‘Reina del grito’: los terrores favoritos de las mujeres

Junto a una nueva ola de directoras de cine fantástico, aparece un sugerente ensayo que ilustra los miedos femeninos con películas de terror

En plena resaca de Halloween, y después de un Festival de Sitges marcado por la aparición de una nueva ola de directoras de cine de terror, nos llega Reina del grito (Blackie Books), un ensayo autobiográfico de la crítica Desirée de Fez en el que ilustra los miedos femeninos con las películas que han marcado personalmente. Algo está cambiando en el género del cine de género. 

Es sabido que, salvo honrosas excepciones, el cine fantástico y de terror era territorio predominantemente masculino hasta que, hará cosa de un lustro, irrumpió una generación de directoras con películas importantes, como Ana Lily Amirpour (Una chica vuelve a casa sola de noche, 2014), Jennifer Kent (Babadook, 2014) o Karyn Kusama (La invitación, 2015), que hicieron historia dentro y fuera del género, anunciando cambios en el horizonte. 

Cuando el cine de género cambia de género

En la pasada edición del Festival de Sitges, el festival de cine fantástico más grande del mundo, trascendieron, más allá de los sempiternos datos porcentuales, nuevas y extraordinarias películas dirigidas por mujeres como She Dies Tomorrow, de Amy Seimetz, que se estrenó la semana pasada en los cines que quedaban abiertos; Relic, de la australiana Natalie Erika James, cuyo estreno acaba de aplazarse indefinidamente, o Saint Maud, de Rose Glass, que llegará a los cines, si el Covid-19 lo permite, el próximo día de Navidad. 

‘Saint Maud’ es el primer primer largo de Rose Glass.

Reina del grito, en el que podría decirse que De Fez nos cuenta su vida “como si nos estuviéramos tomando un café”, recoge esta evolución del cine de terror y al mismo tiempo es consecuencia directa de ella.

Al igual que estas directoras que han renovado el género con propuestas refrescantes, ella también ha querido aportar algo original al mustio género de los ensayos cinéfilos. Conceptualmente, Reina del grito resulta interesante pues, a partir de 18 películas y una serie, cataloga una panorámica de miedos femeninos con los que cualquier mujer puede llegar a identificarse. Una manera de contarse a sí misma, sin olvidar a los demás, y con las películas siempre en lo más alto, como tiene que ser. 

A partir de 18 películas y una serie, ‘Reina del grito’ cataloga una panorámica de miedos femeninos con los que cualquier mujer puede llegar a identificarse

‘She Dies Tomorrow’: Miedo a morir mañana

El segundo largo como directora de la también actriz Amy Seimetz parte de una premisa que no puede ser más extraña. Al cabo de unos 20 minutos en los que vemos a la protagonista (Kate Lyn Sheil) beber copas de vino bailoteando al son del Lacrimosa de Mozart, en la casa de Los Ángeles a la que acaba de mudarse, descubrimos que ha contraído un extraño virus –la certeza de que morirá al día siguiente–, que contra todo pronóstico irá transmitiendo a sus conocidos. Alguien la definió como Contagio (Steven Soderbergh, 2011), pero dirigida por David Lynch, y no iba desecaminado. 

Para Desirée de Fez, “She Dies Tomorrow es una película que habla de las ansiedades del presente con una claridad brutal, y probablemente de una manera más intuitiva que premeditada. Se rodó antes del confinamiento, pero es una película sobre lo que estamos viviendo ahora. El confinamiento no me descubrió nuevos miedos, sino que potenció los que ya tenía, como el miedo a la muerte, la hipocondría, el miedo a enfermar y a transmitir la enfermedad”. 

El currículum de De Fez es largo de leer pero puede resumirse a “especializada en cine de terror”. Puede parecer extraño que alguien que se presenta como una persona ultramiedosa, de manera un poco exagerada en aras de una cierta comicidad, haya prácticamente dedicado su vida al cine de terror –una especialización que podría rozar la obsesión casi patológica-, pero para ella es lo más normal del mundo: “Hay mucha gente que es muy miedosa, o con fobias muy concretas, y que les gusta el cine de terror, y luego gente que en su día a día tiene mucho arrojo, y no disfrutan con el cine de género”. La vida, ya se sabe, está llena de paradojas. 

