Flash Flash, 50 años sin jaleos de parejas

Uno de los restaurantes más icónicos de Barcelona cumple medio siglo

Si lo que interesa al visitante es conocer uno de los restaurantes más icónicos de Barcelona, donde se reúnen intelectuales, políticos, empresarios, modelos y amas de casa desde mediodía hasta la madrugada, Flash Flash es parada obligada. Si no lo encuentran en la R de restaurante, búsquenlo en la T de tortillería, porque con ese subtítulo comenzó hace 50 años este lugar en el que todavía hoy es posible recibir sonrisas de la mesa vecina.

Una silueta de mujer, siempre negra sobre fondo blanco, que simula disparar el flash de una cámara, se repite en diferentes posturas desde hace 50 años en las paredes de Flash Flash. Ella es la modelo Karin Leinz que, aunque en aquel momento tenía 37 años y ya no trabajaba como tal, terminó siendo la protagonista eterna de uno de los restaurantes míticos de los años 70 barceloneses, cuando imagen y publicidad parecían ser el centro del Universo. Incluso Barcelona parecía serlo en cuanto a creatividad.

Después de cinco décadas en pie, Flash Flash sigue siendo el punto de encuentro cool de la zona alta de Barcelona y de cocina segura por lo uniforme.

Chica Flash Flash, sesión fotográfica 1968. ©Leopoldo PomeÌs.

Chica Flash Flash, sesión fotográfica 1968. ©Leopoldo PomeÌs.

El fin de la clandestinidad

Eran tiempos convulsos, se vivía en medio de los estertores de una dictadura en los que existía aún la censura y en los que alcanzar la democracia era un objetivo tanto político como social, y Flash Flash fue uno de los primeros pasos de un nuevo paradigma democrático.

Ella, Leinz, el creativo y fotógrafo Leopoldo Pomés, su esposo (se casaron en dos ocasiones mediando un divorcio), el arquitecto Alfonso Milá y su esposa Cecilia Santo Domingo, millonaria intelectual, fueron los líderes del cambio en el sector de la restauración al inaugurar su Flash Flash. Y no solo eso, porque su local marcó el comienzo de una nueva forma de socializar en Barcelona.

“No siento que la chica de la pared sea yo, es un personaje que surgió de una historia de amor profesional entre nosotros cuatro”, cuenta Leinz. La idea de que las lámparas simularan disparos de flash fue de Federico Correa (arquitecto al frente de la obra junto a Milá) y ella estaba en la sesión de fotos con Leopoldo. “Probaron con 3 modelos más jóvenes y guapas que yo, que ya tenía 37 años y para hacer aquello era mayor, pero había que ponerle alma y ellas no lo lograron, así que finalmente fui yo quien posó”. Lo cuenta con el trasfondo pícaro de vencedora porque la publicidad de los años 70, clasista y despiadada, hacía escasas concesiones a modelos más allá de los 25 años. 

karin Leiz 1970 ©foto Leopoldo Pomes

Karin Leiz no iba a ser la modelo para la chica Flash pero logró hacerlo poniéndole alma. ©foto Leopoldo Pomes.

Flash Flash fue icónico por muchas cuestiones, pero una de las principales y que nadie puede negarle es que acabó con la clandestinidad, a la hora de comer, de una burguesía que adoraba los secretos.

Porque los burgueses de Barcelona -no solo los de aquella época- siempre han perpetrado esas pautas de privacidad precisas para mantener, si no una doble vida, si dobles y seductores momentos más allá de su cotidianeidad oficial. Flash Flash huyó de esa estrategia y no entró nunca en sus reglas por razones obvias. La explicación es puramente estética.

Los restaurantes eran en los años 70 lugares de ambiente sofisticado, con reservados para ocultar a muchos de miradas ajenas y citas clandestinas, con camareros vestidos con chaqué y casi mudos con su discreción. Su estética era pomposa, con recios muebles de roble y caoba, cortinas venecianas, cuadros de escenas de caza inglesa y grifos de latón dorado en el baño.

