‘El desafío’: para acabar para siempre con ETA

La monumental serie documental de Amazon se impone como necesario colofón a los ya numerosos trabajos audiovisuales en torno a la banda terrorista

El Desafío ETA Portada. Imagen Amazon Prime Vídeo.

El Desafío ETA Portada. Imagen Amazon Prime Vídeo.

La presencia de ETA en las plataformas se ha disparado. Después de dos ficciones, como La línea invisible (Movistar+) y Patria (HBO), y de la serie documental ETA: El final del silencio (Movistar+), Amazon Prime Video ha estrenado, en más de 200 territorios, El desafío, una exhaustiva serie documental que repasa la historia de ETA en ocho capítulos, desde el punto de vista de las víctimas y de la lucha antiterrorista. 

Medio siglo de charcos de sangre

Si La línea invisible recordaba los primeros pasos de ETA en el tardofranquismo, cuando sus fundadores decidieron ponerse a matar, Patria, la ya comentada serie basada en la novela de Fernando Aramburu, empezaba por el final, retrocediendo a partir del alto el fuego definitivo de 2011. 

Esos 50 años transcurridos desde 1968, año de la primera víctima de ETA –el guardia civil de tráfico José Pardines–, a la disolución de la banda en 2018 ya quedaron documentados en ETA: El final del silencio, una también notable serie en seis episodios que Jon Sistiaga organizó por temas (los puentes de la reconciliación, los orígenes de la banda, el GAL, los años de plomo…). 

En contraste, El desafío, que se basa en el libro Historia de un desafío coescrito por los guardias civiles Manuel Sánchez Corbí y Manuela Simón (publicado por Península)–, propone un recorrido totalmente cronológico, que nos permite revivir ese medio siglo de historia escrita con sangre. Una experiencia fundamentalmente triste y dolorosa para cualquier espectador. 

ETA: del cine a las plataformas

El cine, por su lado, ha ido dando buena o mala cuenta de ETA, esporádicamente, a lo largo de las décadas. Es interesante recordar que una de las primeras películas sobre la banda, en torno al asesinato de Carrero Blanco, Operación Ogro (1979), la filmó el mismísimo Gillo Pontecorvo, autor de esa absoluta obra maestra llamada La batalla de Argel (1966), financiada por el gobierno argelino para legitimar la lucha armada por la independencia de su país. Esa coincidencia nos recuerda el caldo de cultivo en el que se cocinó ETA. 

Además de guardias civiles, intervienen en el documental los cuatro expresidentes vivos que han lidiado con el terrorismo y las víctimas (y sus familiares)

Luego vinieron películas más o menos populares como Yoyes (Helena Taberna, 2000) o Días contados (Imanol Uribe, 1994), alguna propuesta experimental (Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales (2008) y finalmente celebradas comedias, como Negociador (2014) y Fe de etarras (2017) –ambas de Borja Cobeaga–, para quitarle hierro al asunto. Por no hablar de los documentales de Iñaki Arteta, que lleva desde los años 80 enfrascado en el tema, con media docena de producciones, incluido Bajo el silencio, que se acaba de estrenar. 

Si alguien se pregunta por qué hemos pasado directamente del cine a las plataformas, sin pasar por la televisión, la respuesta puede ser obvia: hasta hace dos años una ficción televisiva sobre el tema corría el peligro de cohabitar en el mismo espacio con el telediario o cualquier programa de triste actualidad. Las plataformas, en cambio, proporcionan una distancia similar a la de nuestras añoradas pantallas de cine, dicho esto por alguien que, en nombre de no se sabe qué excepción cultural, está momentáneamente privado de las salas oscuras. 

La serie se construye desde el punto de vista de un guardia civil. Foto Amazon Prime Video.
La serie se construye desde el punto de vista de un guardia civil. Foto Amazon Prime Video.