No deja de ser extraño que alguien como De fez, que se define como ‘ultramiedosa’, haya dedicado su vida al cine de terror

Al mismo tiempo, señala que su libro le ha servido “de catarsis, pero no de terapia. Para mí, no se trata de combatir el miedo a través de películas de terror, sino de darme cuenta gracias a ellas que dispongo de más recursos de los que me imaginaba para combatirlos. Al ver tus miedos reflejados en la pantalla, te das cuenta que no estás sola, porque son compartidos, y además puedes percibirlos de una forma mucho más acotada, porque, a diferencia de la vida, ahí tienen un principio y un final”. 

‘Relic’: Miedo a la herencia familiar

En el primer largo dirigido por Natalie Erika James, aparecen tres generaciones de mujeres. Entre la abuela con Alzheimer y la adolescente rebelde, está Emily Mortimer cuyo personaje, según De Fez, “teme no estar a la altura ni como madre, ni como hija. La enfermedad mental que padece la abuela no es el centro de la película. Como en Hereditary (Ari Aster, 2018), aunque de manera menos extrema, Relic también habla de los miedos que se transmiten de madre a hija”. 

El final de la película, bastante antológico, revelará incluso que esa negra transmisión remonta a un pasado mucho más remoto, a una reliquia que la familia no ha podido dejar atrás, porque, como sucede también en el mundo real, las maldiciones se transmiten por la sangre. Todos arrastramos una tara que viene de nuestros ancestros. Una tara de la que no podemos deshacernos. 

Relic podría ser un estupendo ejemplo de lo que daba cierto apuro llamar “mirada femenina”. “Nosotras mismas nos autocensurábamos, porque hablar de la mirada femenina, que asociábamos a la parte más sensible, nos parecía una manera de autoexcluirnos”, como si las mujeres fuesen un mundo aparte, condenadas al ostracismo en un entorno particularmente machista como es el del cine de terror, cuyo público, hasta hace poco más de un lustro, podía parecer cortado por el patrón del heavy con sobrepeso que no había visto nunca la luz del sol. 

En Reina del Grito, donde comenta tanto las películas dirigidas por hombres de sus años de formación -con especial predilección por La posesión (Andrzej Zulawski, 1981) presidida por una inmensa Isabelle Adjani–, como las de la penúltima ola dirigidas por mujeres, De Fez dice haberse guiado por aspectos “más emocionales y temáticos. He detectado muchas coincidencias en las películas hechas por mujeres en ese sentido, porque están hechas desde la experiencia, desde un punto de vista muy personal, como queriendo contar algo que ha permanecido callado durante demasiado tiempo. Pero estoy segura de que si alguien se dedicara a analizarlas desde un punto de vista más estrictamente formal, también detectaría rasgos comunes”. 

‘Saint Maud’: Miedo a convivir con la culpa

El primer largo de Rose Glass es posiblemente uno de los que más brilla en el aspecto formal, también gracias a la fotografía de Ben Fordesman –un hombre, qué le vamos a hacer–. La película es una hagiografía en toda regla. Cuenta la historia de una joven enfermera, entregada al cuidado de enfermos terminales, que arrastra consigo un sentimiento de culpa por lo que parece una vida que no supo salvar. Será una vida de sacrificios, hasta la elevación final.

“Ese es el aspecto que más me interesó”, dice De Fez, “el de la culpa, y cómo la protagonista utiliza su propio cuerpo a modo de castigo, hasta el punto de convertirse en una santa”. El masoquismo, que tan bien conocemos por el silicio católico, y el imaginario religioso son reciclados con audacia y estilo por Glass para esta película que, de alguna manera, también explora los arrabales de la sociedad británica a través de las vicisitudes de esta Maud solitaria, dicho esto simplemente porque me viene bien para conectarlo con el costumbrismo periférico de Reina del grito.

De Fez nos cuenta, decíamos, su vida, y en particular una infancia sin vacaciones, entre el piso 12 de una torre de Cornellá, en la periferia de Barcelona, y el videoclub del barrio, algo que me lleva a pensar que el cine fantástico siempre ha tenido algo de periférico. No sé si por el paisaje, con esos descampados que le daba miedo atravesar al salir del colegio, o también porque desde la crítica más conservadora siempre se ha tendido a despreciar, absurdamente, el cine de género, relegándolo a los márgenes del buen gusto cinéfilo. 

La crítica está de acuerdo en que muchos de los mejores directores y directoras de cine fantástico vienen precisamente de la periferia, pero lo achaca sobre todo a la cultura de videoclub, “donde el terror y las artes marciales eran los géneros más populares”. Cine de terror, cine de barrio.

a.
Ahora en portada