‘¡Al abordaje!’, la comedia del BlaBlaCar que te cambiará el verano

Hablamos con Guillaume Brac de su entrañable comedia, que arranca en un BlaBlaCar y termina en un camping. Risas y emociones a partes iguales

¡Al abordaje!, en cines desde el 23 de julio.

Ya lo saben ustedes, el BlaBlaCar puede ser cualquier vehículo compartido con desconocidos, a través de dicha aplicación, para abaratar los gastos de un viaje. En nuestro país dio mucho que hablar cuando la escritora Sabina Urraca compartió la crónica de un Logroño-Madrid que sufrió en compañía, nada menos que de Álvaro de Marichalar, “el hermano aventurero de Marichalar”. Pesadilla en el BlaBlaCar, así se llamó aquel memorable texto que sigue colgado en su web.

Guillaume Brac no está para nada al tanto del asunto, y eso que mantiene estrechos vínculos con nuestro país –es amigo de Jonás Trueba, cuyo cine podría decirse que es afín a lo que él hace–. Y además su última película arranca de manera similar al relato de Sabina.

Si la escritora se pregunta “¿Quién coño hace eso [reservar plaza a través de la cuenta de su novia], pudiendo abrirse una cuenta de BlaBlaCar en cinco minutos?”, la misma pregunta atraviesa sin duda la mente del paliducho Edouard (Sulpice) cuando ve aparecer a un par de chicos de origen africano –Félix (Eric Nantchouang) y Chérif (Salif Cissé)–, cuando creía que iba a viajar con una chica.

“El BlaBlaCar es la manera más lógica de viajar para jóvenes que no tienen mucho dinero, así que, aunque es verdad que lo convierto en comedia, también realista. En la película, es un medio de confrontar dos tipos de juventud muy distintas”, confiesa el director.

“Al principio hay tensión, pero luego los tres personajes aprenden a conocerse. Está el que maneja el coche de los padres, y luego los pasajeros clandestinos, así que no sólo es un gag, también cuenta algo de la sociedad francesa”.

Cuando el tema racial ya no es un tema

Brac acaba de insinuar que el tema racial está de fondo, aunque no de forma obvia. A este cronista le parece incluso que la película es un tierno y genuino reflejo de la Francia multicultural de hoy en día, y por añadidura de la de hace ya unas décadas, pues no está de más recordar que, al otro lado de los Pirineos, nos llevan mucha ventaja en este sentido. Nuestra sociedad está mucho más compartimentada, según el color de la piel, que la francesa. Es algo en lo que siempre pienso cada vez que, desde aquí, se critican los problemas con el racismo de ahí.

Sólo aparentemente ligera, ¡Al abordaje! es como estar sentado en una terraza en pleno verano, y dejarse acariciar por la brisa que sube del mar

Philipp Engel

Le pongo incluso un ejemplo cercano: la adolescente Melissa Guers, la protagonista de la también muy recomendable La chica del brazalete, de Stéphane Demoustier –otro director afín, puesto que montó una productora con Brac– aceptó el papel en aquella película a condición de que sus orígenes magrebíes no fuesen un tema.

Lo mismo ocurre con Félix y Chérif, cuya ascendencia africana sólo resulta visible en el film por su oscuro tono de piel. Pero Brac, como es francés y lo ve desde dentro, no está del todo de acuerdo. Me sigue, pero hasta cierto punto.

¡Al abordaje!, de Guillaume Brac, es una luminosa comedia.

“Es verdad que, desde el principio, nos planteamos hacer una película con dos actores negros, y que, al mismo tiempo, la raza no fuese un tema, algo bastante raro, al fin y al cabo, en todo el cine francés post Nouvelle Vague”, confiesa Brac. “Pero al mismo tiempo ellos también son muy sensible en cuanto a la cuestión racial. Les preocupaba cómo el cine les representa, y el lugar que pueda darles el cine en la sociedad”.

“Al principio desconfiaban mucho, incluso de mí, pues me veían cómo un burgués blanco y se preguntaban qué iba a mostrar de ellos y cómo lo iba a mostrar. Al final, a todos sus amigos, incluso a los más preocupados por la cuestión racial, les encantó la película, lo cual a mí ya me pareció una gran victoria”.

No son películas de piratas

Película deliberada y sólo aparentemente ligera, ¡Al abordaje! es como estar sentado en una terraza en pleno verano, y dejarse acariciar por la brisa que sube del mar. Y además rima con el anterior y no menos recomendable film de Brac, La isla del tesoro, disponible en Filmin.

“Para un espectador interesado en captar la vida, el verano siempre es más interesante”

Guillaume Brac

Ninguna de las dos es una película de piratas, pero comparten el mismo gusto por la aventura, tan genuina como ingenua, que nos remite a todas aquellas tarde de la infancia viendo películas de Burt Lancaster y Errol Flynn. Y forman una perfecta pareja de baile, por mucho que una sea ficción y la otra un documental. Ya se sabe que el cine contemporáneo lleva décadas diluyendo las fronteras entre estos y otros géneros.

“Está claro que las dos películas están muy ligadas”, admite Brac. “¡Al abordaje!, de hecho, era el título de rodaje de La isla del tesoro. Y sí, La isla del tesoro es un documental que se desliza hacia la ficción, mientras que ¡Al abordaje! se alimenta mucho de lo real. Todos los personajes están muy irrigados por la personalidad y el recorrido de los actores. De hecho escribí la película pensando en ellos”.

