‘Sentimental’: La gran terapia de pareja de Cesc Gay

Hablamos con el realizador catalán de la adaptación al cine de su obra teatral 'Los vecinos de arriba', una desopilante catarsis sobre el mundo de las parejas

Sentimental portada, Cesc Gay.

Sentimental portada, Cesc Gay.

Javier Cámara, Griselda Siciliani, Alberto San Juan y Belén Cuesta forman dos parejas tan literalmente opuestas que sólo tienen en común cohabitar en un mismo edificio, donde los orgásmicos gemidos de unos inundan el piso de los otros. Son los protagonistas de la última comedia de Cesc Gay, basada en su obra de teatro Los vecinos de arriba, un fenómeno en salas de España y Latinoamérica. Charlamos con su director de vecinos, sexo y amor.

Lo suyo es puro teatro

Cuando empezó a escribir Los vecinos de arriba Cesc Gay ni siquiera sabía que iba a ser una obra teatral. A pesar de que su cine, centrado en la palabra y en los personajes, parecía abocarle a los escenarios, por pura modestia nunca se había atrevido a probar suerte como dramaturgo. “Pero en cuanto le di forma al texto, se formó muy rápidamente un equipo, y en apenas dos semanas se armó una producción. Casi me vi empujado” explica a Tendencias

Y lo que tampoco podía imaginar es que la obra acabara convirtiéndose en un fenómeno intercontinental. Tras las representaciones de Barcelona y Madrid, la gira por España y el salto a Argentina, se ha montado en una veintena de países: “Es como venir de tercera regional y llegar a la Champions”, nos cuenta desde su confinamiento preventivo. “He visto la versión colombiana en vídeo, y presencialmente sólo la argentina y la portuguesa, que me gustaron mucho”. 

Empujado por el descomunal éxito de la obra, era natural que al final la acabara convirtiendo en película. Una película que casi puede verse como confinamiento avant la lettre, con tan solo cuatro personajes en un plató, como en Un Dios salvaje, la adaptación que llevó a cabo Roman Polanski de la obra de Yasmina Reza, sólo que mucho más divertida.

El círculo se ha cerrado, y Gay le ha perdido miedo al teatro. Tanto es así, que ya está enfrascado en los ensayos de 53 domingos, su segunda obra teatral, esta vez sobre esos conflictos tan típicos entre hermanos, y acto seguido rodará Historias para no contar, una película de episodios, como la celebrada Una pistola en cada mano. 

A este talento multidisciplinar, sólo le falta rodar otra serie, como ya hizo con Félix pero, aunque tiene alguna idea, dice que él es “un artesano, y me gusta dirigir y escribir yo mismo todo lo que hago. Con las series hay que delegar, porque es mucho trabajo”. 

La historia real de una vecina del director está en el origen de una obra de teatro ahora convertida en película. Cinco años después aún no le ha dicho nada sobre sus sonoros orgasmos

Esos extraños que viven arriba

Los vecinos son todo un mundo, un mundo aparte. Está el marco mental del espacio compartido, hasta cierto punto, del edificio o de la urbanización, y luego la frontera prácticamente infranqueable de la puerta del piso de cada cual, que siempre da mucho apuro traspasar, aunque sólo sea para pedir prestado un abrelatas o una selladora (por cierto, tengo que devolverla). 

Independientemente de si nos caen bien o de si nos parecen salidos de La semilla del Diablo, se da entre vecinos un acuerdo tácito de no invadir el espacio vital del otro, que tiene en su casa su último refugio, ese reposo del guerrero donde nos lamemos las heridas al abrigo de la mirada de los demás. “Aunque es curioso, porque con el confinamiento se han generado vínculos muy interesantes entre vecinos de un mismo edificio, por lo general no entras en la intimidad de las casas. Es difícil entrar en las casas”, admite Gay. “No es algo normal, porque los vecinos no son amigos. Es algo incómodo, y te pones en contra”. 

Sentimental, una escena con Javier Cámara
Toda la película se desarrolla con tan solo cuatro personajes en escena.