El monumento de Amazon Prime Video

Edificado con imágenes de archivo y entrevistas, El desafío privilegia, como se ha señalado, el punto de vista de la Guardia Civil, un cuerpo que “gracias a ETA” –es un decir– ha pasado de ir a caballo a ser un referente en la lucha antiterrorista. Además de los uniformados, también intervienen en el documental los cuatro expresidentes vivos que han lidiado con el terrorismo, y sobre todo las víctimas, tanto sus familiares como algunas de las propias víctimas, ya que no formar parte de los 854 asesinados –una cifra que llevamos clavada– no significa no haber quedado literalmente roto. El testimonio de Irene Villa va por ellos. 

Además de diversas personalidades, también participan etarras arrepentidos de la primera ola, y algunos miembros del entorno abertzale, como Ángel Alkalde, que dice que nunca dirá una palabra en contra de la banda terrorista. Habrá quien eche en falta que no se haga más hincapié en los 39 etarras que fallecieron, según la Wikipedia, mientras preparaban atentados; en los 24 etarras que se quitaron la vida o murieron en circunstancias no aclaradas, o en los 89 que cayeron en enfrentamientos con la policía. 

Pero el hecho es que, mientras España avanzaba hacia la democracia, todo lo imperfecta que se quiera, pero que da cabida a todas las ideologías posibles bajo el mismo paraguas parlamentario, ETA y la minoría que la apoyaba trató de imponer una dictadura desde abajo, con la misma política de terror que cualquier estado totalitario. Dejando de lado su ideología, y lo que cada cual pueda pensar sobre las distintas formas de nacionalismo, el duro o el blando de la buena gente que mira hacia otro lado, las ideas nunca justifican el asesinato. 

El Desafío ETA. Foto: Amazon Prime Vídeo.
El Desafío. Foto: Amazon Prime Vídeo.

La necesidad de una pedagogía

Antes y después de someterme a las ocho horas de El desafío, un visionado que puede llevar al borde las lágrimas a cualquier ser humano, mi sensación sigue siendo que no necesito saber más de ETA. Al contrario, habiendo crecido con ETA al fondo, o muy cerca (Hipercor, Ernest Lluch…),ha sido un tema omnipresente, constantemente arrojado sobre la mesa, y lo que más bien he tenido, a lo largo de todos estos años, es la sensación de un indeseado exceso de información al respecto. No obstante, obras como El desafío, que no obvian las torturas en comisaría o la ultra-chapuza del GAL, son y serán siempre muy necesarias. 

Sobre todo, para las nuevas generaciones que no han vivido los años de plomo, y que, como señalaba la serie de Jon Sistiaga, ni siquiera saben quien fue Miguel Ángel Blanco. Cuando uno contempla al hermano del agente Pardines, un venerable anciano de unos 80 años, se da cuenta de la amplitud del ciclo histórico cubierto por la sombra de ETA, y de la necesidad que este quede plasmado, a través de sus testimonios, de la manera más objetiva posible, como aviso para esas nuevas generaciones que corren el peligro de crecer en la ignorancia. 

Y también como instrumento para la reconciliación. Patria nos decía que esta sólo puede pasar por el perdón: es decir, los asesinos tienen que pedir perdón para que las víctimas, o sus familiares, puedan perdonarles. Sin embargo, como se ha dicho, todavía quedan posiciones en las que pedir perdón es algo inimaginable: “Nunca diré nada contra ETA”. Ahí todo se complica, pues si bien nos congratulamos de nuestra no fácilmente lograda libertad de expresión, base de cualquier democracia, y podemos pensar que no son las ideas las que matan, sino las personas, también existe el delito de incitación al odio y a la violencia. 

El Desafío ETA. Foto: Amazon Prime Vídeo.
Foto: Amazon Prime Vídeo.

En esa paradoja bien podría estar el desafío a la democracia, ya que, como bien dice el irlandés Bertie Ahern, otra de las personalidades que participan en la serie de Amazon, “si sólo tienes en cuenta a las víctimas inocentes y no a los otros es difícil llegar a una reconciliación”. El mayor desafío de cualquier democracia es el de llegar a incluir a todos aquellos que no creen en ella, no sólo impidiéndoles matar, labor de las fuerzas del orden, sino convenciéndoles de que no es una buena idea. Ardua tarea. 

a.
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