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La sopa boba

La cultura trata de recuperarse del shock vírico mientras combate con el arraigado prejuicio de que los artistas viven -cómodamente- de subvenciones

Penélope, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Foto Jero Morales EFE.

Penélope, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Foto Jero Morales EFE.

En este país de opiniones extremas, hace ya años se instaló entre la derecha más conservadora la idea de que la gente del cine y del teatro, incluyendo las productoras, estaban subvencionadas a pan y cuchillo por los gobiernos de turno, especialmente si eran de izquierdas.

En varias ocasiones he tenido que discutir con personas afectadas por este prejuicio, que opinan muy mal de quienes viven, según ellos, gracias a las asiduas subvenciones que muchos reciben. Puedo asegurar por mi experiencia personal con Tricicle, que, salvo para sufragar el transporte cuando hemos actuado fuera de España, no hemos recibido subvención alguna para la financiación de nuestros espectáculos.

Alguien dijo una vez que el teatro era como jugar a la bolsa, es un negocio de alto riesgo: puedes tener una intuición pero nunca sabes al 100% si va a funcionar. Y es que es un oficio que depende de factores tan intangibles como el de los gustos de un público que, por cierto, en la temporada 2018/2019 llegó en Barcelona a la cifra de 2.500.000 espectadores, que no esta nada mal. 

«Solo en Barcelona, el sector teatral ha perdido más de 30 millones de euros, mientras que 500 espectáculos se han quedado en la estacada, y eso sin hablar de la estigmatización de la cultura»

Carles Sans

Éxito artístico… y también económico

Hay quien dice que el teatro ha de ser un arte y recela de que deba de tener el objetivo de ser negocio. No lo comparto. Quienes administran y programan un teatro privado saben que para sobrevivir dependen de lo que el espectador deja en taquilla.

Pero incluso a los teatros públicos, que están subvencionados por todos, debería importarles la cuenta de resultados y, aun asumiendo ciertas pérdidas, han de procurar que sean las menos posibles.

Ya son pocos, afortunadamente, quienes piensan que los actores, autores o directores han de estar por encima de pérdidas y beneficios. Algunos creen que los artistas han moverse únicamente por criterios inspiracionales, creativos y puramente artísticos. Ya no. Los tiempos han cambiado.

Joan García, Paco Mir y Paco Mir, El Tricicle, el pasado enero. Foto Marta Pérez | EFE.
Joan García, Paco Mir y Paco Mir, El Tricicle, el pasado enero. Foto: Marta Pérez | EFE.

Si bien no acarrea con la misma preocupación el empresario privado que la del gestor público, cuya cuenta de resultados no le pesa tanto, ambos han de perseguir, sin duda, el éxito artístico a la par que económico. Me pregunto: ¿es lógico y aceptable que el teatro público se mueva en términos únicamente divulgativos y culturales, obviando los cálculos económicos? Hasta cierto punto estoy de acuerdo en que dentro del teatro subvencionado haya producciones que apuesten por una propuesta poco comercial, de más riesgo o muy elitista. Son producciones que nacen sabiendo que serán deficitarias y que solamente serán posibles con ayuda administrativa. Pero como una excepción dentro de la norma.

«El 70% de aforo seguirá siendo insuficiente para remontar un sector que no se recuperará jamás de este shock vírico»

Carles Sans

La sopa boba que pagamos todos

Especialmente en Madrid existe un sector que, por tradición, exhibe una actitud contraria a que se viva de las subvenciones, porque consideran que algunos viven de la sopa boba que pagamos todos. Es posible que haya algún ‘espabilado’ que pretenda beneficiarse de las ayudas de manera ilegítima. Alguno he visto que ha ido viviendo de proyectos evanescentes que muy pocas veces se han materializado según lo convenido. Pero la existencia de esos malos ejemplos no justifica las falsas imputaciones que vienen haciéndose.

Cosa distinta es el criterio que utiliza cada administración para otorgar las ayudas a unos y denegarlas a otros. Este sería un tema para otro artículo.

En estos meses de pandemia, solo en Barcelona, el sector teatral ha perdido más de 30 millones de euros. Más de 500 espectáculos se han quedado en la estacada y, por si fuera poco, las salas de cine y de teatro han sido estigmatizadas hasta parecer el epicentro de infección de la COVID-19.

La Generalitat permite incrementar el aforo del 50 al 70% en los teatros. Foto: EFE.
La Generalitat permite incrementar el aforo del 50 al 70% en los teatros. Foto: EFE.

Ahora, La Generalitat de Catalunya va a dictar una norma según la cual se permitirá una ocupación del 70% del aforo de las salas de teatro. Sin duda es mejor que el 50% actual, pero no nos engañemos, seguirá siendo insuficiente para remontar un sector que no se recuperará jamás de este shock vírico.

Una lástima porque esta temporada, antes de la aparición de la COVID, apuntaba a una recuperación superior al 10% respecto al año anterior.

A quienes nos acusan de vividores quiero recordarles que, durante el largo y riguroso período de confinamiento, los artistas, productores y creadores en general hemos volcado en las redes producciones de manera desinteresada a fin de entretener a la audiencia.

Acabo citando la frase de Rousseau que decía que las personas somos curiosas en función de nuestra cultura, y yo añado, además somos ignorantes en función del desdén que le atribuimos a quien la propaga.

a.
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