‘La profesora de piano’: Berlín es la sinfonía de una gran ciudad

La capital alemana atrae la mirada de múltiples cineastas como Jan Ole Gerster, que vuelve con la otra cara de ‘Oh, boy’

Jan Ole Gerster sólo ha dirigido dos largometrajes en siete años: Oh Boy, su ópera prima, y La profesora de piano. La primera era el retrato en blanco y negro de un joven berlinés; la segunda –que llega a las salas este viernes 17 de julio-, el de una mujer madura que podría ser su madre, filmada a todo color.

Son dos películas mellizas, que a la vez se parecen y son distintas: ambas transcurren en un solo día, pero en diferentes barrios de Berlín. Una al este, y la otra al oeste. 

Una comedia triste

Oh Boy podría haber sido una película tan triste y desoladora como El fuego fatuo (1963), que Louis Malle llevó a cabo a partir de la novela homónima del adorado Drieu La Rochelle. 

La profesora de piano, enlazada con ‘Oh Boy’ retrata la vida de una mujer madura en el Berlín occidental

Pero el danés Joachim Trier ya había llevado su personal relectura con Oslo, 31 de agosto (2011). Y Gerster prefirió hacer una comedia. Una comedia, entendámonos, a la alemana. Es decir tristísima, con unos índices de melancolía insoportables para el latino que no duerme con Schopenhauer en la mesita de noche. 

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Corinna Harfouch, la profesora de piano, frente a su hijo (interpretado por Tom Schilling). Foto: Alfa Pictures

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La profesora de piano también es una comedia, tan alegre y desenfadada que arranca cuando la protagonista está a punto de tirarse por la ventana. No es que me guste bromear sobre el tema, y menos con la que está cayendo. Pero el suicidio es una idea que siempre se puede dejar para el día siguiente.

 


Tráiler de ‘La profesora de piano’

Es lo que le ocurre a la protagonista, interpretada por la histórica Corinna Harfouch (la Magda Goebbels de El hundimiento). Le llaman a la puerta cuando menos se lo espera. 

‘Oh Boy’ en los alrededores de Mauer Park

Recuerdo haber estado en Berlín más o menos en la época en la que se rodó Oh Boy. Y luego, a la vuelta, volver a ver lo que había visto en pantalla grande, y en blanco y negro.

Una sensación extraña. Me acuerdo de Kastanienallee, que termina en el mítico cruce, con el tren elevado y el puesto de salchichas, de la Schönhauser Allee y la Eberswalder Strasse. Era un barrio muy de moda, con cafés hipsters, tiendas de vinilos, y de ropa de segunda mano repletas de gorras militarse de la RDA. En el Mauer Park, justo al lado, el mercadillo más famoso de Berlín

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Una lectura trágica y con toques cómicos (al estilo alemán). Foto: Alfa Pictures

«Sí, yo por entonces vivía por ahí», comenta el director a través de Skype. «Estaba harto de ver en las películas un Berlín que no me parecía real, y por eso rodé mi propia película. La mayoría se filmó, como decías, en lo que era la parte Este, aunque también había algunas escenas en Kreuzberg, que formalmente perteneció al Oeste, porque estaba al otro lado del muro». 

Los pasos en la ciudad

Oh, boy, sigue los pasos de Niko Fischer, un perdedor de manual interpretado por el joven Tom Schilling, mientras busca un simple café por las calles de la ciudad. El concepto recuerda inevitablemente a las películas de Jim Jarmusch, y en particular a sus cortos en blanco y negro de la serie Coffee & Cigarettes, aunque con un humor, como decíamos, más bien germánico.

La única película alemana con la que, ahora mismo, recuerdo haberme reído a carcajadas es la magnífica Toni Erdmann, de Maren Ade. Habrá más, pero no acuden a la mente con facilidad. 

Gerster hace como que se ríe en la pantallita del ordenador. «La verdad es que vivo rodeado de gente muy graciosa, y nos reímos muchísimo todo el rato. Pero es verdad que, cuando pongo la tele, y veo a los cómicos alemanes no me hacen ninguna gracia». Lo mismo me pasa a mí, pensando en la tele de mi país, estoy a punto de decirle. Pero pasamos a otra cosa. 

‘La profesora de piano’ paseando por la Kurfürstendamm

Al contrario de Oh Boy, el segundo largo de Gerster se desarrolla en su mayoría en el lado oeste, concretamente en el barrio burgués de Charlottensburg, en el que recuerdo que me alojé por error la primera vez que volé a Berlín.

