Los pequeños encantos para descubrir en la Costa Azul

Alrededor de Niza se despliegan pequeños pueblos que nacieron como villa de pescadores y que se transformaron en mecas del turismo de lujo

La Costa Azul es mucho más que Niza, Cannes o Antibes. Alrededor de la primera de estas ciudades se concentra un abanico de villas costeras, donde las fastuosas residencias y el glamour de sus tiendas no eclipsan el pasado de pueblos de pescadores y de meca de artistas.

Niza puede ser la base para recorrer estos poblados, a los que se llega por los serpenteantes caminos de la cornisa mediterránea. Cada uno tiene varias razones para ser explorado, con su ricos patrimonios históricos, sus calas y playas de guijarros y sus jardines botánicos.

Saint-Jean-Cap-Ferrat

Entre Niza y Villefrance-sur-Mer este antiguo pueblo de pescadores situado en una península cambió radicalmente a principios del siglo XX, desde que las familias aristocráticas y grandes fortunas construyeron sus residencias como la Villa Ephrussi de los Rostchild, famosa por sus nueve jardines temáticos y la colección de arte de la mansión.

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El pueblo enamoró a Jean Cocteau, quien se tomó diez años para decorar las paredes de la Villa Santo Sospir, perteneciente a una familia belga.

Villa Ephrussi Foto Richard Starr Flickr

Villa Ephrussi, la residencia de la familia Rostchild. Foto: Richard Starr-Flickr

Además de su pintoresco puerto con sus barcas de colores, Saint-Jean-Cap-Ferrat acoge a la capilla de Santo Hospicio, del siglo XI con una gigantesca estatua de bronce de la Virgen María.

Villefranche-sur-Mer

Este es uno de los principales puertos de la Costa Azul, imán de cruceros que aportan un flujo continuo de turistas que buscan el toque de glamour que se anticipa con los inmensos yates que comparten amarras con las pequeñas barcas de pescadores.

Levantada en la complicada orografía mediterránea, Villefranche-sur-Mer atrae por su ciudadela construida en el siglo XVI, con las fachadas de sus viviendas presentadas en colores vivos.

Las casas sobre el puerto de Villefranche-sur-Mer destacan por sus colores vivos

En el interior de las murallas se encuentran iglesias como la de St Michel y la de St Pierre, donde las escenas de la vida de San Pedro fueron realizadas por Jean Cocteau en los años ’50.

Villefranche sur Mer Foto Allan Watt Flickr

El puerto de Villefranche sur Mer. Foto: Allan Watt-Flickr

Del pasado medieval de la villa sobrevivió la llamativa Rue Obscure, una calle de 130 metros sin un rayo de luz de sol; mientras que en diferentes tramos de la cornisa se despliegan elegantes jardines para pasear, como el recomendado Saint Michel, en la parte alta del pueblo.

Cagnes-sur-Mer

Entre Niza y Cannes el camino de la cornisa acerca a esta villa medieval, que se convirtió en uno de los epicentros del turismo de lujo y las compras gracias al paseo comercial de Polygone Riviera.

Sin embargo Cagnes-sur-Mer conserva su espíritu pueblerino, con el imponente Castillo-Museo Grimaldi, que con sus almenas y banderas domina la bahía. En estas callejuelas hay pequeños restaurantes de preparaciones sofisticadas, como las elaboradas con trufas, que no hay que dejar pasar.

cagnes sur mer Foto Turismo de Niza Costa Azul

Tranquilidad pueblerina en Cagnes-sur-Mer. Foto: Turismo de Niza-Costa Azul

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El lugar sedujo a Auguste Renoir, quien vivió en la residencia de Domaine des Collettes, que se transformó en un museo que conserva sus pinceles y otros elementos de trabajo.

En tanto en la parte baja, llamada Cros-de-Cagnes, se encuentra el pueblo de pescadores que dio nacimiento a la villa, donde las playas se extienden por cuatro kilómetros.

Eze

Construido en lo alto de un acantilado, Eze es uno de los mejores atalayas de la Costa Azul, donde se puede ver la costa italiana al este y Cap Ferrat al oeste.

Como si fuera un pastel con tres niveles, el pueblo se divide en tres tramos de la corniche. En la parte alta la villa mantiene su trazado medieval y sus calles empedradas y sumamente angostas, con paisajes costumbristas como la Plaza de la Iglesia del siglo XVIII o la Capilla de los Penitentes Blancos, del XIV.

El jardín botánico de Eze, con las estatuas que se descubren en la frondosa vegetación, es uno de los mejores miradores de la Costa Azul

Entre hoteles boutique y restaurantes pequeños pero lujosos se encuentran fastuosas residencias como el Palacio Balsan (usado por Alfred Hitchcock para filmar Atrapar a un ladrón), mientras que el Jardín Botánico, que llega hasta los 429 metros de altura, permite obtener las mejores vistas panorámicas de la villa y los pueblos vecinos, acompañado de las esculturas de Jean-Philippe Richard.

Eze Foto Roman Prykhodchenko

Eze, uno de los puntos más altos de la corsina de la Costa Azul. Foto: Roman Prykhodchenko-Flickr

En tanto en la parte baja de la ciudad, llamada con lógica Eze-Bord-de-Mer, hay que pasear por el sendero Frédéric Nietzsche como hizo el filósofo alemán, y de allí seguir al pueblo costero que está junto a la Cornisa Baja, donde en una profusa vegetación se descubren las fachadas rosadas y ocres de las imponentes villas construidas con el sello de la Belle-Époque que siguen atrayendo a personalidades y magnates.

Beaulieu-sur-Mer

A solo 10 km de Niza, camino hacia Mónaco, Beaulieu-sur-Mer presenta algunas de las calas y playas más bonitas de la Costa Azul, hogar de plantas mediterráneas y de latitudes exóticas.

Foto Ayuntamiento de Beaulieu sur Mer

La Villa Kerylos, en primera línea del mar. Foto: Ayuntamiento de Beaulieu sur Mer

Elegida desde el siglo pasado por la nobleza y aristocracia europea, de esos años dorados quedan fastuosos palacios reconvertidos en hoteles como el Bristol, el Metropolis o La Réserve (este último todavía se mantiene con elegancia); o en museos, como la Villa Kerylos, inspirada en las residencias de la Grecia clásica y con una interesante colección de antigüedades.

El casino conserva el espíritu de glamour de la villa, en un circuito que se refuerza con las tiendas de lujo y sus restaurantes, que capturan como ninguno el sabor de la Costa Azul.

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