Yo escribo, tu compones, el produce, nosotros creamos, vosotros bailáis y ellos plagian

No por habitual y reiterado el plagio debe aceptarse alegremente pero, en pro de la libertad de creación, hay que distinguir entre plagio e inspiración

Qué puedes hacer tú por la música. Foto: Blocks | Unsplash.

El plagio es un hecho indiscutible y reiterado en el ámbito de la creación intelectual y se sucede en el día a día y año a año. No por habitual es correcto, ni debe ser alegremente aceptado. Si bien, y en pro de la libertad de creación, hay que distinguir entre plagio e inspiración.

Los derechos del creador

En el ámbito de creación de una obra musical existen varias fases, y en cada una de ellas participan distintas personas. En primer lugar, la letra (y su desarrollo por un autor) y la música (conducida por un compositor). Posteriormente, esa obra se ve transformada en lo que conocemos todos como ‘canción’, una vez la misma es interpretada (cantantes/músicos) y grabada en un estudio de producción.

Finalmente, el resultado de cada una de estas fases da lugar a un bien intangible, del que derivan derechos de autor, tanto morales como patrimoniales, que corresponderán a estos creadores por el mero hecho de serlo.

Es por este motivo que el plagio va en contra de los intereses del creador. Dos apartados del artículo 14 de la Ley de Propiedad Intelectual, los apartados 3 y 4, lo dejan bien claro: “Exigir el reconocimiento de su condición de autor de la obra” y “exigir el respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier deformación, modificación, alteración o atentado contra ella que suponga perjuicio a sus legítimos intereses o menoscabo a su reputación.”

Foto: Aaron Paul | Unsplash.

¿Qué es plagiar?

La RAE define el verbo plagiar como “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Por ello, para que se dé una situación de plagio debe existir un acto de copiar o una atribución, de modo voluntario, de autoría de la creación de un tercero.

Bajo estas premisas, podríamos concluir de modo automático que, por ejemplo, cualquier guion u obra literaria en la que coincida el desarrollo o el final con la creación propia de un tercero, debería dar lugar a una situación de plagio.

«Lo que se protege en el ámbito de la Propiedad Intelectual no son las ideas sino la forma de expresión de las mismas. Por ello las similitudes constantes no dan lugar a una situación de plagio»

José Ramón Gil Cantons

Sin embargo, ello no es necesariamente así, dado que lo que se protege en el ámbito de la Propiedad Intelectual no son las ideas, sino la forma de expresión de las mismas. Por ello las similitudes constantes no dan lugar a una situación de plagio. Por ello, se requiere siempre de un análisis profundo de cada caso en particular.

Ellos plagian ¿o se inspiran?

La antimetábola de J.F. Kennedy pronunciada el 20 de enero de 1961 en su discurso de investidura, “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”, es la pregunta que todo creador debe hacerse en el momento de sentarse ante un libreto de partituras o una pantalla para escribir una letra o componer una melodía.

Si la voluntad es crear, no te preguntes que puede hacer la música por ti, pregúntate que puedes hacer tu por la música. Y añadiría: porque la música ya ha hecho por ti. Y es que si bien la originalidad es un elemento indispensable para hablar de creación, estaremos de acuerdo en que nadie llega musicalmente virgen al estudio de grabación.

Uno de los casos más destacados en este sentido fue el que se dio con la archiconocida canción Creep, interpretada por Radiohead e incluida en su álbum de debut Pablo Honey, editado en el año 1993 a nivel mundial y escrita y compuesta por algunos de sus miembros. Fue la canción que lanzó la banda al éxito.

Creep, canción para mi de una belleza musical indudable, contenía elementos, a oídos de los conocedores del grupo The Hollies, que la asociaban con la canción The air I breathe, editada en 1974 en formato single por el sello Polydor en Reino Unido y Epic en Estados Unidos entre otros y extraído del album Hollies.

«Si tu voluntad es crear, no te preguntes que puede hacer la música por ti, pregúntate que puedes hacer tu por la música»

José Ramón Gil Cantons

La obra musical The air I breathe fue escrita y compuesta por Albert Hammond y Mike Hazlewood. Así las cosas, la editorial que gestionaba los derechos de autor decidió presentar una demanda por vulneración de derechos de autor frente a Radiohead, por plagio.

¿Qué es lo que sucedió? ¿Radiohead negó los hechos? Todo lo contrario, Radiohead reconoció esa inspiración en la creación de Hammond y Hazlewood, aceptando la inclusión de estos últimos como compositores de la obra musical Creep lo que les permitía percibir las correspondientes royalties en concepto de derechos de autor y que se respetara su derecho moral como creadores y a ser reconocidos como tales.

Vosotros lo escucháis, ¿y por eso ellos plagian?

Estaremos de acuerdo en que, en la inmensa mayoría de ocasiones, el creador tiene la necesidad de dar a conocer su obra y de hacer partícipe de su creación a terceros. Y hablo de inmensa mayoría porque el dar a conocer esa obra es un derecho moral, muy íntimo, que siempre corresponde al autor.

Así las cosas, las situaciones que llevan al plagio pueden ser muy diversas, y no todas ellas serán necesariamente maliciosas. Por mi experiencia destacaría algunas.

Por ejemplo, la errónea creencia que para triunfar hay que hacer algo que suene igual que lo que ya ha triunfado con anterioridad. El error es doble: primero por creer que no eres capaz de crear nada por ti mismo que pueda ser novedoso y tenga éxito. En segundo lugar, si bien es cierto que la sociedad no acepta cambios radicales e inmediatos, ello no significa necesariamente que la sociedad no esté preparada para aceptar y convertir en éxito un concepto novedoso.

«Una situación que lleva al plagio es la errónea autojustificación de que todas las melodías ya han sido inventadas»

José Ramón Gil Cantón

Otra posibilidad es la errónea autojustificación de que todas las melodías ya han sido inventadas. Por esa misma regla de tres, no cabe esperar nuevas y originales obras pictóricas, porque la mayoría de combinaciones de color son ya conocidas desde hace miles de años. A diferencia de la música grabada, que apenas alcanza dos siglos.

Por último, la esperanza de que nadie notará el cambiazo. No es infrecuente que una obra original no haya obtenido en su momento el éxito que todo creador espera, que desaparezca del panorama musical y que, una vez desaparecida, sea retomada por alguien para reinventarla e introducir alguno de sus elementos melódicos en una obra de nueva creación.

Ninguno de estos argumentos justifica, a mi parecer, alejarse de la intención de buscar originalidad en la creación dado que al final juega en contra de la creatividad y, por ende, del enriquecimiento cultural. Por eso, habrá que preguntarse siempre… ¿que puedes hacer por la música?

a.
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