Opatija: un viaje de reyes a la Bahía de Kvarner

Villas, palacetes, parques y jardines visten el pueblo marinero de Opatija, antiguo lugar de veraneo del imperio austrohúngaro

Opatija está apenas a 15 km de Rijeka, uno de los puertos más importantes de Croacia y su tercera ciudad. La pequeña localidad marinera, sin embargo, permaneció oculta al mundo hasta que Iginio Scarpa promovió la construcción de una carretera que permitió descubrir al mundo su encanto, destinado a enamorar a reyes, intelectuales y artistas.

Fue en 1844 cuando se inauguró esa primera carretera que conducía, en la península de Istria, a este enclave entre bosques de pinos, castaños, robles y laureles que, gracias a su microclima, conviven con yucas, palmeras, camelias, bananas y olivos.

A la casa que Scarpa construyó y dedicó a su esposa, Villa Angiolina, hoy Jardín Botánico, le siguieron otras construcciones, como la del primer balneario edificado por el doctor Juraj Matija Sporer en 1859, atraído por el saludable clima de Opatija.

PanoaÌmica de Opatija. Foto Aleksandar Gospic Turismo de Croacia

PanoraÌmica de Opatija. Foto: Aleksandar Gospic | Turismo de Croacia.

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Después comenzaron a brotar los palacetes, convertidos hoy en hoteles como el  romántico Grand Hotel Kvarner, el más antiguo de la costa adriática,  obra del  arquitecto Franz Wilhelm por encargo de la Sociedad Vienesa de Ferrocarriles del Sur que en 1889 obtuvo el título de Primer Resort del Mar Adriático. Le secundaron Villa Amalia, la Villa del Palace y el Hotel Imperial.

 Las familias reales europeas acudían a veranear, acompañados por la corte, a la que se llamó la ‘Niza de Austria’, o Riviera de Kvarner

El aristocrático enclave atrajo a su vez escritores, músicos y artistas, secundados por los políticos correspondientes. Por aquí desfilaron los Habsburgo -Francisco José I entre ellos-, Gustav Mahler, el premio noble de literatura polaco Henry Sienkiewicz, Antón Chéjov y Albert Einstein.

También la dulce emperatriz Isabel de Baviera (Sissi) cuya vida, pese a los esfuerzos de Hollywood por presentarla como la princesa de un cuento de hadas, no fue nada fácil y en Opatija encontraba refugio espiritual.

Hotel Kvarner. Foto Liburnia.

El mítico Hotel Kvarner, primer resort de Croacia. Foto: Liburnia Hotels.

La bailarina y coreógrafa estadounidense Isadora Duncan, fascinada por el vaivén de las hojas de las palmeras mecidas por el viento al amanecer de la villa, creó un paso de baile basado en el grácil balanceo.

Un museo al aire libre

Tras la conclusión de la Primera Guerra Mundial, la zona pasó a pertenecer a Italia bajo el tratado de Rapallo hasta 1947, año en que se anexionó a Croacia.

El transcurso de las influencias varias que hicieron la Opatija de hoy está escrito en su arquitectura y en ese museo al aire libre que supone la ciudad.

En Opatija las casas de piedra con ventanas diminutas y tejados rojos apiladas en calles estrechas propias de un pueblecito pesquero se codean con palacios, villas y hoteles de estilo contemporáneo en cuya construcción no se ahorró en lujo ni espacio, pero también con ejemplos de arquitectura socialista posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Opatija. Foto Marko Vrdoljak

Opatija. Foto Marko Vrdoljak | Turismo de Croacia.

Y, todo, entre parques espectaculares -muchos construidos con donaciones de los marineros que se acercaban a su puerto- y jardines donde crecen mandarinas, limones y kiwis.

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Calles de ayer y de hoy

Las calles de Opatija siempre están animadas, llenas de visitantes que se alojan en hoteles palaciegos y pasean por sus bucólicos en los que tan fácil es imaginar a Isadora Duncan bailando su paso de la palmera, escuchar las sinfonías de Mahler e incluso adivinar la sonrisa de Sissi.

Los bajos de las casas de época que bordean las avenidas principales están poblados con bonitas tiendas, heladerías y chocolaterías. De hecho, el chocolate es de tan vital importancia en la ciudad adriática que cuenta con su propio festival y cantidad de acogedores locales donde tomarse una buena taza o comprar bombones exquisitos, como Kras Choco Bar, situado en un antiguo palacete o Milenij Choco en Amadria Park Gastro World, un auténtico laboratorio del chocolate dentro de un espacio plagado de restaurantes donde para probar la gastronomía local en todas sus acepciones.   

Edificios señoriales conviven con la arquitectura maÌs tradicional. Foto Manena Munar.

Edificios señoriales conviven con la arquitectura maÌs tradicional. Foto: Manena Munar.

Pescados y flores

En el mercado de Opatija se vende el pescado recién sacado de la mar, verduras frescas y frutas variadas, pero también flores, esenciales en la cotidianidad de la vida croata, con las que alegran las casas y sin las que jamás acudirán a ninguna celebración.

La iglesia de St. Jacobo del siglo XV es una visita ineludible, como también lo son el espacio de exposiciones, el Pabellón de Arte Jurai Sporer y la Galería-Estudio Giulio Bonacic.

La presencia de más de 150 variedades de plantas como la Camelia Japónica, estandarte de Opatija, adornan la ciudad

Tambié la embellecen obras de arte como La Fontana de Helios y Selena representando el Sol y la Luna, o la delicada escultura de La Joven de la Gaviota que mira con nostalgia al mar desde ese paseo marítimo de Lungomare que une los pueblos pesqueros de Volosko y Lovran.

Puerto de Opatija. Foto Getty Images.

Puerto de Opatija. Foto: Getty Images.

Otro lugar encantador es el pequeño puerto de Opatija, Portic, coloquialmente llamado Barkajoli, donde amarran coquetos botes de madera que se dedican a pasear a sus pasajeros bordeando la costa.

El Paseo de la Fama ocupa unos metros del marítimo para honrar a hombres ilustres croatas como el gran inventor Nikola Tesla o el jugador de baloncesto Drazen Petrovic, entre otros.

Al anochecer las farolas iluminan las calles dándoles un toque de calidez. Se escucha el taconeo de las mujeres y se observa una indumentaria más formal de aquellos que acuden al casino, al teatro o al Centro Gervais donde bailar en la discoteca más grande de Opatija, escuchar a un concierto, o ver una buena película.

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