Ranelagh y Rathgar, dos secretos de Dublín en clave ‘foodie’

Dos pequeños barrios de las afueras de la ciudad se han llenado de locales que los dublineses disfrutan (y guardan) casi como tesoros

¿Es Dublín otro ejemplo de gentrificación? Con un centro histórico que, para muchos, es ya todo un parque temático para el turismo, los dublineses han sabido volver a sus orígentes eludiendo el Temple Bar, la catedral de San Patricio y la factoría Guiness y poniendo los ojos, en su lugar, en zonas alternativas que, como Ranelagh y Rathgar, emergen como rincones auténticos para amantes de la mejor gastronomía.

En las últimas décadas, gracias a un marco fiscal muy ventajoso, Irlanda se ha convertido en el hogar de numerosas sociedades, especialmente tecnológicas. Con beneficios corporativos de más de 90.000 millones de euros, la isla británica supera a las del Caribe, Suiza y Holanda.

Ante la gentrificación del centro histórico, los dublineses emigran a otros barrios que guardan las tradiciones y los sabores de siempre

Esto se ha traducido en un cambio en el paisaje urbano de Dublín, que ha visto emerger zonas industriales, reconvertidas en centros punteros multimedia, y también ha conducido a una gentrificación de buena parte del centro histórico, para muchos un reducto de turistas.

Ranelagh es aún un barrio auténtico. Foto: W. Murphy | Flickr.
Ranelagh es aún un barrio dublinés auténtico. Foto: W. Murphy | Flickr.

Los dublineses han acogido bien estos cambios, que han aportado un salto cualitativo evidente. Pero, al mismo tiempo, han sabido volver a los orígenes, al Dublín de siempre, a los barrios que guardan tradiciones y sabores de siempre y que ahora protegen casi como tesoros.

[Para leer más: Kilkenny: cerveza y fantasmas en la ciudad más gourmet de Irlanda]

Ranelagh y Rathgar

Estos dos pequeños barrios del sur de Dublín, dentro del distrito de Rathmines, han visto cómo en los últimos años se han abierto allí numerosos locales de ambiente gastronómico.

Tradicionalmente una zona residencial, con casas que casi nunca superan las dos plantas, para muchos es como viajar a una zona rural o, por qué no, al pasado. Y basta un paseo corto en coche, pues se encuentra a un paso del centro de la ciudad.

Dillingers, Dublín. Foto: Dillinger's
El brunch de Dillinger’s atrae por sí solo a numerosos dublineses cada fin de semana.

Los fines de semana es cuando más dublineses se acercan hasta allí. Una de las razones es el brunch de Dillinger’s (47, Ranelagh), con méritos para ganarse el título de mejor de la capital.

El concepto de su carta es americano en su esencia (panqueques, huevos revueltos, filetes…) pero lo acompañan con opciones más gourmet como los espárragos o el shakshouka (un plato árabe que mezcla huevos con tomate y salsa picante). Si no estamos allí en fin de semana, siempre podremos disfrutar de sus Steak Wednesday, con la mejor carne de Black Angus.

El concepto cambia en La Réserve Artisan, una brasserie de estilo francés cuyo propietario y chef, el también galo Jérôme Fernandes, sorprende con un coq au vin o una sopa de cebolla que nos trasladará directamente al Sena. Por no hablar de su crème brûlée. Pero no hay que creer que todo lo que allí ofrece es francés, pues apuesta por la cocina de mercado, incluyendo ingredientes de proximidad en sus platos.

Foto La ReÌserve Brasserie.
De concepto parisino y chic, La Réserve Brasserie.

Brunch con vistas

Si lo que queremos es disfrutar de buenas vistas, al tiempo que tomamos un brunch o cenamos, Layla’s (117, Ranelagh) es nuestro destino.

Con una decoración de estilo vintage y grandes sofás donde sentarse en grupo, destaca especialmente por ser el único restaurante situado en la última planta de un edificio, lo que permite las mejores vistas del barrio desde su comedor completamente acristalado.

Layla's. Foto: Layla's
El único brunch con vistas lo encontramos en Layla’s.

Terraza, bar, restaurante… es el lugar para ver y ser vistos, con un ambiente hipster y familiar al mismo tiempo. 

Es el restaurante del The Devlin, un hotel boutique con muchísimo encanto, de apenas 40 habitaciones y que, además del restaurante, ofrece un pequeño cine subterráneo: The Stella. Y es que ver allí una película o asistir a un concierto en esa sala es otro de los planes secretos que nos esperan en Rathmines.

Cine Subterraneo Stella. Foto: The Devlin Hotel.
Una de las sorpresas que nos depara el barrrio es el cine subterráneo Stella. Foto: The Devlin Hotel.

[Para leer más: Cork: diez rincones para descubrir una de las joyas de Irlanda]

De picnic gourmet

El distrito se encuentra a un paso del Gran Canal, una arteria de agua donde a diario acuden amantes del running y gente que quiere pasear una hora o dos junto a zonas verdes.

Si hay que hacer una pequeña parada, el típico pub The Barge es una buena opción (su concepto de gastro-pub le permite servir cócteles, hamburguesas, ensaladas y picoteo todo el día), o siempre podemos comprar algo en algún colmado gourmet e irnos a hacer un picnic improvisado en el césped de las áreas verdes del canal.

The Barge Gran Canal. Foto: The Barge Dublin
The Barge Gran Canal. Foto: The Barge Dublin.

De postre, siempre tendremos una bola de helado de caramelo salado en Scoop’s (22, Sandford Road).

Vuelta al mundo a través del paladar

Si lo que buscamos es ‘dar la vuelta al mundo’, nuestro destino es la calle Rathgar, epicentro de este barrio homónimo.

Scoop 03
Los helados más originales nos sorprenden en Scoop’s.

Desde pequeños locales especializados en burritos a un coqueto restaurante nepalí (Lumanti of Nepal), pasando por un hindú especializado en cocina vegetariana, el Bombay Pantry Rathmines, con varias localizaciones en Dublín; no hay cocina internacional que no tenga su espacio aquí.

A un paso, la torre del reloj del antiguo ayuntamiento de Rathmines (que fue independiente de Dublín hasta el siglo XIX) nos marcará el paso, con su imponente cuerpo de ladrillo rojo y estilo victoriano.

Arte mural en Ranelagh. Foto: W. Murphy | Flickr.
Arte mural en Ranelagh. Foto: W. Murphy | Flickr.

En nuestro paseo por el sur de Dublín tendremos la ocasión de ver numerosos murales. El arte callejero ha tomado la capital irlandesa y este distrito no iba a ser menos.

Y si lo que queremos es sumergirnos en la auténtica Irlanda, nada como ver un partido de cricket del equipo del Leinster, que juegan en el barrio los fines de semana.

Después será el momento de disfrutar, junto al resto de aficionados, de una buena pinta y un picoteo de cinco tenedores.

a.
Ahora en portada