El tapón sí importa, y si es de corcho, estupendo

Al abrir una botella de vino puede haber dos sorpresas: ignorar si el tapón es el adecuado y la segunda ver si la calidad del vino bajó de forma alarmante

La definición exacta es: «Un tapón de corcho es una pieza de corcho que se pone en la boca de la botella” y sigue: “es especialmente importante en la industria vinícola para conseguir una adecuada conservación del vino y del cava”.

Dicho esto hay que entender por qué el corcho —que se extrae de la corteza del alcornoque— una especie originaria del Mediterráneo occidental es, desde el siglo XVII, el material que ha demostrado ser más adecuado para la correcta conservación del vino en las botellas de vidrio. Las características del corcho en sí lo hacen casi perfecto para este propósito, es un material muy especial porque es muy poroso e impermeable. 

Está formado por células muertas dispuestas en estratos sin espacio intracelular. Internamente, contienen un gas similar al aire que supone cerca del 89% de su volumen celular y da al corcho una densidad muy baja. 

Plano picado de una botella de vino. Foto: Andreas Haslinger
Plano picado de una botella de vino. Foto: Andreas Haslinger ​

Características del corcho

El corcho tiene, en suma, una particular estructura celular y unas propiedades físicas que lo hacen extraordinariamente apropiado para su uso como tapón:

  • Es un material muy ligero y muy elástico con un peso específico de entre 0,13 y 0,25 g/cm³.
  • Tiene gran compresibilidad, y una gran capacidad de recuperación.
  • Es prácticamente impermeable a la transferencia de líquidos y gases, la penetración de oxígeno en una botella tapada con corcho es de 0,1 ml/año.
  • Es aislante térmico y termoestable, difícilmente arde.
  • Proporciona una gran adhesión al vidrio, con un alto coeficiente de fricción, facilitando un buen sellado de la botella.
  • Es un material inerte. Esto evita que se degrade a través de procesos orgánicos que conducen a la podredumbre. 

Gracias a esto, el vino puede aislarse de los microorganismos existentes en el exterior de una botella. Pero a pesar de esta aparente idoneidad del corcho tradicional como cierre para botellas de vino, el corcho no es totalmente perfecto. Los problemas que puede suponer el corcho para la calidad del vino provienen de elementos externos, como la contaminación bacteriológica o un tratamiento con productos agresivos.

Y por esta razón, durante años se han desarrollado investigaciones conducidas a conseguir otros cierres alternativos. La industria española es líder mundial en la producción de tapones de corcho de calidad.

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Imagen con un conjunto de corchos de botellas de vino. Foto: Andres Siimon
Imagen con un conjunto de corchos de botellas de vino. Foto: Andres Siimon​

¿Surgen dudas en el momento de elegir un tapón ideal?

La elección del tapón es uno de estos factores que cuentan mucho en el resultado final del producto. Tanto sus características materiales, como de elaboración como volumétricas van a incidir en los resultados finales al saborear cualquier vino. 

Desde que existe el vino, siempre ha sido necesario encontrar un método mediante el cual preservar las propiedades del producto del efecto negativo del paso del tiempo y los ataques de todos aquellos factores que pudieran destruir las características de cualquier vino.

¿Y porqué todo esto?

Al elaborar un vino hay muchos factores que pueden intervenir directamente en la calidad y las características del producto final. Son factores específicos para cada categoría y tipología de vino que le dan su propia personalidad, como el tipo o tipos de uvas utilizados en su producción. 

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La región donde se cultivan estas uvas y todas las características climáticas y del suelo que les afecta sería otro factor importante, así como los procedimientos específicos de vinificación, producción y maduración utilizados por cada bodega. Se incluyen los tiempos de envejecimiento, tipos de barriles o contenedores, material de aquellos, condiciones climáticas control de la atmósfera durante el embotellado, etc.

Cómo empezó todo: una historia muy antigua del corcho

Desde el neolítico, el vino se conservaba en recipientes cerámicos cuyas paredes le daban un tratamiento adecuado en cuanto a los procesos de su conservación de cara a la temperatura, la humedad, la luz, etc. El problema correspondía siempre al sellado del contenedor que no se lograba totalmente hermético o para que resistiera un espacio importante de tiempo sin estropearse.

Hay que tener en cuenta que el vino se conservaba en ánforas y otros recipientes de cerámica que además necesitaban tapas importantes en cuanto a su tamaño. Originalmente, estas tapas estaban hechas de fango o arcilla, madera cubierta con telas y pieles previamente tratadas con grasas y aceites. En definitiva, muchas imperfecciones en sus acabados. En consecuencia, ningún cierre de la antiguedad acababa de garantizar que no se puderan alterar de forma importante las propiedades del vino.

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Imagen con corchos de botellas de vino. Foto: Mauro Lima

El vidrio dice la suya. El XVII es el siglo del corcho

Hay quien defiende que alrededor del siglo V antes de Cristo, en época griega y, posteriormente bajo el poder de Roma, se empezó a utilizar el corcho como material para tapar recipientes y como material para la fabricación de todo tipo de cierres para contenedores. Pero, a ciencia cierta, tan solo sabemos que se utilizaban cilindros de madera rodeados de esparto o cáñamo empapado en aceite como tapones.

Pero estas no debieron de ser una solucion definitiva, puesto que no es hasta el siglo XVII que no se adopta el tapón de corcho como medida estándar para el cierre de estos nuevos envases. Esto ocurrió paralelamente al desarrollo y la fabricación de las botellas y la cada vez mayor proliferación del uso del vidrio, junto a la necesidad que se creó por la aparición sistemática de vinos espumosos rebeldes (como el descubrimiento del propio champaña).

Era sistema precedido por el inócuo de taponar las botellas con vidrio o madera cuyas geometrías no encajaban exactamente con la obertura de las botellas, dejando entrar elementos exteriores que dañaban el líquido.

Corchos de botellas de vino. Foto: Renzo Souza
Corchos de botellas de vino. Foto: Renzo Souza​

Dom Perignon y su vino rebelde. ¿Mito o realidad?

En el mismo siglo XVII surge una historia famosa que remite a las primeras apariciones del tapón de corcho, y que se debe al fraile Dom Pierre Perignon. Este era un benedictino encargado de la gestión de la bodega en la abadía de d’Hautvillers, situada en la Champagne francesa. Éste comenzó a hacer experimentos sobre vinos que «refermentaban», de esta manera que descubrió el champagne.

Y no se sabe si fue el benedictino en un viaje a Sant Felíu de Guíxols o unos colegas suyos del monasterio de la misma localidad —en la actual Costa Brava y en la zona más rica de producción de corcho de Europa del sur— que fueron a visitar a Dom Pierre a Francia. El caso es que se adoptó el uso del tapón de corcho inspirado en el de Girona, que entonces era cónico, y no cilíndrico como ahora. Su taponado era manual, para evitar aquellas explosiones súbitas de los espumosos.

Y a partir de aquí, a finales del siglo XVIII, será cuando el uso del corcho como tapamiento de vinos se generaliza a escala industrial, aprovechando sus características de liviandad, flexibilidad, impermeabilidad e incorruptibilidad, que lo han llevado a presidir el embotellamiento de los mejores vinos hasta nuestros días.

    a.
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