Una carta de amor a nuestras islas

¿Por qué buscar paraísos lejanos cuando tenemos Formentera, La Gomera, El Hierro y La Graciosa?

Camino hacia esa nueva normalidad que aún no podemos describir pero que ansiamos con todas nuestras fuerzas, comenzamos a soñar con unas vacaciones que suenen a rumor de olas, que huelan a puerto y que nos dejen sabor a sal en la piel. Este verano ponemos rumbo a Formentera, La Gomera, El Hierro y La Graciosa.

Son algunos de los grandes destinos de vacaciones de Europa y no nos extraña: las Canarias y las Baleares lo tienen todo para convertirse en el verano perfecto. El sol, el mar, las playas, los chiringuitos, los días perezosos y las noches interminables. Tan a mano que a veces nos empeñamos en buscar en la distancia lo que aquí nos aguarda paciente. Con la tranquilidad y serenidad que ahora necesitamos para salir de este mal sueño llamado coronavirus.

Formentera, La Gomera, El Hierro y La Graciosa tienen justo lo que más ansiamos: aguas turquesas, playas, naturaleza… y nada de multitudes

[Para leer más: Cómo convertir Formentera en el verano de tu vida]

En este verano extraño y con permiso de Mallorca, Gran Canaria, Lanzarote o Fuerteventura, buscamos los encantos en pequeño formato y, sobre todo, sin multitudes, de Formentera, La Gomera, El Hierro y La Graciosa que ya dan sus primeros pasos en una desescalada que, ojalá, nos permita disfrutarlas pronto.

Piscinas naturales de La Maceta. Foto: María Avelina García.

Piscinas naturales de La Maceta. Foto: María Avelina García.

Las cuatro entraban ayer en la fase 1, un paso por delante del resto de territorios españoles gracias al leve impacto del COVID-19 y a su relativo aislamiento.

Reuniones de hasta 10 personas, apertura de terrazas, hoteles y otros alojamientos, tiendas y mercadillos y uso del coche particular son las primeras medidas. Le seguirán bares y restaurantes, monumentos, teatros y exposiciones en la fase 2, y playas en la fase 3 para, por fin, permitir la movilidad en toda España, con el horizonte más optimista en el 22 de junio.

Siempre sujetos a la evolución de la pandemia, estas cuatro islas llegarán, en cualquier caso, primero a ese escenario de nueva normalidad. Y tienen todo lo que ansiamos: aguas turquesas, playas, naturaleza… y nada de multitudes.

Formentera

La llaman el ‘último paraíso del Mediterráneo’ y la verdad es que la más pequeña de las islas Pitiusas encarna el verano perfecto. No solo por sus increíbles aguas de mil y una tonalidades de azul que la posidonia se encarga de mantener cristalinas, sino por esa especial filosofía slow que nos atrapa desde el mismo momento de poner un pie en la isla.

Formentera es un estado mental. Foto Getty Images.

Formentera es un estado mental. Foto: Getty Images.

Sin aeropuerto y solo accesible en ferry o barco privado, su verdadera personalidad tiene poco o nada que ver con superyates y paparazzis que persiguen a cantantes, actores, modelos o influencers.

Formentera es salvajemente natural, tranquila y auténtica. Un lugar con cultura, tradición y gastronomía, que puede recorrerse gracias a una red de rutas verdes que suman más de 100 km de caminos entrelazados que desembocan en rincones como las excepcionales playas de Illetes o Cavall d’en Borràs, la laguna salada de Estany Pudent o los icónicos faros de La Mola y Cap de Barbaria.

Un aire hippie-chic hace de la isla un retiro espiritual pero también sofisticado que permite enlazar con soltura un paseo por un mercadillo de artesanos, una puesta de sol que roza lo divino en Cala Saona y un cóctel en un exclusivo beach-club.

Considerada el último paraíso del Mediterráneo. Foto: Turismo de Formentera.

El último paraíso del Mediterráneo. Foto: Turismo de Formentera.

El Hierro

La ‘isla de los mil volcanes’ es también la más pequeña y occidental de las Canarias. Un pequeño aeropuerto la conecta con Tenerife y Gran Canaria. No esperes encontrar centros comerciales, grandes resorts ni discotecas. Sus atractivos, este verano quizás más valiosos que nunca, son más bien una naturaleza salvaje plagada de rincones insólitos, bosques milenarios y abruptos acantilados con miradores que se asoman al Atlántico. Y nada de aglomeraciones.

La tranquila capital, Valverde, la bahía de Timijiranque, paraíso de surfistas, el Roque de la Bonanza -una roca volcánica que emerge del mar-, el Charco Azul, la Punta de la Orchilla o el Puerto de la Restinga donde bucear entre impresionantes cuevas son algunos de sus cautivadores rincones.

La gran sabina rastrera de La Dehesa es un icono de El Hierro. Foto: María Avelina García.

La gran sabina rastrera de La Dehesa es un icono de El Hierro. Foto: María Avelina García.

El Mirador de la Peña es su obra del genial artista César Manrique, mientras que las rutas de El Sabinar al Mirador de los Bascos o la de Las Macetas-Las Puntas, en el Valle de El Golfo, permiten acercarse a sus zonas más indómitas y exuberantes.

La Gomera

La isla que registró el primer positivo por COVID-19 es ahora punta de lanza de la vuelta a la normalidad.

La Gomera es un territorio casi mágico que esconde particularidades tan exóticas como un lenguaje aborigen declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, el silbo gomero, y paisajes fascinantes que rozan la irrealidad, como el monumento natural de Los Órganos, una composición de columnas de roca volcánica que recuerdan a los tubos del instrumento musical y que se localiza en la costa norte de Vallehermoso, recorriendo los casi 700 m de altura del acantilado y prolongándose bajo las aguas.

La leyenda de los amores legendarios de Gara y Jonay es otro ejemplo de la magia y el misterio presentes en la isla, que además de una bella historia da nombre al Parque de Garajonay, el gran tesoro natural de la isla (también Patrimonio de la Humanidad).

Municipio de Agulo en La Gomera. Foto Wikipedia.

Municipio de Agulo en La Gomera. Foto: Wikipedia.

Barrancos que se aventuran en el mar, bosques milenarios, valles cubiertos de palmeras y playas negras que contrastan con aguas cristalinas son otros de sus tesoros.

La Graciosa

La mayor parte de viajeros la ha divisado desde la imponente atalaya que supone el Mirador del Río sobre los Riscos de Famara, en Lanzarote. Pocos se atreven a cruzar a esta isla del archipiélago Chinijo. Dicen las guías que es para ‘viajeros especiales’: aquellos a quienes no asuste el silencio, que gocen de la tranquilidad y sepan disfrutar de la naturaleza serena.

No es que no tenga playas de arenas doradas y aguas turquesas -las de la Cocina, la Francesa y las Conchas son bellos ejemplos- pero es de los únicos lugares en Europa que carecen de carreteras asfaltadas. Un puñado de alojamientos nos esperan en Caleta de Sebo, la población más importante de la isla y donde se encuentran también la mayoría de restaurantes. Unos pocos servicios más se concentran en la aldea de Pedro Barba, a la que acceder en vehículo 4×4.

Playa Francesa en La Graciosa. Foto Pixabay.

Playa Francesa en La Graciosa. Foto: Pixabay.

Más allá, solo naturaleza virgen, la Montaña Amarilla, uno de los cuatro conjuntos volcánicos de la isla donde la tonalidad amarilla contrasta con el turquesa del agua, la Montaña Bermeja, bellísimos paisajes y fabulosas playas. Solo.

 

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