Aitor Gabilondo: “Patria es un western con mujeres maduras”

El Festival de San Sebastián presenta la serie de HBO basada en la célebre novela de Fernando Aramburu, una llamada a la reconciliación

PATRIA. Foto: David Herranz | HBO Nordic AB.

Tras la polémica del provocativo póster que equiparaba terrorismo con torturas policiales, se estrenó por fin en San Sebastián, ciudad donde precisamente se desarrolla parte de la trama, la fidedigna adaptación de la exitosa novela de Fernando Aramburu.

El autor propone una lectura, a través de las vicisitudes de dos familias, de los efectos de la lucha fratricida en el País Vasco desde los años 80 hasta el alto el fuego de 2011 y los meses que siguieron, cuando la viuda de una víctima decide volver a su pueblo.

Una producción con D.O. vasca

Nos encontramos en Donosti con Aitor Gabilondo, creador de la serie, y con las veteranas actrices Elena Irureta y Anne Gabarain, que dan vida a las dos matriarcas que se enfrentan en este “western con señoras maduras”, a decir de Gabilondo. 

Irureta es Bittori, la que regresa a su pueblo en busca de respuestas. Anne encarna a Miren, que fue su amiga del alma hasta que su hijo mayor, Joxe Mari (Jon Olivares), se convirtió en el etarra que podría haber disparado contra el marido de Bittori (José Ramón Soroiz), un empresario señalado por ETA por negarse a pagar 25 millones de pesetas en calidad de “impuesto revolucionario”. “Muchos westerns empiezan así”, dice Gabilondo, “cuando llega un personaje al pueblo, y lo pone todo patas arriba. En este caso es una mujer”. 

Elena Irureta y Anne Gabarain, que dan vida a las dos matriarcas de la serie. Foto: HBO.

Gabilondo, Irureta y Gabarain son vascos, como casi todo el equipo de esta producción que estrena HBO. Cuando les preguntas cómo se situaron, en el mundo real, frente al conflicto, no son muy claros. Los tres insisten en que podrían reconocerse en diversos personajes de la serie, y que también depende del momento.

“No veía el conflicto igual cuando tenía 12, 18 o 30 años”, recuerda Gabilondo. “Pero si tuviera que identificarme con un personaje sería Gorka (Eneko Sagardoy)”, el hermano de Joxe Mari, que huye del pueblo para refugiarse en la ciudad, espacio de libertad, y en la literatura. “Entonces, era difícil descodificar lo que sucedía, porque el cuento todavía no se había acabado, y además era un tema del que nadie hablaba, para no meterse en líos”.

La serie se aleja de esa imagen promocional peligrosamente equidistante que, sin duda, logró su objetivo –que se hablara de ella–, por mucho que el escritor se desmarcara rápidamente

Conspiración de silencio

El pueblo innominado, que parece inspirado en Hernani –eterno bastión abertzale a tiro de piedra de Donosti–, puede recordar a un western como Infierno de cobardes (Clint Eastwood, 1973), o a una película como Conspiración de silencio (John Sturges, 1955): En cuanto Txato, el marido de Bittori, es señalado con un sinfín de pintadas amenazantes, absolutamente todo el pueblo, ya sea por cobardía, fanatismo o ambas cosas, le da la espalda. Nadie le apoya. 

“En primer lugar, si el pueblo no tiene nombre es porque no se ha querido estigmatizar Hernani”, aclara Gabilondo. “Puede ser cualquier pueblo. Y la serie es más alegórica que realista, porque la realidad era mucho más compleja, y no se veían las cosas con tanta nitidez”, remata.

Foto: David Herranz | HBO.

“Ni siquiera en los pueblos se daba que todo el mundo fuese de un lado o del otro, ni tampoco todos los curas son como el que aparece en la serie”, añade en referencia al bochornoso párroco, que azuza a sus feligreses para que contribuyan al odio y a la lucha armada. Gabilondo también reconoce que “un pueblo, en el que todo el mundo se conoce, es como una olla presión” y que, como se suele decir, “Pueblo pequeño, infierno grande”. 

Como alegoría de la sociedad vasca en su conjunto, esa mayoría silenciosa que permitió que una banda de pistoleros marcara el paso el resto de la sociedad podría estar representada por el personaje de Arantxa (Loreto Mauleón), hija de Miren que, como Gorka, reniega de la violencia, aunque ha quedado, acaso simbólicamente, paralizada por un ictus. Gabilondo no lo ve tan claro: “Arantxa ha quedado paralizada, pero es la que más se mueve de todos”. 

