Aparece la cuarta edición de la Serie Sevilla

Las jarras de loza inglesa, réplica de las que elaboró La Cartuja de Sevilla el pasado siglo para Partagás y Ramón Allones, son auténticas piezas de museo

Tabacalera lanza a las cavas españolas una nueva edición de la Serie Sevilla, en esta ocasión la jarra de loza decorada artesanalmente contiene todo un clásico de la marca Partagás, el  Serie P No.2, una pirámide ya mítica. Esta cuarta edición de la Serie Sevilla, consta de 2.000 piezas numeradas.

Cada una de ellas contiene 21 habanos Partagás Serie P No.2 añejados durante un tiempo mínimo de 5 años en las mejores condiciones de conservación que, además, llevan un tiempo extra añejándose en las mejores condiciones. Con el añejamiento, las capas se vuelven más oscuras y sedosas, el sabor se asienta, y el aroma, la fortaleza y el cuerpo se atenúan. 

Habanos cuidadosamente añejados y presentados en jarras, elaboradas en loza inglesa por La Cartuja de Sevilla

Serie Sevilla es el nombre de una colección, exclusiva para el mercado español, de cigarros habanos cuidadosamente añejados y presentados en jarras, elaboradas en loza inglesa por La Cartuja de Sevilla que son una réplica de las que elaboró esta misma firma a mediados del pasado siglo para la marca Partagás y Ramón Allones, y que en la actualidad constituyen auténticas piezas de museo.

Infografía Jordi Catalá

La Serie Sevilla había presentado hasta el momento tres ediciones especiales. La primera, de 2016, contenía cigarros Montecristo No.3 (vitola de galera Corona), y la segunda contenía 21 habanos de Hoyo de Monterrey Epicure Especial (vitola de galera Gordito) y constaba de 2.000 piezas numeradas y en en 2018 la colección siguió con H. Upmann Magnum 50 y constaba de 2.000 piezas numeradas con 21 habanos añejados también durante un mínimo de cinco años..

La historia del fundador: «Paragás y nada más»

Jaume Buenaventura Ambrós Partagás i Ravell, nacido en Arenys de Mar (Barcelona), en 1816, emigró a Cuba en 1831. El adolescente había dejado bien claro a su familia que él no seguiría los pasos de su padre y de su abuelo, en el negocio familiar de la sastrería. 

Una vez en la isla se relacionó, casi desde su llegada, con Juan Conill y Pi, comerciante de Lloret de Mar, considerado el tabaquero más exitoso de mediados del siglo XIX, con el que aprendió todo lo relativo al almacenaje y fabricación de tabacos.

Infografía Jordi Catalá

Conill era uno de los más importantes almacenistas de tabaco en rama de Cuba y ayudaba a muchos jóvenes inmigrantes catalanes a abrirse camino en la isla, como al también conocido tabaquero José Gener. El 1841 Jaume se casó con Catalina Puig Miró de origen catalán aunque cubana, de quien nacerían cinco hijos. 

En 1845 con sus ahorros y el capital aportado por su esposa abrió su propia fábrica en el No 1 de la calle Barcelona, en La Habana. Vendía entonces sus tabacos bajo la marca La Pureza de Partagás.

Mientras esperaba el momento oportuno, fue comprando varias parcelas en la región de Vuelta Abajo, y se convirtió en propietario de muchas de las mejores plantaciones del cultivo de tabaco de Cuba como la finca Hato de la Cruz

Don Jaime, como se le conoció pronto, albergó desde su llegada a la isla, la ambición de emprender la producción de tabacos a gran escala, aunque no disponía del capital suficiente para codearse con los grandes. 

Mientras esperaba el momento oportuno, fue comprando varias parcelas en la región de Vuelta Abajo, y se convirtió en propietario de muchas de las mejores plantaciones del cultivo de tabaco de Cuba como la finca Hato de la Cruz, de sesenta caballerías de extensión, en el municipio de Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río. 

En el mismo 1845 creó en La Habana, la empresa La Flor de Tabacos de Partagás y Cía, en el número 60 de la calle de «la Industria». El hecho de tener la posibilidad de elegir entre los mejores tabacos de la isla dio a la marca un éxito increíble. Empezaba a enviar grandes cantidades de tabaco a España y a Europa con sus marcas: La Felicidad y La flor de la cabaña de Partagás. 

Un halcón de los negocios

Partagás era un halcón de los negocios y fue creciendo muchas veces a expensas de la gente, lo que le granjeó no pocas enemistades. Un episodio ejemplificador, hoy diríamos de márqueting desleal, apoyándose en la justicia de la época, es el de la marca La flor de la cabaña, que utilizaba Partagás y que ya estaba registrada por Francisco Cabañas que le puso un pleito entre tabaqueros que acabó haciéndose famoso en toda Europa.

Partagás pagó a sus abogados para prolongar el pleito a lo largo de ocho años. Perdió Don Jaime y tuvo que cambiar su marca por La flor de Tabacos de Partagás, pero mientras tanto la marca de Partagás ya se había hecho famosa. 

