‘Oro blanco’ + ‘Un blanco, blanco día’: doble sesión de cine islandés

El 26 de junio se estrenan dos películas made in Islandia, 'Un blanco blanco día' y 'Oro blanco', dos buenas muestras de una cinematografía en efervescencia

Las nuevas películas de los islandeses Hlynur Pálmason y Grímur Hákonarson se parecen, y a la vez son radicalmente distintas. Las dos transcurren en la Islandia profunda, lejos de la capital, Reikiavik, y ambas son dramas que se originan cuando la pareja de sus respectivos protagonistas -Inga e Ingimundur- fallecen, muy posiblemente por voluntad propia, al volante de su vehículo. Las dos llevan en el título un color que se asocia con los mayestáticos colores islandeses, y son historias de duelo que se complican de mala manera. 

Hace ya un tiempo que el cine islandés está de moda. Más allá de que los mentados fiordos hayan servido de telón de fondo a grandes producciones foráneas, ya sean películas (Prometheus) o series (Juego de Tronos), el cine autóctono ha ganado en proyección internacional con una nueva generación de realizadores que, a lo largo de la última década, se ha prodigado por los festivales. Además de Hákonarson y Pàlmason, también están, por ejemplo, Sigurðsson (Buenos vecinos), Rúnarsson (Sparrows), Erlingsson (La mujer de la montaña), y algún otro con el apellido acabado en -son, un sufijo que significa «hijo de», como nuestro -ez.

El título de ‘Oro blanco’ no viene de la nieve islandesa, sino de la leche de las vacas que su protagonista, Inga, debe seguir produciendo cuando su marido se quita de en medio

Oro blanco

El título de ‘Oro blanco’ no viene de la nieve islandesa, sino de la leche de las vacas de una granja.

Lo mismo en series. A pesar de que Islandia está entre los países más felices del mundo -todos nórdicos-, y que la actividad criminal de la isla no deja más de un cadáver al año, Baltasar Kormákur, el pope del cine islandés, se apuntó a la fructífera tendencia del noir nórdico con la influyente serie Atrapados (vista en Movistar+), que marcó tendencia, abriendo a la veda a eficaces imitaciones, como Los asesinatos del Valhalla, que llegó a Netflix en marzo pasado.

[Para leer más: ‘Los lobos’: los niños mexicanos que no quiere Trump]

‘Oro blanco’: el cuento de la lechera

Hákonarson venía de dar campanada con Rams (2015), relato rural de hermanos pastores taciturnos que, después de décadas sin dirigirse la palabra, se funden en un abrazo solidario cuando llega una epidemia que arrasa con sus respectivos rebaños. La película dio la vuelta el mundo en 40 países, incluido el nuestro, donde cosechó la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid.

Oro blanco, el título del que ya es su tercer largometraje, no viene de la nieve islandesa, sino de la leche de las vacas que Inga (Arndís Hrönn Egilsdóttir), que tiene que seguir produciendo sola después de que su marido se quitara de en medio a raíz de la presión que ejercía sobre él una cooperativa mafiosa, cuyos tejemanejes ella se atreve a denunciar con un largo post en Facebook. A partir de ahí, Inga se encontrará sola ante el peligro.

 

 

 

Inspirada por la última cooperativa de estas características que sigue operando en el norte de Islandia, la película vuelve a ser una mezcla de cine social, político incluso, a la manera de un Ken Loach más sofisticado y paisajístico, con debilidad por las postales de la ruda vida en el campo (arranca con un parto vacuno). Un sólido drama, que resulta idóneo como primera parte de esta doble sesión islandesa, con la que poder celebrar el retorno a las salas oscuras, donde la siempre excesiva refrigeración contribuirá a meternos en la historia.

‘Un blanco, blanco día’: la fábula del policía jubilado

La verdadera revolución del cine islandés llega con este segundo film de Hlynur Pálmason que supera a su notable debut (Winter Brothers, disponible en Filmin), y se sitúa a la vanguardia del cine nórdico. Siete años más joven que Hákonarson, Palmason es un artista multidisciplinar -también pinta, esculpe, hace fotos…-, que siempre trabaja, rodeado de sus familiares y amigos.

 

 

La casa que, en el prólogo del filme, se supone que Ingimundur (Ingvar Sigurdsson, visto en Atrapados) reforma atravesando las estaciones, como una obvia metáfora de su intento de reconstrucción personal tras la muerte de su mujer, es la del propio realizador, y la preciosa niña rubia que le acompaña interpretando a su nieta no es otra que la hija de Palmason en la vida real. Esa intimidad entre el artista y su creación es algo que se nota, y beneficia a la película, hecha con calma, prestando atención a todas sus posibles y misteriosas ramificaciones.

Sobre el papel, Un blanco, blanco día es un thriller de venganza, con ocasionales explosiones de sangrienta violencia, pues el conflicto nace cuando el expolicía descubre que su mujer le engañaba con otro y se obsesiona con ello. Pero en la práctica es más bien un drama cauto y sigiloso, atento a todo lo que encuentra en su camino, con momentos de gran ternura y emoción (sobre todo en cuanto a la relación de Ingimundur y su nieta), que culmina, además, con el Memories, de Leonard Cohen, a modo de clímax catártico. ¿Qué más se puede pedir?

a.
Ahora en portada