Las mujeres del vino de la Zona Media de Navarra

El vino se conjuga en femenino en Navarra y su Zona Media: Ochoa, Beramendi y Máximo Abete son solo algunas bodegas dirigidas (con mucho acierto) por mujeres

María Luisa Janices. Foto: Bodegas Beramendi

Vino y feminidad son términos que están íntimamente ligados. Derribando tópicos y simplistas formas de entender los negocios, cada vez son más las mujeres que demuestran que la producción de buenos vinos nada tiene que ver con el género y sí con el saber hacer, el esfuerzo y la constancia.

Algo que resulta muy evidente en lugares como la Zona Media de Navarra, comarca en la que se elabora una parte sustancial de los vinos englobados dentro la Denominación de Origen Navarra. Allí, entre la ribera del Cidacos y los Montes de Valdorba, un puñado de bodegas gestionadas por mujeres se abre paso, de forma meritoria, en el siempre complicado mundo vitivinícola.

Y no es fácil: aunque las tierras donde se asientan sus viñedos son especialmente fértiles, las condiciones orográficas y los variables climatológicas suponen un reto añadido al cultivo de las vides. Viñas, fundamentalmente de uvas garnacha, tempranillo y graciano, pero también de chardonnay y de moscatel, con las que se producen vinos rosados, blancos, tintos y dulces.

Viñedos en San Martín de Unx. Foto: Turismo Gobierno de Navarra.

Adriana Ochoa, Bodegas Ochoa

En la zona se lleva produciendo vino desde hace siglos, tal y como desvela Adriana Ochoa, directora técnica de Bodegas Ochoa, en Olite: “la historia de nuestra bodega, por ejemplo, es bastante amplia. Estamos aquí desde 1845, nosotros somos la sexta generación y la primera de mujeres”. Sobre este último dato, Adriana sostiene que “para mí no es tan importante el hecho de ser hombre o mujer quien siga al frente del negocio. En nuestro caso en la dirección de la empresa estamos Beatriz, mi hermana, y yo”.

Adriana y Beatriz Ochoa pertenecen a la sexta generación al frente de Bodegas Ochoa, la primera de mujeres al mando

Cada una se encarga de una cosa diferente. Adriana, enóloga, lleva la dirección técnica del viñedo y la bodega. Y su hermana se encarga de marketing y ventas. “La verdad es que estamos muy contentas de estar llevando la bodega. Hemos llegado aquí, seguro, gracias a muchas mujeres que han estado a la sombra y no se las ha visto tanto”, recalca.

Adriana Ochoa. Foto: Bodegas Ochoa.

María Luisa Janices, Bodegas Bermendi

Algo parecido ocurre con las Bodegas Beramendi, en la deliciosa localidad de San Martín de Unx, muy cerca de Olite. Según cuenta María Luisa Janices, su propietaria, “en mi familia, desde hace varias generaciones, se han dedicado al cuidado de las viñas: mis abuelos las trabajaban y llevaban sus uvas a la cooperativa del pueblo. Mis padres siguieron la tradición cultivando esas misma viñas, pero lo arriesgaron todo para montar su propia bodega y elaborar vinos de los que se sentían orgullosos. Y al morir mi padre fuimos mi madre y yo las que decidimos que merecía la pena continuar con la empresa”.

Ahora su madre, jubilada, se ha retirado de la primera línea del negocio pero María Luisa continúa con la tradición familiar, elaborando vinos “que son el resultado final de un cuidado extraordinario de la viña, trabajo duro e ilusión”. Así sus vinos “están marcados por su origen. Nuestros viñedos están repartidos entre la Baja Montaña de Navarra, que es la zona más fría de la Denominación de Origen”.

“La mujer ha estado siempre involucrada en el mundo del vino. Mi abuela o mi madre han sido mujeres fuertes que han participado de los trabajos y decisiones, aunque es verdad que no estaban al 100% en el negocio”

María Luisa Janices

Allí elaboran un rosado de garnacha, fresco y con mucha fruta, y un chardonnay extremadamente aromático y con una muy buena acidez. Y luego está la Ribera Alta, que es una zona más cálida y menos húmeda donde, entre otras variedades, trabajan la garnacha y el tempanillo, “para tintos jóvenes suaves y golosos, y también para vinos con más cuerpo y varios meses de crianza”.

María Luisa cree que “nuestros vinos han evolucionado de forma paralela a nuestra vida. Así, los ‘Ediciones Especiales’, que han sido los últimos en aparecer, para mí significan disfrute, fortaleza y satisfacción, mientras que la marca 3F refleja un trocito de nuestra historia. Son partidas pequeñas, 10.000 botellas, pero muy cuidadas, con una imagen súper fresca que nos encanta”.

María Luisa Janices. Foto: Alfredo García Reyes.

