Nantes cosecha el arte que siembra durante el año

El festival Viaje a Nantes despliega exposiciones, shows musicales y esculturas que quedarán permanentemente en la capital de la Bretaña francesa

Desde su nacimiento en 2012 el festival Viaje a Nantes es un motor generador de cultura. Durante dos meses, del 6 de julio al 1 de septiembre, los museos abren sus puertas, los restaurantes son redecorados, se organizan conciertos en cualquier esquina y la ciudad presenta esculturas y puestas en escena que quedarán de manera permanente.

Es como si se estuviera cultivando arte durante todo el año para que, durante el verano, llegue el momento de que aflore y se integre en el paisaje urbano de la Bretaña francesa.

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Los visitantes que lleguen a Nantes antes de este festival pueden realizar una ruta de 12 kilómetros, marcada en verde en el pavimento, y descubrir las esculturas e instalaciones que fueron creadas en las diversas ediciones de este evento.

Dentro y fuera de Nantes

Incluso varias de ellas se encuentran a lo largo del estuario del rio Loira, como el famoso esqueleto de una supuesta serpiente marina que se encuentra en la desembocadura del Atlántico, cerca de St Brévin Les Pins.

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Serpiente del océano, de Huang Yong Ping.

Por ejemplo en el Teatro Graslin se puede ir a ver Inside, que es un esqueleto de cristal luminiscente que flota entre las butacas.

En la Plaza de Bouffay hay una escultura, llamada Elogio del paso al costado, que parece ideada por los Monty Phyton

En la Plaza de Bouffay, de la edición 2015, quedó la obra Stellar, que son 1.200 sillas de terraza de bar que forman una extraña montaña rusa. Allí también hay una escultura que parece una idea de los Monty Phyton: el Elogio del paso al costado, donde un elegante caballero se sostiene en un equilibrio inexplicable.

Esta obra es de Philippe Ramette, quien también tiene otra escultura que rompe tópicos: Elogio de la transgresión, donde una niña de bronce se baja del pedestal donde debería estar.

En los rincones más inesperados de la ciudad uno se puede topar con alguna muestra de arte. Al lado de una viviendas particulares un metro gigantesco, desenrollado en un armónico caos, se extiende por el patio central del edificio Aethica (Metro en Ruban, de Lilian Bourgeat).

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Metro en Ruban, de Lilian Bourgeat.

El arte también es para jugar

En el Parque de los Chantiers un espiral de filosas púas de dimensiones colosales se despliega al borde del Loire (Resolución de las fuerzas en presencia, de Vincent Mauger), que guarda un aire de similitud con el perro construido con maderas que parecen estacas, y que los niños lo usan para jugar. De hecho entre las fauces del can la lengua se convierte en un tobogán (Aire de juegos, de Kinya Maruyama).

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Muchas obras no pretenden tener un motivo de exhibición, sino una finalidad utilitaria. Si es posible, que sirva para divertirse. Estos son los casos de los múltiples aros de baloncesto que crecen como un árbol (de A/lta), las mesas de ping pong encerradas en un rulo de plástico (Ping pong park, de Laurent Perbos) o el espacio de ocio ¿Dónde fue a parar la luna?, que imita a la superficie del satélite.

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Árbol de básquet, de A/ta

Animales mecánicos

Esta ciudad, cuna de Julio Verne, también cuenta con una mascota que es una de sus atracciones principales: se trata de un gigantesco elefante mecánico que camina, mientras los visitantes se hacen selfies desde los balcones que surgen en su interior.

Este paquidermo de engranajes es uno de los animales y estructuras mecánicas que cualquiera diría que es una creación de Leonardo da Vinci (quien murió no muy lejos de esta ciudad). Ellos se encuentran en la Isla de Nantes, una zona de antiguos astilleros que ahora es uno de los focos de la cultura más interesantes de la Bretaña.

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El elefante mecánico de la Isla de las Máquinas.

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