La pasión por los vinos de Jerez

El Marco de Jerez elabora uno de los vinos más interesantes y desconocidos del país. Las visitas a las bodegas son uno de los puntos obligados en esta tierra de pueblos blancos y cante flamenco.

El calor, el sol, el mar… Andalucía es conocida por la calidez de su gente y las deliciosas tapas frente al mar, aunque también por los veranos de altas temperaturas. Pero en la provincia de Cádiz se encuentran uno de los tesoros gastronómicos nacionales más importantes y quizás menos conocidos: el vino del Marco de Jerez.

La dificultad de entender sus clasificaciones y la originalidad del proceso de crianza ha hecho que el vino de Jerez sea a veces incomprendido en su propio país. Fino, manzanilla, palo cortado, amontillado, oloroso, Pedro Ximénez, cream, pale cream, medium y moscatel son algunas de sus denominaciones. No es fácil de recordar, y para muchos es más sencillo llegar al restaurante y espetar el clásico “póngame un rioja”.

Si superamos este temor inicial de no saber y seleccionar lo clásico por no equivocarnos, descubriremos un vino rico en aromas, complejo en sabor y fácil de maridar. Un inciso: en rioja, lo clásico ya no es lo único, y muchas bodegas en la región están elaborando vinos realmente originales. Aunque eso queda para otro artículo.

Curiosamente, el amontillado de Jerez es de los pocos vinos que maridan bien con anchoas o alcachofas, alimentos que se resisten a tantos matrimonios con el vino y caemos en la tentación de servirlos con cerveza. El Pedro Ximénez, en cambio, es un gran acompañante para el chocolate amargo o las nueces.

La riqueza de los vinos jerezanos

Contrastes atractivos y únicos que representan lo que es la región: un contraste de paisajes y cultura. La riqueza se encuentra en la diferencia entre el precioso entorno natural del Parque Nacional de Doñana, ubicado al otro lado del río Guadalquivir desde Sanlúcar de Barrameda, con los viñedos blancos y brillantes gracias a la tierra albariza tan característica de la región, o las preciosas casas de los Pueblos Blancos y el Alcázar de origen almohade en la ciudad de Jerez. Cultura y gastronomía puras y auténticas.

Viajar a Jerez es descubrir su riqueza cultural y la arquitectura única de sus bodegas, como en las ‘catedrales’ de Bodegas Fundador o de Bodegas Barbadillo. En ellas, las construcciones de techos elevados (hasta 15 metros) aprovechan la entrada del viento de poniente para refrescar el interior y mantener la temperatura y humedad adecuadas para la crianza de los vinos. En todas estas bodegas -y especialmente en una de nuestras favoritas, Bodegas Lustau-, comprenderemos lo importante de respetar el sistema de criaderas y soleras con el que se elaboran los vinos de jerez, y mantener el velo flor con el máximo cariño para que no se rompa.

Los grandes (y pequeños) valores de Jerez

El vino es el alma de Jerez, pero también lo son el flamenco, los caballos y la deliciosa gastronomía liderada por el atún de almadraba, las tapas y la mojama. No hay que perderse una noche de flamenco en directo en uno de los tabancos de la ciudad. El primero tabanco en la historia de Jerez fue El Pasaje, y el lugar conserva aún ese espíritu histórico y tradicional que se acompaña con un buen Fino o Manzanilla mientras escuchamos flamenco en directo.

Esta es la tierra que vio nacer a cantantes tan conocidos como Lola Flores o José Mercé, y esa pasión del escenario se siente en cada una de las calles de la ciudad. También se siente en el alma de los caballos andaluces, conocidos y valorados internacionalmente y representados por la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre de Jerez.

Esta es una región donde el turismo de lujo y sostenible todavía no está del todo desarrollado, pero su potencial es enorme. Esperemos verlo crecer en los próximos años porque Jerez, sin duda, es un lugar que apasiona y del que uno se marcha enamorado. 

a.
Ahora en portada