Su vino estrella, sin embargo, es el Tempranillo Edición Especial, criado en barricas nuevas de 500 litros: “un vino del que estamos especialmente orgullosas, con una partida muy pequeña de unas 2.500 botellas, a la que le dedicamos todos nuestros cuidaos y recursos”.

Mujeres al mando

Pero, ¿son diferentes estos vinos respecto a los que se elaboran en bodegas donde el elemento femenino no está tan presente? Adriana Ochoa cree que “es verdad que hombres y mujeres somos diferentes y que, por tanto, hacemos las cosas de forma diferente, sobre todo a la hora de gestionar la bodega. Las mujeres parece que somos más detallistas, aunque siempre hay excepciones tanto en un lado como en el otro. Yo lo que creo es que aquí lo importante es el cariño con el que se hacen las cosas. Y, en nuestro caso, siempre buscamos el equilibrio: para mí ese concepto, el del equilibrio, es muy importante en todos mis vinos. Que sean muy ricos y disfrutables”.

«Las mujeres somos las que tenemos el poder en el carro de la compra y somos cada vez más las que compramos el vino”

Adriana Ochoa

En este sentido, reafirmando la idea de su colega, María Luisa Janices cree que “aunque las cualidades son diferentes por género, a la hora de producir un vino el objetivo es siempre el mismo: elaborar el mejor posible. Y este objetivo, por lo general, no está en manos de una persona únicamente, sino que detrás hay equipo que trabaja y se complementa, en el que la personalidad, la formación, la visión, la sensibilidad o la experiencia pesan mucho más que el género en el resultado final”.

Las mujeres cada vez más entienden y compran vinos. Foto: Turismo Gobierno de Navarra.

Eso sí, ciertas situaciones incómodas sí llegan a producirse. “Por ejemplo, que en presentaciones y eventos de todo tipo te tomen como una azafata”, como dice Adriana Ochoa. “Pero esto va cambiando y ahora, no se nos olvide, las mujeres somos las que tenemos el poder en el carro de la compra y somos cada vez más las que compramos el vino”.

Y, además, tal y como sostiene María Luisa, “la mujer ha estado siempre involucrada en el mundo del vino. Mi abuela o mi madre han sido mujeres fuertes que han participado de los trabajos y decisiones siempre, aunque es verdad que pertenecen a otra generación en la que sus responsabilidades eran distintas y no estaban al 100% en el negocio”.

Yoanna y María Abete, Bodegas Máximo Abete

Tanto Adriana Ochoa como María Luisa Janices son buenos ejemplos de la viticultura navarra en femenino. Pero, como decíamos, hay bastantes más ejemplos. Muy destacado es el ejemplo de las hermanas Yoanna y María Abete, que han continuado la ilusión con que su padre Máximo Abete abrió su bodega hace algo más de 40 años.

Yoanna y María Abete. Foto: Bodegas Máximo Abete.

Como las anteriores, se trata de una producción bastante limitada en la que, no obstante, las hermanas derrochan entusiasmo y la sabiduría heredada de una tierra donde, más allá de los rosados (su Casa-Lasierra resulta tan goloso como divertido), se producen desde hace tiempo tintos de una gran calidad y una agradable entrada en boca. Por ejemplo, El Máximo, que fue el primer vino que produjo su padre y cuya etiqueta hoy es un evidente homenaje al fundador.

Como Beramendi, esta bodega se encuentra en el ya mencionado municipio de San Martín de Unx, una pequeña villa con trazado medieval que bien merece una visita. Urbanismo aparte, la localidad está coronada por la iglesia de San Martín de Tours, del siglo XII, que preserva una cripta que es toda un joyita del románico, con sus seis columnas exentas que sustentan buena parte del templo y con sus capitales historiados de una estudiada perfección.

Sin duda, es el principal foco de atención de la localidad, junto con las propias bodegas que, por cierto, organizan actividades que van más allá de las típicas catas y que permiten, por ejemplo, conocer los propios viñedos, muchos de ellos situados en parajes de especial belleza natural.

Día del Vino Rosado, San Martín Unx. Foto: Alfredo García Reyes.

Aunque en los últimos años un evento pugna también por llevarse el mérito de máxima atracción para visitantes. Se trata del Día del Rosado, fiesta que aglutina a todos los productores del pueblo y que permite catar sus vinos más representativos (no solo los rosados). Lo cierto es que lo que había nacido como solo una jornada, ahora se ha convertido en un fin de semana entero de primavera (en 2020, por motivos obvios no ha podido celebrarse) en el que se organizan actividades enológicas, gastronómicas y culturales, siempre con el vino como protagonista.

Desde luego es una buena excusa para conocer a las mujeres bodegueras de la localidad y, de paso, llevarse en el paladar el buen gusto que dejan sus vinos. Y en el teléfono móvil, algunas de las fotografías más bonitas de esta Zona Media de Navarra.

San Martín de Unx. Foto: Turismo Gobierno de Navarra.

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