Esta ciudad decidió frenar al turismo (y no es Barcelona)

El exceso de visitantes ha llevado a una importante ciudad europea a limitar los comercios turísticos

El síndrome de Venecia asusta a cualquier alcalde o responsable del turismo en una ciudad. Que una ciudad reciba millones de turistas pero que quede vacía de vecinos no es un buen negocio a largo plazo. Por ello las ciudades que atraen a tantos visitantes toman diversas medidas para no morir de éxito.

Por ejemplo en Barcelona se aplicó una moratoria que impide la construcción de nuevos hoteles, y en Dubrovnik se ha limitado el número de cruceros que atracan en su puerto del Adriático.

Ámsterdam sigue estos ejemplos y su ayuntamiento decidió prohibir la apertura de nuevos comercios enfocados al turismo: ya sean locales gastronómicos que repiten sus ofertas para turistas, sitios de alquiler de bicicletas, oficinas que organizan tours a pie por la ciudad o las clásicas tiendas de recuerdos.

La saturación de estos comercios en sitios como el Barrio Rojo lleva no sólo a un aumento sostenido de los alquileres, sino a que los vecinos tengan que caminar largas distancias para encontrar algo tan sencillo como un colmado o un café en el que puedan socializar tranquilos.

Que vuelvan los vecinos

No se espera que la prohibición frene al turismo de la noche a la mañana, pero el ayuntamiento busca resucitar el comercio minorista  y que los vecinos estén a gusto viviendo en el centro de Ámsterdam. Al menos, que se pueda evitar el éxodo de los lugareños a otros barrios más alejados.

Esta no es la primera medida del consistorio de esta ciudad neerlandesa para enfrentar las consecuencias del turismo excesivo: a principios de este año aplicó una tasa turística que subió los precios de los hostels y bed and breakfast más económicos, y así puso un límite al turismo low cost que invadía sus calles. En el 2015, Airbnb accedió a limitar el número de días máximos de alquiler de apartamentos en Ámsterdam.

Las medidas del ayuntamiento responden a un creciente movimiento de protesta en la ciudad, que si bien reconoce el efecto positivo de los ingresos del turismo, alerta de la pérdida de calidad de vida de muchos de sus habitantes.

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