Partagás pagó a sus abogados para prolongar el pleito a lo largo de ocho años. Perdió Don Jaime y tuvo que cambiar su marca por La flor de Tabacos de Partagás, pero mientras tanto la marca de Partagás ya se había hecho famosa.

El nombre de la fábrica también fue cambiado por el rimbombante «Real Fábrica de Tabaco Partagás», y supuestamente se eligió este nombre, ya que por su calidad Jaume Partagàs había llegado a ser proveedor de puros de la nobleza de diferentes países de Europa y Asia. El incremento de su prestigio y el interés por su tierra natal lo llevaron a ser elegido como presidente de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña (Casal Català) de La Habana.

El Sr. Partagás | Jordi Catalá

El 18 de julio de 1868, poco después de recibir la sentencia de un juicio contra Pedro Mató, uno de sus grandes enemigos, por conflictos de jurisdicción, Partagás, que además era un gran mujeriego, murió trágicamente asesinado al recibir un balazo en una de sus plantaciones en Pinar del Río cuando volvía, se dice, de visitar a Dolores, una chica de 18 años.

Asesinato jamás aclarado

El asesinato de Don Jaime Partagás conmocionó a toda Cuba y la noticia viajó junto con sus Habanos por el resto del mundo. Paradójicamente su muerte le dio aún más fama a los tabacos, que comenzaron a cotizarse no solo por su calidad sino por la leyenda tejida. Sobre el asesino y el móvil existen varias versiones: una es la del crimen pasional.

Al parecer, Don Jaime viajaba mucho de La Habana a Vuelta Abajo a supervisar sus plantaciones, porque era un hombre tremendamente exigente y riguroso. El tabaquero aprovechaba los viajes para desatar su otra gran pasión: las mujeres. 

El tabaquero aprovechaba los viajes para desatar su otra gran pasión: las mujeres.

El autor del trabucazo, Antonio Díaz, un negro liberto, según esta versión, podría haber vengado a su propia mujer o haber sido instrumento de algún marido cornudo. Otro móvil posible sería la envidia de su competencia directa, sospechosos como Carbajal, yerno de Cabañas, el tabaquero del litigio por el nombre de la marca, o Pedro Mató, quien corroido por la envidia al éxito empresarial de Jaime Partagás, habría contratado a un negro, llamado Antonio Díaz, por una moneda de oro, para que le descerrajara de un disparo. Díaz cargó finalmente con la culpa, fue torturado y apaleado pero no habló. Condenado a la horca, amaneció muerto tres días después en su celda. 

Cuando el hijo dilapida el patrimonio

En diez años, el primogénito de Don Jaime, Don José Partagás Puig, muy mal dotado para los negocios, lleno de deudas y asediado por los acreedores, no tuvo más remedio que negociar un pagaré primero por sus vegas de Hato de la Cruz con José Gener Batet, y luego por todas sus posesiones con el banquero asturiano Juan Antonio Bances Álvarez ( quien acuñó la frase: «Partagás y nada más» , quien se haría cargo del negocio. Posteriormente, en 1900 el negocio pasò a manos de Ramón Cifuentes y José Fernández que mantendrá el nombre de Partagás.

Aportaciones a la industria tabaquera

Partagás experimentaría nuevas técnicas para hacer las plantas más resistentes y las hojas más aromáticas, e introduciría mejoras en los procesos de añejamiento para darle ese sabor inigualable a sus tabacos, que ya comenzaban a destacarse de los demás. Como hombre astuto para los negocios que era, en sus tierras levantó tiendas de víveres y enseres (hoy diríamos economatos), en las cuales los guajiros podían pagar a crédito de sus cosechas, lo que le aseguraba no solo la cantidad suficiente de tabaco que demandaba su cada vez mayor fábrica, sino hojas de mejor calidad que toda la competencia.
Partagás fue de los primeros tabaqueros que desarrolló técnicas para mejorar la producción experimentando diversos métodos de fermentación y envejecimiento del tabaco. 

La primera aparición del lector en las fábricas fue muy apreciada por los trabajadores, y llegó a ser considerada algo así como un derecho social y cultural

Se le atribuye a Partagás la introducción la figura del «lector» en su fábrica, que tenía la importante misión de leer en voz alta diarios y novelas para entretener a torcedores de puros, mientras trabajaban. La primera aparición del lector en las fábricas fue muy apreciada por los trabajadores, y llegó a ser considerada algo así como un derecho social y cultural. 

La fábrica en que se elaboraban los puros de Partagás en la calle de la Industria, es un suntuoso edificio de estilo colonial. Aún sigue allí, actualmente, y, aunque ha pasado por varias restauraciones, sigue siendo la fábrica de puros más antigua de Cuba. Es una de las mayores atracciones turísticas de La Habana y, para el aficionado a los puros, un lugar de peregrinación.

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