Las dos parejas de esta historia se rebelaron y establecieron sus propias normas que nada tenían que ver con todo aquello. La ruptura fue total. 

 

 

Fue el propio Milá quien proyectó el espacio: abierto, nítido, sin barreras visuales, sin cortinajes y con camareros con voz, aunque perfectamente uniformados y discretos, porque allí nada se podía ocultar más allá de las miradas, y estas solo las percibe quien tiene interés en captarlas.

La disposición de las mesas de laminado plástico, las primeras sin mantel en un restaurante, pero con servilletas enormes como marca el protocolo de la buena mesa, era tan continua que la privacidad carecía de sentido.

A muchos no gustó; sin embargo, para otros fue un vehículo de socialización, puesto que resultaba fácil contactar con los comensales vecinos. En realidad, Flash Flash tenía todos los ingredientes de un bistró clásico, solo que con decoración de un blanco impoluto.

Flash Flash  @cecilia Diaz Betz 2

Flash Flash. @Cecilia Diaz Betz.

Con t de tortillería

También la propuesta gastronómica marcó un antes y un después en la ciudad. Cuando en la carta habitual las estrellas eran el cocktail de gambas, el lenguado menuière y el tournedó Rossini, Flash Flash propuso ensaladas con ingredientes a elegir y tortillas, algunas con nombre propio. El vino en jarras de cristal y el bol de las arbequinas hacían su entrada triunfal sobre cada mesa. Las hamburguesas y los arroces aún tardarían unos años en llegar.

Milá lo explicó en una ocasión: “Salíamos a cenar los cuatro y no había un lugar bello en el que nos cocinaran una truiteta amb pà amb tomaquet. O ibas al bar o a un restaurante en el que tardabas 4 horas en comer”. Con esa idea, y con el amor eterno de Leopoldo Pomés por los huevos que, debido a una dolencia le prohibieron durante unos años, nació el restaurante que cumple 50 años.

Resulta imposible hablar de Flash Flash sin mencionar a Simeón Soria, jefe de sala durante 47 de los 50 años que cumple el local y del que Gabriel García Márquez, cliente fijo, dijo: Soria es el Flash, y el Flash es Soria.

Leopoldo Pomes y Alfonso Mila Flash, 1995

Leopoldo Pomes y Alfonso Mila Flash, 1995. Foto: Flash Flash.

Hoy, ya retirado en un pueblo de Tarragona, cuenta que solo guarda “buenos recuerdos”. “Ellos, mis jefes, no imponían, estaban en constante evolución y consultaban conmigo y con el personal. Sabían mucho de marketing cuando aún no estaba de moda”. Al inaugurar, los dos primeros meses fueron para invitar a amigos y gente de la ciudad que sabían les interesaría. Ahí se reunían políticos, empresarios, diseñadores… En Bocaccio las noches eran temáticas, hoy abogados, mañana publicitaros, etcétera. En Flash Flash no. “Ahí se mezclaban todos, ya fuera para hacer negocios, hablar del divorcio, uno de los temas más en alza en los 70, o para compartir las largas tertulias hasta la madrugada. También se iniciaron muchas historias de amor, se hicieron parejas, pero nunca hubo jaleo, ya me entiende”.

Si, se entiende perfectamente. Era difícil el trasiego de parejas en un lugar en el que, desde casi cualquier rincón, se accede visualmente a la puerta de entrada y a todo el local, así es que la clandestinidad quedaba reducida a las miradas mencionadas o a los susurros imperceptibles por miedo a que descansaran en la mesa vecina. 

La celebración de este 50 aniversario durará un año, es lo previsto, y anuncian con ello la apertura de un nuevo Flash Flash.

Flash Flash promete novedades. @Cecilia Diaz Betz.

Flash Flash promete novedades. @Cecilia Diaz Betz.

 

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