El fenómeno ‘Minari’: ¿El ‘Parásitos’ de los Oscar 2021?

Una nueva familia surcoreana amenaza con hacer historia en los próximos Oscar, esta vez con una sensible y contenida fábula sobre el sueño americano

MINARI, de Lee Isaac Chung. Foto. David Bornfriend/A24.

MINARI, de Lee Isaac Chung. Foto: David Bornfriend/A24.

Más de uno se quedó patidifuso cuando Parásitos arrasó en los pasados Oscar. Otra familia coreana avanza este año a pasos agigantados hacia la gala de la Academia, aunque esta vez se trata de una producción estadounidense, con el sello de calidad de A24, la que narra las vicisitudes de esa familia trasplantada al Arkansas de los años 80, en plena era Reagan, aunque la película tiene una textura más bien lírica y atemporal.

Las similitudes entre Minari Parásitos no llegan muy lejos en el aspecto formal y temático, más allá de que ambas estudian los lazos familiares, pero el recorrido es análogo. Bong Joon-ho empezó ganando la Palma de Oro en Cannes, mientras que Lee Isaac Chung emprendió su triunfal andadura cuando Minari conquistó los premios del público y del Jurado en Sundance. Si Bong arrancó desde lo más alto, para Chung era sólo el principio del camino.

Luego Minari se llevó el Globo de Oro a la Mejor Película en Lengua Extranjera, desbancando a firmes candidatas al Oscar a la Mejor Película Internacional como las aquí ya comentadas La llorona, La vida por delante y Entre nosotrasademás de Otra ronda, y recibió numerosos reconocimientos de la crítica, más los que están por llegar, y así hasta la gala de los Oscar más raros de la Historia, que tendrá lugar el próximo lunes 26 de abril.

Una película semi-autobiográfica

Steve Yeun, conocido del gran público por su participación en The Walking Dead, y Keri Han, que forman pareja en la película, así como sus dos hijos –Noel Cho y el pequeño Alan S. Kim–, podrían colarse en las nominaciones, sin olvidar a la abuela robaescenas, encarnada por la veterana Youn Yuh-Jung, que podría descolgarse con un Oscar a la Mejor Secundaria, por ese papel de matriarca díscola, que juega a las cartas y mira lucha libre cuando cuida a los niños.

Ellos componen la familia que Lee Isaac Chung ha modelado inspirándose en la suya propia, ya que sus padres también llegaron a Estados Unidos en los años 70, y se instalaron en Arkansas, donde creció en una granja como el pequeño David, que en la película todavía moja la cama, como reacción al cambio de vida supone instalarse en una casa prefabricada en medio de la nada.

«Todo el mundo puede verse reflejado en las angustias y ansiedades de los Yi, que simplemente buscan la manera de salir adelante y procurarse una vida mejor»

Philipp Engel

Ese pequeño David, que de tener orígenes nipones haría pensar en los niños de Ozu, Kitano o Miyazaki, es el punto de vista que tiñe de ternura y candidez las tensiones diarias en el seno del matrimonio Yi. Ella hubiese preferido quedarse en Los Ángeles, pero él está empeñado en cultivar su propio jardín, que diría el Cándido de Voltaire, para escapar a su destino de experto sexador de pollos, esa profesión tan bien pagada como escasamente anhelada por la mayoría de la Humanidad.

Nadie quiere ser sexador de pollos

Jacob es un hacha distinguiendo a las hembras de los machos, que acabarán convertidos en humo, pero la profesión con la que se ha ganado la vida itinerantemente desde que llegó a Estados Unidos con su mujer e hija, no le satisface. Y ahí entra el mito de la buena tierra, que descubrirá que no es tan fácil de cultivar. La planta que da título al film, sembrada caprichosamente por la abuela junto al río, crece en cambio a su aire sin mayor problema. Ahí hay metáfora.

MINARI, de Lee Isaac Chung. Foto: Josh Ethan Johnson.
MINARI, de Lee Isaac Chung. Foto: Josh Ethan Johnson.

Entre los muchos fans de la película se cuentan por ejemplo el admirado novelista Chang-rae Lee (habitualmente publicado por Anagrama), que a su vez llegó con apenas tres años desde su Corea (del Sur) natal. En declaraciones recogidas en The New York Times, se congratula del delicado verismo en la experiencia reflejada en Minari y se felicita de que el tópico del “conflicto racial” estuviera prácticamente ausente de la historia.

En efecto, los Yi, que provienen de un país donde el cristianismo también arraigó con fuerza (como mostraba la ya clásica Secret Sunshine, de Lee Chang-dong, 2007), sintonizan bastante bien con los campesinos de la Bible Belt, adoptando la iglesia como lugar de encuentro social, el único en realidad fuera de su casa prefabricada sobre ruedas y la fábrica de pollos. Pese a su fanatismo religioso, los hillbillys son retratados como personas normales y corrientes, sin que el choque de civilizaciones vaya nunca a mayores.

‘Minari’ es una versión renovada del sueño americano

El secreto de su éxito

Minari no es la primera película de Chung. El primero de sus cuatro largos se presentó, de hecho, con éxito en Cannes, pero nada dejaba prever el fenómeno Minari, que no es fácil de explicar. Está esa mirada infantil, delicadamente enfatizada por la partitura de Emile Mosseri y la luminosa fotografía de Lachlan Milne, que suaviza los dramas de la vida adulta. Hablábamos antes de un Ghibli de carne y hueso, y no es extraño que Chung haya sido requerido para dirigir un remake en imagen real de Your Name, uno de los animes más celebrados de los últimos años.

‘Minari’ es una versión renovada del sueño americano. Foto: Josh Ethan Johnson/A24.

Luego está el también mentado sueño americano, en versión renovada, aunque, como es sabido, cuanto más específica es una historia –coreanos en Arkansas–, más universal resulta. Todo el mundo puede verse reflejado en las angustias y ansiedades de los Yi, que simplemente buscan la manera de salir adelante y procurarse una vida mejor. En el marco de un minimalismo amable, las pruebas que tendrán superar los Yi entran siempre dentro de lo plausible, de lo cotidiano, sin desbordar nunca en el tremendismo, ni cuando asoman accidentes o enfermedades.

Al final, Minari ha causado sensación por lo certero de esa colección de estampas, necesariamente fraccionada, como un álbum de fotos familiar, que el pasado nos devuelve esta vez sin nostalgia, porque no hay nada épico o espectacular en los acontecimientos que narra. Sólo es el pasado. Un pasado en el que lo más absolutamente banal únicamente adquiere especial sentido porque se trata de seres queridos, y Chung ha sabido transmitir ese amor en un hábil equilibrio de mirada personal y cine con vocación popular. El punto exacto que genera callado consenso en el patio de butacas.

Estreno: 12 de marzo en cines.

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