Los mejores lugares para descubrir el alma de Marruecos

Los mercados de Fez, Marrakech y Essaouira explotan de colores, aromas, sabores y sonidos. Recorremos sus pasillos estrechos para descubrir sus encantos

Todos los sentidos afloran en un mercado, sea de donde sea: se ven colores vistosos y un abanico de productos, se oyen gritos, conversaciones, broncas y risas; se prueban sabores de pescados, especias, carnes y embutidos; las telas, frutas, maderas y artesanías se palpan con los dedos y todo el lugar se impregna de aromas, algunos inolvidables y otros que se espantan con movimientos rápidos de manos.

Aunque suene a tópico, los mercados son como el alma de un pueblo. Pero los de Marruecos tienen un color especial, donde la práctica milenaria del regateo se combina con una forma personalizada de hacer negocios.

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Allí se trata de aventurarse con humildad pero con un toque de habilidad para esquivar las ofertas imposibles y la insistencia de los vendedores; de ver con calma (si es posible) el inabarcable despliegue de productos a la venta.

Recorremos los mercados de Marrakech, Fez y Essaouira, las principales ciudades de Marruecos, para sentir cómo vive su gente en sus zocos.

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Venta de calzados típicos en Marrakech. Foto: Martin Adams – Unsplash.

Marrakech: la ciudad rosa

Marrakech es la ciudad rosa, la antigua capital del reino cuyo esplendor se ve en las mezquitas, los palacios, los riads –muchos reconvertidos en hoteles boutique- y sus jardines, como el hermoso Majorelle.

Esta ciudad no tiene uno sino varios zocos, divididos por sectores comerciales.

En Marrakech hay una docena de mercados, cada uno especializado en un producto determinado

El Semmarine es un mercado cubierto donde se pueden comprar artesanías, especias, joyas, alfombras, perfumes y comida tradicional.

Si se buscan babuchas u otros tipos de calzado tradicional se pueden ver las que se exhiben e el zoco de Smata, mientras que los productos de cuero como bolsos, carteras o apoya pies se despliegan en El Kebir y Cherratin.

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A lo largo de las callejuelas de los zocos Chouari y Haddadine se concentran los artesanos de alfombras y productos de herrería, desde marcos de espejos a recipientes. Y si se trata de buscar instrumentos musicales, hay que poner rumbo al zoco Kimakhine.

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Semmarine, uno de los mercados cubiertos de Marrakech. Foto: Diego van Sommeren – Unsplash.

Probar, compartir y reír

El centro neurálgico de Marrakech es la inmensa plaza seca de Jemaa el-Fna. Durante el día hay un desfile de músicos, vendedores de agua ataviados con trajes típicos, encantadores de serpientes, magos y contadores de historias, que van desgranando relatos mientras el público le acerca monedas.

Este espectáculo tan variado se puede ver en los puestos de venta de alimentos y comidas, que de noche cobra un aire especial.

Allí las mesas son compartidas, y no es raro que uno acabe compartiendo platos con los comensales; desde la cabeza de cordero hervida a la sopa de harira o el tajín, pasando por los empalagosos dátiles o los frutos secos.

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Sabores y aromas en la Plaza Jemaa el-Fna. Foto: Juan Ignacio Tapia – Unsplash.

Fez: la ciudad blanca

La identificación cromática de las ciudades marroquíes sigue en Fez, donde el color de sus casas la llevan a ser identificada como la ciudad blanca.

Fez tiene la medina, o sea la ciudad vieja árabe, más grande del mundo. Es un auténtico laberinto con más de 9.000 callejuelas que, si uno no es lugareño, lo más probable es que se pierda con frecuencia.

La ciudad vieja de Fez es un laberinto de 9.000 callejuelas, donde no es raro extraviarse

Por suerte en el lugar abundan las señales que indican cómo llegar a los puntos más interesantes y las salidas a las avenidas que lo rodean.

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Los zocos de Fez son para conocerlos con calma. Foto: Anna Jahn – Unsplash.

Los zocos de Fez

En este entramado se encuentra el zoco Attarine, que antes era reconocido por la venta de pociones y productos de medicina, y ahora es famoso por la cantidad de especias en exhibición. Aunque muchas de sus tiendas antiguas hayan cerrado, el lugar conserva su encanto.

Otro es el zoco de la Henna, que desde hace generaciones era el lugar donde se venden cosméticos, antes elaborados con recetas tradicionales y ahora bajo parámetros industriales. Allí, como indica su nombre, es el lugar donde las mujeres buscan este tinte rojizo usado para teñirse el cabello o realizarse tatuajes efímeros en las manos.

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Junto al interesante Museo de Arte y Artesanía de la Madera se encuentran los artesanos del zoco Nejjarine, especializados en productos de madera, muchos de ellos decorativos.

Para comprar frutos secos se puede pasar por el zoco Chemainne, mientras que el Sekkatine es uno de los más divertidos, con su variedad de productos para caballos y mulas, desde riendas a monturas.

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Venta de espejos en uno de los zocos de Fez. Foto: JP Chuet.

La ciudad azul: Essaouira

Su ubicación junto al Atlántico es recordada a cada paso con el color azul con que los habitantes de Essaouira pintaron a las vivienda de su ciudad. La formidable fortaleza de su puerto, con sus cañones apuntando a piratas inexistentes, vale la pena una visita.

Como también su mercado más popular, que es diferente a los de Fez y Marrakech. Aquí los productos estrellas son los que vienen del mar: pescados, mariscos, moluscos, erizos y todo lo que las barcazas azules traen cada mañana a la lonja del puerto, donde los vendedores promocionan sus ofertas a los gritos.

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Gambas a la brasa, una de las delicias que se pueden probar en el mercado de Essaouira. Foto: Asha Ong – Unsplash.

En este lugar hay que probar las sardinas y las gambas asadas, pero hay que tener tolerancia con las gaviotas y los gatos que merodean por la zona.

El mercado de pescados de Essaouira es todo un espectáculo, donde es casi obligado probar las sardinas y las gambas asadas recién capturadas

El zoco Jdid, que vende todo lo que se puede encontrar en un mercado, se concentra bajo los portales de la avenida del Istiqlal, donde hay desde lámparas a prendas de vestir, así como cerámicas, frutos secos y especias.

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El zoco de Jdid se encuentra bajo los portales de una de las avenidas de Essaouira. Foto: Olaf Pictures-Pxhere.

Si se busca algo diferente y más pequeño, los domingos se organiza el mercado de Had Dra, un pueblo a 30 kilómetros de Essaouira.

Con escasa presencia de turistas, da una impresión más auténtica de cómo se vive y negocia en un mercado, donde hay que contemplar con calma las frutas, verduras y otros productos de la tierra puestos a la venta.

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