‘Gaza mon amour’: los palestinos tienen la risa floja

Pese a las bombas israelíes, los palestinos no han perdido, todavía, su sentido del humor, como demuestra esta comedia romántica ambientada en la franja de Gaza

Gaza mon amour.

Haz el amor, y no la guerra, bien podría ser el implícito mensaje de esta comedia humanista que tiene tres grandes protagonistas: una modista de mercadillo, un pescador taciturno ya sexagenario y una estatua fálica de Apolo salida de las profundidades del Mediterráneo. El pescador está enamorado de la modista, pero no se atreve a dar el paso, y la aparición de la estatua enturbia más la situación, particularmente en lo que respecta a las autoridades locales de Hamás.

El humor palestino es universalmente conocido gracias a las películas de Elia Suleiman, y su inquebrantable deuda con Jacques Tati, pero el realizador de Intervención divina (2002) o (2019), nació y creció en Nazareth, en el norte de Israel, mientras que los hermanos Tarzán y Arab Nasser, codirectores de Gaza mon amour que, físicamente son como si Demis Roussos se hubiese partido en dos personas, nacieron y crecieron en la franja de Gaza, un marco bastante distinto: “Nos comparan a menudo con Suleiman, simplemente porque también es palestino, también con el humor de Jarmusch o Kaurismäki, que nos encantan, pero nosotros tenemos nuestro propio estilo y nuestro propio punto de vista. Aunque vemos muchísimas películas, nuestra inspiración no es el cine, sino el mundo real”, aseveran los gemelos Nasser.

Los hermanos palestinos Tarzan y Arab Nasser. Foto: Nacho Gallego | EFE.

Los telediarios nos arrojan imágenes de Gaza bajo las bombas, en ruinas, con decenas de muertos víctimas de la superioridad israelí, pero los Nasser han querido reflejar la vida cotidiana de la gente normal: “Sí, estamos un poco hartos de todos esos clichés, y queríamos mostrar como es el día a día de personas tan normales como los personajes encarnados por Salim Dau y Hiam Abbass. De hecho, escribimos la película pensando en ella, con la que ya habíamos trabajado en nuestra primera película, Dégradé, que estrenamos en Cannes 2015”.

No en vano, desde la mucho más grave Paradise Now (Hany Abu-Assad, 2005) a la reciente teleserie marca HBO Succession, Abbass es la mayor estrella palestina, y vuelve a bordar su composición con este personaje de modista recatada, que resiste los tímidos avances del pescador barbudo.

Un Apolo especialmente bien dotado

La chispa de la que nació la película es un hecho real, convertido en leyenda urbana: “En 2014 encontraron una estatua griega y el gobierno enseguida se la apropió con la intención de venderla, y llenar las necesitadas arcas del estado, aunque nadie sabe muy bien qué fue de ella porque la casa del alto mandatario de Hamás donde se encontraba fue bombardeada por Israel, y nunca más se supo”. La estatua desapareció bajo los escombros.

Al Apolo original se le rompió un dedo, los hermanos Nasser han preferido que fuese el pene, un pene de considerable tamaño, en comparación con lo que suponemos una medida estándar, y ese miembro amputado causará no poco embarazo en una sociedad donde el miembro masculino, como tantas otras cosas, es tabú. En la película acaba simbolizando también la tensión sexual entre el pescador y la modista, que podría acabar teniendo un final feliz, que no revelaremos.

Lejos de las imágenes de Gaza bajo las bombas, en ruinas, con decenas de muertos víctimas de la superioridad israelí, los Nasser han querido reflejar la vida cotidiana de la gente normal

Primero por el confinamiento, luego por las bombas y finalmente por toda una serie de lo que, en determinados contextos, pueden pasar por provocaciones –como ese pene errante, algunas alusiones a la homosexualidad, una visión muy crítica de Hamás o de esa sociedad fuertemente anclada en tradiciones asfixiantes–, la película no se ha estrenado ni en Israel, ni en Palestina, “aunque la gente la ha visto online, y les ha gustado mucho porque es muy realista en ese reflejo de la vida cotidiana que comentábamos antes. También habrá otras personas que la odiarán y se enfadarán muchísimo, por supuesto, pero eso también puede suceder en Francia, donde vivimos actualmente”.

Tan lejos, tan cerca de Gaza

Aunque se aplaude la película por ese realismo humanista, con el inevitable regusto amargo que deja la tradición más opresiva, lo cierto es que no se pudo rodar ahí donde se supone que transcurre la acción. “Era imposible. Primero porque no hay industria cinematográfica en la franja, y luego porque sería terriblemente caro y muy complicado pasar todo el material necesario a través de la frontera, así que al final optamos por rodar en Jordania, donde el paisaje, las calles y hasta la pinta de la gente, es muy parecida a Gaza. En cuanto a las escenas del puerto, las rodamos en Portugal”.

Ante la falta de industria cinematográfica, los gemelos Nasser, que estudiaron arte en la universidad, optaron por emigrar a París, tierra de acogida para todos los cineastas del mundo, sobre todo del Tercer Mundo. Como casi siempre, cuando una película tiene una denominación de origen algo exótico, se ha podido hacer gracias a las productoras francesas.

El personaje de Salim tiene finalmente para ellos mucho de nostálgico, ya que su padre también era fan de Julio Iglesias. En la película suena Que no se rompa la noche. Una prueba más de que el más universal de los españoles llegó a todos los rincones del mundo: “Si el personaje de Hiam es la típica madre palestina, aunque le gustaría liberarse de todo lo que esto supone, el de Salim tiene mucho de nuestro padre, que escuchaba Julio Iglesias a todas horas, un fanático. Cuando nos llevaba al colegio, siempre tenía un cassette suyo puesto en el coche. Crecimos escuchando a Julio, pero el paisaje infantil que nos trae a la mente también ha desaparecido completamente bajo las bombas de Israel, que lo han destruido todo. Nuestra ciudad ha sido destruida varias veces”.

«El personaje de Salim tiene mucho de nuestro padre, que escuchaba Julio Iglesias a todas horas, un fanático. Cuando nos llevaba al colegio, siempre tenía un cassette suyo puesto en el coche»

Tarzan y Arab Nasser

Las últimas hostilidades entre Israel y Palestina pasaron irónicamente como una indeseada campaña de promoción para esta película luminosa pensada para todos los públicos, que logró la Espiga de Plata y el premio al Mejor Guion en la pasada Seminci vallisoletana, y que se proyectará en cines precedida del corto Yalla, de Carlo D’Ursi, también basado en un hecho real acontecido en las playas palestinas.

Así es Gaza mon amour, una comedia sobre querer alcanzar la felicidad a pesar de los (muchos) condicionantes externos; un alegato humanista en el que la religión sólo juega un papel secundario: “Sí, para nosotros la religión no es importante, no es más que una cuestión de identidad. Lo importante es que somos todos seres humanos”. Su próxima película, que tampoco podrá rodarse en Gaza, se llamará Érase una vez en Gaza.

Estreno en cines: 4 de junio.

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