El personaje de Griselda Siciliani parece cargado de buenas intenciones, sólo pretende hacer buenas migas con sus vecinos, como en las películas americanas, que a la primera de cambio se te presentan con un pastel casero, pero el público de aquí (a saber en Latinoamérica) se pone en la piel de Cámara, el misántropo que se pasea por el piso con un libro de Houellebecq. “Lo del libro fue casualidad, era uno que podíamos usar, y estaba por ahí. Me gusta dejar algunas cosas al azar”. 

Hablemos de sexo con los vecinos

En el origen de todo están los sonoros orgasmos de la vecina de Cesc Gay: “Cuando mi vecina empezó con los gemidos, se generó un diálogo que está en la película. Mi hija me preguntaba que qué pasaba. Se levantaba asustada, pensando que éramos nosotros los que gritábamos. Y se lo empecé a contar a gente, que me decían cosas muy divertidas, como ‘No le digas nada, porque igual ya no va a tener los orgasmos que tiene’. Eso me lo dijo una mujer, como te podrás imaginar”. 

“Lo más morboso, lo que más me pone, es que han pasado cinco años, he hecho la obra de teatro y la película, y nunca hemos hablado de ello. Ella es extranjera, más o menos de mi edad, aunque vive en otra realidad. Pero cuando me la encuentro en el ascensor, y me pregunta qué tal, pienso: he hecho una obra de teatro y una película gracias a ti”. Pero no se lo dice. Porque, aunque el sexo está en todas partes, en el cine, en la publicidad, en las series, sigue siendo un tabú. Sobre todo, entre vecinos. 

Sin desvelar demasiado de la trama, diremos que la aparición de los vecinos de arriba nos confronta a ese tabú, como si hubiéramos dado de bruces con la consulta de la Doctora Ochoa. “El sexo genera pudor, vergüenza, incomodidad, excitación. Lo veía en el teatro. Cuando se abría la puerta a la temática sexual, cambiaba la actitud del público. Por lo que he podido ver en las salas ocurre lo mismo”. En cuanto a la vecina, la covid-19 le ha librado de tener que invitarla al estreno de la película. Eso sí que hubiera sido raro. 

Hablar de sexo con los vecinos nunca es cómodo ni sencillo.
Hablar de sexo con los vecinos nunca es cómodo ni sencillo.

Y para acabar: terapia de pareja

Sentimental no sólo nos confronta con suma inteligencia a las pequeñas incomodidades de nuestra cotidianidad (cosa que personalmente me encanta ya que tengo debilidad por la exploración de lo aparentemente banal e irrisorio, que en el fondo oculta un micromundo tan grande como cualquier otro), y nos confronta al sexo, en toda la gama de posibilidades que se abre entre estas dos parejas tan opuestas, sino que además también puede ser una experiencia trascendental, incluso regeneradora. 

‘Sentimental’ es una experiencia puramente catártica, necesaria en estos tiempos aciagos, que apela por igual al intelecto, a los sentidos y a las emociones

Philipp Engel

Si los vecinos de arriba viven un periodo de desenfreno sexual, los de abajo son la típica pareja que lleva un tiempo sin tocarse, que se levantan y se acuestan a horas distintas, que lo hacen todo para evitarse en el espacio comunitario y que, cuando se encuentran, es para discutir sin piedad. Unos son muy felices, y los otros representan lo peor del mundo de la pareja. 

Difícil imaginar a alguien que, en algún momento de su vida, no haya pasado por un momento de distanciamiento desagradable en esa onda. Lo normal es reconocerse, algo bastante instructivo, incluso terapéutico, pues Sentimental es una experiencia puramente catártica, necesaria en estos tiempos aciagos, que apela por igual al intelecto, a los sentidos y a las emociones. El público se ríe de buena gana, puede llegar a excitarse y finalmente a reflexionar sobre sus propias miserias, con ganas de abandonarlas en la papelera al salir de cine y de llegar pronto a casa para una sesión de cariño mutuo. La única mala noticia es lo que ha pasado con los cines esta semana, un entorno seguro inútilmente castigado por una gestión pandémica equivocada. 

Estreno: 30 de octubre

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