Llegar donde nadie pudo: 25 grandes expediciones de la historia

Alcanzar el Everest, el Polo Sur o Norte; dar la vuelta al mundo en bicicleta, velero o a pie, llegar a los confines del Amazonas o atravesar el Sahara. ¿Cómo lo hicieron posible?

Alastair Humphreys en el desierto de Sudán. Foto Alastair Humphreys

¿Qué les motivó a ese puñado de hombres y mujeres a llegar a regiones desconocidas, a descender a los abismos de los océanos y a coronar las cumbres más altas de la Tierra? ¿A quién se le ocurre buscar ciudades perdidas en la jungla, atravesar desiertos, continentes o todo el planeta a pie o en bicicleta?

Esas son las preguntas que nos podemos hacer el resto de los mortales, porque esas almas intrépidas han llegado donde nadie había podido antes, o realizaron hazañas para demostrar que no hay límites en la voluntad humana.

Portada de Expediciones al descubierto. Foto Anaya Touring

25 grandes expediciones y aventuras

De eso se trata el libro Expediciones al descubierto, de Anaya Touring, donde Ed Stafford presenta 25 grandes expediciones de los últimos 120 años.

Stafford analiza 25 grandes expediciones de la historia a través del equipaje y los instrumentos que llevaban

Y lo hace con un hilo conductor curioso: el equipaje que llevaban. En cada capítulo, con bonitas ilustraciones de Christine Berrie, presenta los elementos que determinaron que esas travesías hayan llegado a buen puerto, aunque siempre plagadas de penurias y sufrimiento.

Roald Amundsen. Foto Getty Images

Su elección, no hace falta aclararlo, representa el éxito o el fracaso, o la más prosaica oscilación entre la vida y la muerte.

La carrera hacia el Polo Sur

Quizás el mejor ejemplo sea la famosa y trágica carrera por ver quién llegaba al Polo Sur. Cuando el británico Robert Scott arribó al punto más austral del globo vio, con una desazón infinita, que allí había una carpa con una bandera noruega que un mes antes había montado Roald Amundsen.

Este último volvió para contarlo y ser coronado como héroe. Scott murió en el regreso. Y una de las causas fue la desacertada elección del equipamiento, desde las prendas de abrigo a la decisión de llevar ponies en vez de perros para arrastrar el equipo.

Terra Nova, el barco que llevó a Scott a la Antártida. Foto Getty Images.

Curiosidades y excentricidades

Hay casos curiosos, como el acordeón que Percy Fawcett se empeñó en llevar al Amazonas para buscar la ciudad perdida de Z.

O la negativa de Robyn Davidson a portar equipos de radio llamada cuando cruzó los desiertos de Australia en camellos.

Pistas sobre las personalidades

El repaso de sus equipos nos permite saber “hasta qué punto (los exploradores) eran meticulosos, experimentados o incluso despistados”, dice Stafford.

Amelia Breavheart. Foto Granger Historical Picture Archive / Alamy
Amelia Breavheart, un alma intrépida en el aire. Foto Granger Historical Picture Archive / Alamy

Su relevamiento revela cómo eran sus personalidades, donde el factor psicológico es tan importante como la resistencia física.

Analizar su equipos nos permite saber “hasta qué punto (los exploradores) eran meticulosos, experimentados o incluso despistados”, dice Stafford.

“Necesitamos el equipamiento suficiente para seguir y que sea relativamente cómodo, pero no tan voluminoso que vayamos demasiado cargados y acabemos hundidos en la miseria”, dice el autor en esta reivindicación del equilibrio.

Caras conocidas y anónimas

Las historias de Scott y Amudsen quizás sean las más conocidas, como la de Edmund Hillary, que con el sherpa Tenzing Norgay fueron los primeros humanos en llegar a la cima del Everest.

O la de Amelia Earthart, la primera mujer que sobrevoló el Atlántico en solitario, y tres años después, la primera en unir Hawái con California; y que desapareció en el Pacífico cuando intentaba dar realizar una circunvalación del globo.

Ada Sherpa, quien subió 21 veces al Everest. Foto Getty Images

También a muchos les sonará familiar Jacques Cousteau, el Poseidón del siglo XX quien realizó la primera operación arqueológica submarina.

La obsesión por dar la vuelta al mundo

Pero muchos otros son nombres que quizás sean poco populares pero basta ver el titular de su hazaña para comprender que merecen un Olimpo propio.

Estamos hablando de Nellie Bly, la periodista que en 1890 dio la vuelta al mundo en 72 días; de Eva Dickson, que fue la primera mujer en atravesar el Sahara en coche; y Rune Gjeldnes, quien realizó la travesía en solitario con esquís más larga de la historia: nada menos que 4.804 kilómetros por la Antártida.

Jason Lewis, en su kayak en su vuelta al mundo. Foto Expedition 360
Jason Lewis, en su kayak en su vuelta al mundo. Foto Expedition 360

Como el caso de Bly, muchas de las expediciones tenían como meta circunvalar el globo. Pero de todas las maneras imaginables.

Clärenore Stinne necesitó dos años, entre 1927 y 1929, hacerlo en coche. Robin Knox-Johnston lo logró navegando en solitario en un velero. Jason Lewis usó su fuerza para moverse con patines, kayak, bicicleta y en el Moshka, una microembarcación que se impulsaba a pedales.

Alastair Humphreys fue el primer que dio la vuelta al mundo en bicicleta; Bertand Piccard y André Borschberg lo hicieron con el primer vuelo sin escalas, y solo con la energía solar como combustible; y Sarah Outen logró salir y llegar a Londres, tras cuatro años y medio usando botes de remo, bicicletas y kayaks.

El autor en plena travesía en el Amazonas. Foto Keith Ducatel
El autor en plena travesía en el Amazonas. Foto Keith Ducatel

Hubo hazañas para demostrar teorías, como la de Thor Heyerdahl y la expedición Kon-Tiki para saber si la Polinesia se podría haber poblado desde Sudamérica.

Otras que son un cúmulo de acciones imposibles, como las 21 ascensiones del Ada Sherpa al Everest.

O la de Ranulph Fiennes, quien en 1982 lideró la expedición Transglobe: viajar desde el Polo Norte al Sur. Y volver.

Las razones de cada aventurero pueden ser infinitas. Está el deseo de superación, la búsqueda de fama, la obsesión con una meta. O puede ser como dijo Hillary cuando le preguntaron qué le motivó escalar el Everest: “Porque estaba ahí”.

Foto de portada: Alastair Humphreys en el desierto de Sudán

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