Estambul, más allá de Santa Sofía

La ciudad que vive a caballo entre Europa y Asia ofrece una infinidad de posibilidades alejadas del denominado Cuerno de Oro. Zonas como Kadirga, Fatih, Eyüp y Üsküdar reflejan el otro perfil de la ciudad a apenas 20 minutos del centro histórico.

Más de 14 millones de habitantes se ordenan a su manera en 1.500 kilómetros cuadrados. Estambul, la ciudad de las mil mezquitas, partida en dos por el Bósforo, aglutina, perdonen el tópico, lo mejor de la cultura occidental y árabe. Europa y Asia con la visible influencia de Rusia y el norte de Ãfrica. Y sin embargo, en fotografías y postales todo se reduce a Santa Sofía, Sultanahmed y el Palacio de Topkapi. La ciudad es mucho más que el Cuerno Dorado.

A menos de media hora del centro histórico, barrios como Kadirga, Fatih, Eyüp y Üskudar ofrecen el contrapunto ideal al epicentro turístico. Imposible de abarcar en un sólo viaje, pasear por sus calles permite darse cuenta que existe otro Estambul. Y lo que se nos escapa.

Kadirga, a tres minutos 

El barrio de Kadirga se encuentra a apenas diez minutos a pie de la Mezquita Azul. La Iglesia de San Sergio y San Baco, también conocida como la pequeña Santa Sofía, nos da la bienvenida a los visitantes. El cambio es drástico en dos calles y de los restaurantes turísticos y los vendedores de souvenirs pasamos a tiendas con la acera de escaparate y edificios de madera que se mezclan con solares derruidos.

Imágenes que hemos visto mil y una veces en las películas suceden aquí. Niños en moto sin conocer eso que en España llamamo casco y camionetas cargadas de gente. Caminar por los estrechos e irregulares bordillos en los que se mezclan zapaterías, pequeños restaurantes y tradicionales peluquerías es imprescindible. Probar los bocadillos de kebab o cenar entre nativos en alguno de los comercios que escapan al paseo habilitado para occidentales también.

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La ascensión a Fatih

Conocido como el «auténtico Estambul», Fatih está coronado por su mezquita. Banderas de Turquía en la mayoría de calles, alguna gigante, y fotos del primer presidente, Mustafa KemalAtatürk— en los locales. Sin el ajetreo de Kadirga, con calles más anchas y, salvo las principales arterias, no nos encontramos con apenas tráfico.

El enorme templo preside la zona, de las pocas emblemáticas que no nos separa a los turistas de la zona de rezo. No es habitual ver visitantes en la zona y la mezquita tiene un interior más sobrío que las del recorrido que diseñan los operadores. De seguir paseando llegamos a parar a la antigua muralla de la ciudad, regada de vendedores ambulantes. Al descender, otra vez el Bósforo espera al caminante. Ocasión ideal para cruzar entre pescadores hasta el barrio de Gálata que no desaprovechamos y que daría para otro reportaje.

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Peregrinación a Eyüp

El más alejado. Imprescindible. Un viernes en Eyüp paga el viaje a Estambul. Fuera de los viejos límites, por momentos olvidamos que estábamos Turquía y no en cualquier pueblecito del centro de Europa. La Mezquita de Eyüp Sultan te lleva de vuelta a la realidad. Punto de peregrinación para los musulmanes, penitentes de todo el mundo se aglutinan en el templo y la plaza colateral para visitar la tumba del portaestandarte de Mahoma. 

Una vez acabados los rezos, que se prolongan durante casi toda la mañana, la mezquita se abre al público. Muchos de los peregrinos reparten dulces y chocolate y los rezagados hacen cola para beber de los grifos colocados en las esquinas del féretro.

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Una vez las fuerzas estaban ya cargadas, la otra visita innegociable era al mirador de Pierre Loti. Las mejores vistas de la ciudad esperaban allí. Dos opciones para llegar: Tomar el teleférico o escalar por el cementerio otomano. Recomendable la segunda opción.

Entre tumbas y vegetación, la ascensión nos llevó sólo unos 15 minutos. Según explicaban los locales, pintan bastos esta temporada turística tras los diversos atentados sufridos. Así pues, con un poco de suerte podrás encontrarte completamente a solas en la telaraña de tumbas. Nosotros pudimos escuchar el silencio. El símil con el cementerio de Montjuic por su tamaño resulta inevitable. Su belleza, pero, queda a años luz.

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Üsküdar, el Estambul asiático


El Bósforo no ejerce de Muro de Berlín y en la parte asiática se pueden encontrar algunas de las casa más lujosas de Estambul. A ‘primera línea de mar’ cohabitan con el barrio de Ãœsküdar. Accesible a través de los innumerables cruceros que zarpan cada hora desde la parte occidental y en ferri -cuesta menos de 1,5 euros- tampoco es un territorio colonizado de turistas.

También hay que olvidarse de las tiendas occidentales. Bazares, un mercado tras otro, pescadores que prueban suerte y vendedores ambulantes protagonizan el cuadro que pinta Üsküdar. Acudimos por la tarde y nos llevamos una escena inolvidable. A orillas del Bósforo, en uno de los múltiples cafés, se puede contemplar uno de los mejores atardeceres de la ciudad.

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