La palabra ‘opresor’ se repite constantemente en boca de los personajes abertzales de Patria; tanto que pierde cualquier atisbo de sentido

La visión política de Aramburu

Los fans de la novela reconocerán los diálogos del texto original, y echarán en falta algunas escenas necesariamente eliminadas, porque esta serie de ocho episodios de una hora de duración tiene que condensar por fuerza los más de cien capítulos de la novela. Tampoco está por supuesto el estilo indirecto libre con el que Aramburu mezcla la voz neutra del narrador y las voces pintorescas de los principales personajes, con su castellano muy del País Vasco, salpicado con algunas palabras de euskera –las proclamas y los apelativos familiares–. Pero es una adaptación super fiel. 

Sobre todo en lo que respecta a la visión política. La serie se aleja de esa imagen promocional peligrosamente equidistante, que sin duda logró su objetivo –causar polémica, que se hablara de ella–, por mucho que el escritor se desmarcara rápidamente. 

Aunque aparecen “polis malos”; la ya famosa escena de tortura –dos en realidad–, y Miren menta a los GAL como una de las razones de su férrea fe en la lucha armada, tanto la serie como la novela tienen claro quienes fueron los asesinos y quienes sus víctimas. 

De la lectura de Patria emerge inevitablemente el absurdo de asesinar en nombre de una mayoría –el nacionalismo vasco–, que no apoya, o ha dejado de apoyar progresivamente tras la muerte de Franco, la matanza de esas 829 personas, 343 civiles y 486 uniformados que Eta mató después de 1975. Los tres recuerdan que “al principio, ETA tenía el apoyo de una inmensa mayoría, pero que se fue disgregando poco a poco”, conforme avanzaban los años y sumaban los muertos. 

Gabilondo no tiene “ni idea de cómo reaccionará el entorno abertzale, que además tampoco es un espacio monolítico”. Pero el posicionamiento de la serie, por mucho que se trate de humanizar al contrario, es claro y meridiano. 

Una serie que no gustará a ETA

‘Opresor’ es una palabra que se repite constantemente en boca de los personajes abertzales de Patria, hasta que pierde cualquier atisbo de sentido. Cuando se aplica al empresario, llama la atención el contraste, casi caricaturesco, entre el empresario “bonachón” y el siniestro líder de sus trabajadores, un hombre de LAB, el sindicato abertzale, que es quien traza su camino hacia la muerte, sin ni siquiera calcular que también él perderá su trabajo condenando al patrón. 

El posicionamiento de la serie, por mucho que se trate de humanizar al contrario, es claro y meridiano

El estado español también suele ser calificado de ‘opresor’. Aunque ha hecho méritos para ganárselo, con los mentados GAL y las torturas, no cabe duda de que el concepto viene muy bien para externalizar la “lucha armada”, tapando la realidad de que, como suele ocurrir en estos casos, no se trata tanto de una oposición entre España y el País Vasco, como un conflicto entre los propios vecinos, entre amigos e incluso entre familiares. A los terroristas siempre les ha interesado el mito de la “unidad nacional” para respaldar sus sangrientas acciones. 

Foto: David Herranz | HBO.

La serie parte de esta base, un conflicto entre vecinos, para lanzar un mensaje de paz y reconciliación. Y la reconciliación pasa por pedir perdón. “El abrazo final”, dice Gabilondo, “es un abrazo de hierro. Aquí en Donosti, en los dos extremos de la Concha tenemos las esculturas de Chillida y de Oteiza, que simbolizan la furia y la razón. El abrazo final de la serie es como si se se abrazaran la furia y la razón”. 

La catarsis vasca 

Ane dice que “algunas escenas, como las de autobús en llamas o las manifestaciones, fueron como una regresión en el tiempo. Te remueve, pero para bien”. Elena reconoce que lloró “cuando vi el primer capítulo. Ver todo lo que hemos vivido ahí comprimido… Ayer también había mucha gente llorando en la sala. Es una serie conciliadora, que pretende cerrar esa etapa tan larga con un abrazo simbólico, que deja un margen para la esperanza”. 

Aitor asiente: “Contarnos el cuento los unos a los otros ayuda. Aunque sigan habiendo líneas rojas, quizás haya llegado el día de llorar juntos sobre ese trauma. La serie es la historia de ese abrazo, no es otra cosa, todo lo demás ya está más que contado. Para mí, que dos mujeres sin formación, sin agenda oculta, decidan cerrar de alguna manera este ciclo de odio, es algo muy poderoso. Es un abrazo inevitable, porque hay que seguir. No queda otra”. 

Estreno en HBO: 27 septiembre

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