Más que profesionales, sus intérpretes son actores camino de la profesionalización.

Si Chérif nos cae tan bien, y se gana de inmediato nuestros corazones, es porque “también es muy majo en el mundo real”.

“Al final del rodaje, Salif me dijo que había entendido que lo me interesaba de él era la timidez y la torpeza que le caracterizaba un tiempo atrás, cuando tenía 15 años, y eso es lo que reprodujo en la peli, que rodó ya con 23 o 24 años. Sin decírmelo, jugó a eso, apoyándose en sus propias experiencias. Luego, creo que cuando dedicas tiempo a la gente, y los tratas con naturalidad y ternura, acaban cayendo bien al espectador”, explica Brac sobre su método.

Planos largos en los que el actor pueda desenvolverse

Hay que decir que la película nace de un taller, en el Conservatorio Nacional Superior de Arte Dramático de París, al que Brac volvió a ser invitado para trabajar con estudiantes de interpretación, que son los que la han acabado protagonizando [su película Contes de Juillet (2017) ya fue el resultado de una operación similar, aunque más modesta en su propósito].

Más que actores no profesionales, son actores camino de la profesionalización. Que no sean actores conocidos añade más verdad a la película, cosa que me recuerda a mí mismo de pequeño, cuando me preguntaba, una y otra vez, ¿porqué los actores tenían que ser famosos? Cuando veía a Marilyn Monroe no podía dejar de pensar que era Marilyn Monroe, cosa que lógicamente me perturbaba.

Brac les dijo que, en ese momento de sus carreras, tenían más a ganar haciendo de ellos mismos que “fantaseando con ser Leonardo Di Caprio”. A modo de pistas de aterrizaje, trabajaron escenas de Virgen a los 40 y de La boda de mi mejor amiga, dos clásicos más o menos recientes que ellos ya conocían y admiraban, y les hizo descubrir la gloriosa Adventureland.

Con esta premisa de ser ellos mismos, ganaba importancia la longitud de los planos: “En el cine convencional, los personajes son instrumentalizados al servicio de la narración. Y eso no me gusta. Mis planos son largos para dejarles espacio para existir, y para captar todos los pequeños detalles de sus torpezas naturales, que pueden resultar cómicas”.

“El espectador puede captar un montón de pequeños gestos y miradas, y eso también hace que los personajes se inscriban en el lugar donde he rodado, cosa que también es importante para mí. Paradójicamente o no, creo que la intimidad que se crea con el espectador es mayor que si me dedicara a rodar primeros planos”.

En La isla del tesoro, ese lugar es una isla en el Sena a las afueras de París donde las clases populares, que no se van de vacaciones, acuden a darse un chapuzón en verano; aquí es un camping al borde de un río en la zona prealpina de la Drôme al que uno de los dos amigos quiere llegar para “darle una sorpresa” a un ligue del que se ha enamorado, y que está veraneando con su familia, cosa que de entrada ya se ve que no es buena idea. Todos hemos sido adolescentes y ya sabemos que esa clase de sorpresas nunca son bienvenidas. Siempre salen mal.

Las comedias (francesas) son para el verano

El verano es otro factor que enlaza La isla del tesoro con ¡Al abordaje!, y que también atraviesa casi toda la filmografía de Brac, que por desgracia no es demasiado conocida a este lado de los Pirineos, donde impera la galofobia.

“Para un espectador interesado en captar la vida, el verano siempre es más interesante”, nos dice. “Es más fácil de integrar en el plano a la gente que pasa casualmente por ahí, y además me gusta arrancarlos de su vida cotidiana, colocarlos en otros lugares, donde son más abiertos a lo imprevisible de los encuentros. Hay una libertad que es inherente al verano, durante las vacaciones las emociones son más libres y más intensas”.

¡Al abordaje! es una comedia fresca y luminosa, que te devuelve a la vida, y que te brinda el lujo de poder volver a confiar en ella, aunque sólo sea por espacio de hora y media

Philipp Engel

“Sólo he hecho una película en invierno, con nieve [Tonnerre (2013), con el siempre inmenso Vincent Macaigne, inédita en nuestras pantallas], y quizás por influencia del clima había menos comedia, todo se volvía más serio y más grave, más melancólico y doloroso. Esa es mi película más oscura sin duda”, se lamenta Brac.

¡Al abordaje! es justo lo contrario: una comedia fresca y luminosa, que te devuelve a la vida, y que te brinda el lujo de poder volver a confiar en ella, aunque sólo sea por espacio de hora y media, y lo que duren sus bondadosos efectos. Una pequeña obra maestra, qué duda cabe.

Todavía nos sorprende que haya gente que se queje de que no hay películas por ver en cartelera. Es cierto que el ritmo, en cantidad, ha bajado, pero cada semana aparecen nuevas y estupendas películas por ver. Yo me pregunto: ¿Es que van al cine cada día? ¿Varias veces al día? ¿A todas las sesiones?

Para los tristes mortales que trabajan, tienen familia, y sólo pueden ir al cine una vez a la semana, nunca ha faltado una película extraordinaria en la cartelera. Si nos ceñimos a la comedia indie francesa, otra cumbre fue Mandíbulas, de Quentin Dupieux, que también es magnífica, tierna veraniega, aunque en la Costa Azul, no muy lejos de Cannes. Entre la una y la otra, nos han hecho el verano muchísimo más agradable.

a.
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