La irresistible seducción de los sabores de Birmania

Birmania despliega un abanico de sensaciones con sus platos tradicionales, como el sake, los noodles, la pasta de cacahuetes y hasta vinos de calidad aceptable

Hace pocas semanas habíamos tenido la oportunidad de descubrir las tradiciones y paisajes de Birmania, un país sumamente religioso que poco a poco se va abriendo al turismo. Ahora tenemos la oportunidad de explorar su gastronomía y la producción de sus alimentos más emblemáticos.

Quien pase por este país del Sudeste Asiático no debería dejar de probar el sake. Para ello hemos conocido una destilería artesanal de esta bebida en medio del bosque en la región de Samkar, la Best Jungle Sake.

El legado del sake

La factoría está al borde de un lago artificial que se hizo en 1973 para construir una presa hidroeléctrica y llevar electricidad a Yangon. En la actualidad aquí no tienen luz, pero sí internet. Sai Myo Thet Kyaw es de la tercera generación de una familia que elabora sake siguiendo la receta tradicional del lugar.

Cada día elabora 20 litros de sake utilizando el mismo arroz que el que se usa para comer. El arroz que sobra se lo dan a los cerdos, a los que llaman “cerdos felices” porque los granos aún conservan alcohol. En este lugar se hace sake con 20º, 40º y 60º de alcohol, y durante la dictadura militar que gobernó desde 1964, la familia tenía que beber sake a escondidas.

En Myanmar los destilados que más se beben son el whisky y el ron, mientras que el sake se bebe especialmente en las bodas.

Sí, también hay vinos

Lo que el viajero no se espera en este país es encontrar una bodega. Es la Red Mountain, una de las dos bodegas que existen en Myanmar y que se alza a 1.000 metros de altitud. A ella se puede llegar en bicicleta desde Nyaung Shwe. Abierta desde 2002, su fundador U Nay Wir Tur viajó a Francia para aprender de vino y a su regreso eligió este lugar por estar rodeado de montañas que protegen a las viñas de las lluvias fuertes.

red mountain vinos
Los vinos de Red Mountain tiene una calidad bastante aceptable.

Tiene en total 75 hectáreas de viñedos, la mitad de la variedad tempranillo. La recogida es a mano, al ser más barato que a máquina (una jornada de trabajo se paga a 3.500 kyats, 2,1 euros), y la producción es de 200.000 botellas al año. Mientras se contempla el paisaje y los viñedos, es posible catar los diferentes vinos (sauvignon blanc, syrah, syrah-tempranillo) y descubrir que aunque su calidad no es alta, es un logro para un país con una climatología adversa para este cultivo.

Arrozales y té

Las pagodas y cuevas de los alrededores de Hpa-an se alzan entre bonitos paisajes de arrozales, como la pagoda daliniana Kyauk Kalap, en la cima de una roca, o las cuevas de Saddan y Kawgun, ésta última con miles de tallas de Buda en su interior, algunas del siglo VII.

En la zona de Hsipaw, lugar ideal para hacer trekking, se puede observar cómo los campos de maíz han ido comiendo terreno a los cultivos de té, con plantas de hace 150 años.

El motivo es el bajo precio al que se paga el té (1,6 kilos se cotiza a 4.500 kyats, 2,7 euros;) y al aumento de la exportación del maíz a la vecina y superpoblada China.

Aquí, como en todo el país, se ven árboles de teca. Birmania tiene la mayor superficie de bosques naturales de teca y es el primer productor de troncos de teca en el mundo. Hsipaw tiene un mercado de madrugada, en el que los puestos se iluminan con velas, y que resulta muy sugerente visitar. Como en otros mercados del país, los monjes y monjas budistas van pidiendo comida de puesto en puesto.

La tradición de los noodles

En esta ciudad, muy cerca del palacio Shan “Haw Sao Pha”, descubrimos una fábrica familiar de noodles (fideos), abierta al público, que sigue movimientos perfectamente orquestados liderados por el cabeza de familia, Daw Khin Thar Kyi.

El proceso, que dura cerca de una hora, comienza haciendo con el arroz una bola bolas de unos cinco kilos, a la que previamente se le ha quitado el almidón.

Shan Soaked Noodle
Los noodles son uno de los platos más tradicionales de Birmania.

Estas se ponen a hervir en un horno, que calienta un caldero con agua, y se amasan produciendo una masa similar a la del pan. Se le añade agua y se pasa por unos paños que hacen de tamiz, y queda una pasta líquida de arroz que después con una especie de teléfono de ducha se le da forma de noodle.

Los noodles están presentes en gran parte de la dieta de este país, desde el desayuno hasta la cena

Estos fideos caen en agua hirviendo, donde se cuecen alrededor de dos minutos. De ahí se pasan a agua fría, donde adquieren una mayor consistencia y ya están listos para el envasado.

Una mujer se lleva en bicicleta los primeros que salen de la fábrica y que los birmanos gustan comer acompañados de vegetales, pollo, pescado o carne. Uno de los platos típicos son los “noodles shan”, originarios del estado Shan, con verduras, cerdo o pollo, sésamo y cacahuetes, y que se suele tomar en el desayuno, al igual que el plato nacional, la “Mohinga”, una sopa de fideos de arroz en caldo de pescado.

La experiencia de probarlos en un tren

Un plato de noodles, además de otra mucha comida, se puede degustar en el tren –gracias a vendedores ambulantes- que desde Hsipaw llega a la antigua capital Mandalay, el mejor medio para hacer este recorrido, aunque conviene bajarse en Pyn u Lwin, a ocho horas, y hacer el resto del camino por carretera.

El tren pasa por un viaducto, gran atracción del viaje, durante el que se observan pueblos y arrozales mientras la vegetación va entrando materialmente por las ventanillas.

El toque del cacahuete

En Mandalay, la segunda ciudad del país después de Yangón, visitamos una fábrica de aceite de cacahuete. Con las máquinas machacan este fruto para extraer el aceite y su parte seca, convertida en una pasta, se utilizará para añadir a las comidas y salsas.

En esta ciudad es muy recomendable el restaurante, muy popular, Aye Myit Tar, que sigue la tradición del país consistente en servir los platos que se han pedido acompañados de otros muchos de verduras, patatas, ensaladas de vegetales y pescado, salsas y sopa.

En los alrededores de Mandalay, en Amarapura, un paseo por el puente U Bein, el más largo del mundo de madera de teca, que mide más de un kilómetro, es símbolo de la sencillez y tradición de este país en perfecta armonía con la naturaleza.

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