Seriéfilo desde 2001

De ’24 horas’ a ‘National Treasure’ pasando por ‘Los Soprano’ y ‘Succession’, estas son las series favoritas de Carles Sans

Desde hace ya años que suelo mantener una relación de vaivén con el universo de las series. Perdí mi virginidad seriéfila allá por el año 2001, consumiendo la mítica serie 24 horas, con Kiefer Sutherland que interpretaba a Jack Bauer, un policía que, en cada capítulo, devolvía la seguridad nacional a su país después de ataques masivos de malos malísimos. Fue una serie muy premiada que me enganchó, me fidelizó con el concepto de ver películas de acción por capítulos. Todos los años compraba el pack de cada temporada hasta llegar a la novena.

Cumplido este proceso iniciático me enamoré de Los Soprano, una de las mejores series de todos los tiempos, que por cierto he vuelto a ver entera durante este periodo de confinamiento. Una joya de ineludible visionado. Fue un éxito de crítica y de audiencia que perduró desde 1999 hasta 2007. Luego vino Six Feet Under, cuyo principio argumental parecería poco comercial: narraba la vida cotidiana de los Fisher, una familia que posee una empresa funeraria en Los Ángeles y, sin embargo, la riqueza de cada una de las tramas y de sus personajes hicieron de esta serie una de las mejores en lo que llevamos de siglo.

‘Succession’

Con este arranque de tres series sobresalientes es difícil que luego te convenza lo que ha ido esparciéndose por las numerosas plataformas disponibles en el mercado. Succession sería otra de mis favoritas y de la que estoy esperando con impaciencia que HBO saque la siguiente temporada.

‘Succession’, de HBO.

Entre tanto me he topado en Filmin con una miniserie cuya tensión dramática me ha aferrado por completo al sillón. Es el drama de unos personajes hipnóticos, cuyas historias me han sumido en la reflexión acerca de un tema que hoy en día está en boga: cómo convertir una persona famosa de posible inocente en un más que probable culpable antes de ser juzgado por la justicia.

‘National Treasure’

La serie se titula National Treasure, está producida por Channel 4 y es de tan solo cuatro capítulos. La interpretan dos grandísimos actores ingleses, Robbie Coltrane y Julie Walters. En ella se habla de la decadencia de un cómico, Paul Finchley, que ha disfrutado de cuarenta años de éxito junto a su compañero Karl, interpretado por Timothy McInnerny, y que ahora, inesperadamente, es denunciado por violación a una excanguro de su hija, cuando esta era pequeña.

A la primera denuncia se suman otras tantas que, de repente hacen del protagonista un perturbador personaje al que todo el mundo duda y prejuzga. Incluso su propia familia. Su esposa, que conoce algunos escarceos sentimentales mantenidos durante los años de matrimonio, sospecha de que su marido esconde un lado oscuro que emocionalmente la hace desconfiar.

En paralelo, la hija de ambos, afectada por problemas de droga, intenta sobrellevar el conflicto desde el suyo propio. Cuando el asunto se hace público todo se tambalea y la relación familiar se va corrompiendo cada vez más. Uno, como espectador, no puede dejar de seguir la serie con la misma incertidumbre que persigue a los familiares de Paul, quien asegura en todo momento ser inocente. Sus palabras dicen una cosa, su mirada, a veces, otra distinta.

Robbie Coltrane da vida a un cómico en decadencia que, de pronto, es juzgado por toda la sociedad.

Esa suspicacia en la que te mantiene se debe al extraordinario trabajo de composición de Coltrane, cuyos silencios y miradas te dejan en el más absoluto desconcierto. Mientras tanto, afuera, la prensa lo está juzgando en paralelo, y la opinión pública lo ha sacrificado desde el primer momento. Una desgraciada rutina que viene siendo habitual en la vida real cuando el personaje en cuestión es popularmente conocido.

Entonces, tal como escribe el escritor peruano Santiago Roncagliolo, “entramos a prejuzgar y nos unimos en una violenta turba dispuesta a silenciar a los escépticos”, que son, añado yo, los que tal vez dan por bueno el precepto de que siempre se debe suponer la inocencia de alguien antes de que se pueda demostrar lo contrario. Unos actores secundarios impecables, en el que destaca un abogado defensor que conoce las estrategias de estos casos y que al final obtiene un resultado que aquí no voy a contar.

No se la pierdan. Véanla y déjense llevar por un relato bien construido que nos hace pensar en si no deberíamos primero reflexionar con frialdad antes de prejuzgar a una persona, que a veces por ser famosa, tiene de antemano, a ojos de la opinión pública, más probabilidades de prejuzgarlo como culpable que como inocente.

a.
Ahora en portada