas de la Guerra Civil tuvieron su onda expansiva entre la Unión Española (en un principio impulsado por franquistas) y el Iberia (con mayoría de socios republicanos)

Hablando de España, Padilla desmonta el mito que en el Júpiter de Barcelona los anarquistas escondían armas en los balones, pero recuerda que el estadio era un santuario de armas de la CNT.

Derry City, el club norilandés que debe jugar en la liga de Irlanda. Foto Wikipedia

La herramienta del poder

Que el fútbol sea una herramienta del poder político no es invento nuevo: así fue desde su concepción.

Y lo vemos en la historia, con una larga lista de dirigentes que saltan a la presidencia o gobernación de un país con la misma facilidad con que uno cambia de grada en el estadio.

Los ejemplos son abundantes pero citaremos dos: el Hafia Conakry que era el club del dictador guineano Sekou Touré o el Astaná, entidad de Kazajistán donde el eterno presidente Nursultan Nazarbayev potenciaba su imagen en base a éxitos deportivos construidos a golpe de talonario.

En el fútbol también buscó entrar el narcotráfico, como pasó en el América de Cali; hubo clubes que fueron protagonistas de revueltas como el Al Ahly en la primavera árabe de 2011 que derribó a Mubarak, y otros que simbolizan la división entre religiones o culturas como la grieta entre el Derry y el Institute de Irlanda del Norte (donde el primero se vio obligado a jugar en la liga irlandesa).

Atlanta, el club de la comunidad judía en Buenos Aires

Ausencia de grandes estrellas

Aquí casi no se mencionan a los grandes clubes, excepto por el Bayern Múnich, que cerró filas todo lo que pudo para proteger a su presidente Kurt Laundauer enviado al campo de concentración de Dachau por ser judío.

Tampoco encontraremos a grandes jugadores, excepto por alguna cita rápida. Aquí los protagonistas son unos 40 clubes, la gran mayoría quizás desconocidos para el público local, pero que ayudan a entender desde una perspectiva humana la agitada historia del mundo del último siglo y medio.

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