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Lara Jenkins asiste al concierto más importante de su hijo. Foto: Alfa Pictures

Era muy bonito, pero tremendamente aburrido, en contraste con el resto de la ciudad, donde se puede hacer cualquier cosa a cualquier hora, como comer bocadillos gigantes a las cinco de la mañana, que era cuando me entraba el hambre de verdad. 

Gerster filmó en Charlottensburg para evitar los tópicos relacionados con el Berlín oriental en los años del comunismo

“Sí, Charlottensburg es un barrio burgués, muy clásico y muy conservador, con cafés que no han cambiado en los últimos 40 años. Quise rodar ahí por varios motivos. Primero porque pegaba con la clase social de la protagonista, y porque me gusta la arquitectura de la zona”, dice el director.

“Pero sobre todo no quería rodar la película en el Este, porque no quería atribuirle ningún pasado relacionado con el comunismo, sobre todo al ser ella una ex funcionaria que ha trabajado para el estado como profesora de piano. Ya hay muchas películas sobre ese tema, y se ha convertido en un tópico. Quería que la película fuese algo más universal”, agrega. 

Cuando decíamos que Corinna Harfouch podría haber sido la madre de Tom Schilling es porque es el mismo Tom, un poco más crecidito, quien interpreta a su hijo.

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Él es un concertista y compositor de piano que está a punto de dar el concierto más importante de su vida, justo en el día del 60º cumpleaños de su madre, que proyecta toda su frustración en él, por haber abandonado en su día su carrera para abrazar la grisura del profesorado. 

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Lara Jenkins vive en efecto algo parecido a una catarsis. Foto: Alfa Pictures

Recuerdos de Haneke

Aunque es inevitable pensar en la Isabelle Huppert de La pianista (Michael Haneke, 2001), y es mejor no hacerlo porque Huppert sigue siendo la mejor actriz del mundo, Corinna Harfouch nos da un estupendo recital de mujer decepcionada con su propia vida.

Ese momento, avanzado en el tiempo, de echar la vista atrás, y considerar que no ha valido la pena, que todo ha sido un error, y que no hay tiempo ya para reconducir la cosa de ninguna manera. La gran comedia alemana. 

“Soy un gran fan de Haneke, pero en sus películas también encontramos reminiscencias de Bresson o de su propio cine. Por otro lado, creo que hay mucha gente como Lara Jenkins. Y creo que, aunque ella es una mujer, es algo más común en los hombres. Somos más cínicos, y menos pragmáticos. Nos obstinamos en defender todo el rato las elecciones que han determinado nuestra vida, como si nos fuera la vida en ello. Nunca estamos dispuestos a reconocer que nos hemos equivocado en algo”, precisa el director.

La amargas lágrimas de Lara Jenkins

«Ella sin embargo aprende algo», añade, misterioso, Gerster. Al final de su jornada berlinesa, Lara Jenkins vive en efecto algo parecido a una catarsis… 

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Tom Schilling vuelve al papel que tuvo en ‘Oh,boy’. Foto: Alfa Pictures

«Sí, es un personaje muy antipático, amargado y frustrado, pero creo que al final, cuando se entienden todas las decepciones y el dolor que la han llevado a esa negatividad, te entran ganas de abrazarla. Y además, cuando leí el guion, que no es mío, sino del esloveno Blaz Kutin, me identifiqué mucho con el personaje”.

“Cuando llegué a Berlín para estudiar cine me aterrorizaba la idea del fracaso”, dice Gerster

“Cuando llegué a Berlín, desde el pueblo donde nací, para estudiar cine, me aterrorizaba la idea del fracaso, y la misma idea de convertirme en director de cine, cosa que me imponía muchísimo, hasta tal punto que lo que más había deseado en toda mi vida podía convertirse en una experiencia negativa». 

Además de la desquiciada interpretación de Harfouch, en la que podemos ver reflejadas nuestras más selectas miserias, La profesora de piano -simplemente Lara, en su título original– nos brinda la posibilidad de volver a pasear por un Berlín otoñal espléndidamente fotografiado por Frank Griebe, que ya firmó la foto de Lola, corre, Lola (Tom Tykwer, 1998), otra de esas míticas películas berlinesas que han ido sedimentando en nuestras retinas desde Berlín, sinfonía de una gran ciudad (Walter Ruttmann, 1927), que no fue la primera, pero sí tiene mucho de mito fundacional.

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