Cinco rincones de Berlín desconocidos hasta para los berlineses

Templos budistas, barrios entre canales de agua, montañas construidas con escombros. Algunos rincones de Berlín son una sorpresa para residentes y viajeros

Quien tiene pocos días para visitar Berlín es lógico que trate de exprimir el viaje visitando los restos del Muro, Alexanderplatz, la puerta de Bradenburgo, sus biergarten y la Isla de los Museos. Pero hay otros rincones, casi desconocidos hasta para los mismos residentes, que muestran otra cara de la capital alemana.

Templo budista

En el extremo norte de Berlín, en Fronhau, hay un templo budista considerado el centro de culto de esta religión más importante de Europa occidental.

Abierto por el médico y escritor Paul Dahlke entre 1922 y 1924 para la comunidad budista que había creado, parece un rincón de la India transportado a esta zona de parques y barrios residenciales.

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Se entra por una puerta flanqueada por elefantes, y tras subir una escalera de 73 escalones con ocho descansos, que representan los ocho senderos que Buda siguió para alcanzar la iluminación, se llega a la vivienda central donde residen los monjes.

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El templo budista de Fronhau. Foto: BA Reinickendorf – Visit Berlin.

El edificio tiene una extensa biblioteca dedicada a esta religión. Allí también está el templo y un bonito jardín.

Es un sitio que irradia paz, donde se organizan cursos de meditación, conferencias y visitas guiadas.

La anciana de Berlín

La anciana más longeva no es una abuela del barrio de Mitte ni la tortuga del zoológico. Es la vieja Dicke Marie, que tiene entre 800 y 900 años. Nadie lo sabe con exactitud, porque cuando nació Berlín todavía no existía. Cuando tenía cien años veía a lo lejos como crecía la ciudad medieval, y cada tanto algún campesino o noble que se iba a refrescar al Lago de Tegel pasaba a su lado.

En el bosque de Tegel se encuentra Dickie Marie, un gigantesco roble de 26 metros de alto que tiene más de 800 años de edad

Dickie Marie en realidad es un roble común (Quercus robus), y el nombre fue impuesto por Wilhem y Alexander von Humboldt, figuras clave de la ciencia alemana, que cada tanto visitaban al gigantesco árbol en las pausas de sus estudios en el castillo de Tegel.

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El gigantesco roble del bosque de Tegel. Foto: BA Reinickendorf – Visit Berlin.

Por su figura robusta les recordaba a la cocinera del castillo, y así fue bautizado.

Su fuerte tronco y la copa de 26 metros de altura es un símbolo de la zona, que se puede conocer en una excursión desde el puerto de Tegel.

Huellas de la RDA

En Berlín hay varios bares y restaurantes que, por ironía o nostalgia, tienen recuerdos del pasado comunista de la ciudad (o en todo caso, de la mitad de ella).

Pero para ver varias huellas de la arquitectura hay que buscar los edificios que se encuentran en la avenida Karl-Marx-Allee desde Alexanderplatz hasta el número 46, donde se concentraban varios ‘palacios de la clase trabajadora’.

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Entre otros, hay que mirar con detenimiento la arquitectura y decoración de sitios como el restaurante Café Moskau, la fachada de cristal del cine Kino International (habitual meca de estrenos en la RDA), el antiguo Hotel Berolina (donde se encuentra la sede del distrito), la ex heladería Mokka-Milch-Eisbar (donde ahora está el café Albert’s und Eis-Henning) y el desaparecido pabellón de exposiciones Kunst im Heim (reemplazado por la Galerie Capitain Petzel, un interesante centro de arte).

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Fachada del cine Kino International. Foto Wolfgang Bittner – Visit Berlin.

Pero hay más: otros edificios de los años de la posguerra son el antiguo salón de belleza Babette (actual Bar Babette), la ex Haus des Lehrers (Casa del profesor, actualmente un edificio de oficinas) y por supuesto, la famosa Fernsehturm, la torre de televisión con un restaurante a 200 metros de altura.

La Nueva Venecia

Al sureste de Berlín está el idílico barrio de Neu-Venedig (Nueva Venecia), un vecindario cercano al bosque de Spree al que se puede llegar en bote o canoa.

El lugar cuenta con cinco canales y 13 puentes, donde se suelen ver nenúfares y cisnes.

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La tranquilidad de Nueva Venecia. Foto Dagmar Schwelle – Visit Berlin.

Allí hay unas 450 parcelas a orillas del agua, donde se construyeron pequeñas villas y casas de verano.

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En la época de la RDA el lugar era el vecindario exclusivo de los privilegiados del régimen comunista, donde edificaron sus dachas.

Ahora está abierta a todo el mundo, donde hay un recomendado restaurante, a orillas del río, llamado (lógicamente) Neu-Venedig, ideal para descansar y reponer fuerzas tras un viaje en canoa o bicicleta.

Espionaje en la Guerra Fría

Cerca de Berlín hay una pequeña montaña de 114 metros de altura. Lo llamativo es que bajo el césped no hay tierra y rocas, sino escombros, cientos de miles de metros cúbicos de restos de casas, edificios públicos e iglesias destrozados por los bombardeos aliados y la batalla de Berlín en la Segunda Guerra.

Este es Teufelsberg, que en los atardeceres de verano permite tener hermosas vistas de la Torre de Televisión, la Catedral y los rascacielos de la capital alemana.

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Restos de los radomos usados para el espionaje de EEUU. Foto: Martin Gentischer – Visit Berlin.

En el invierno los berlineses suelen acercarse para lanzarse en trineo y esquí por la ladera, a la que suben en un servicio de telearrastre.

La montaña de Teufelsberg fue creada con miles de metros cúbicos de escombros de los edificios destruidos en la Segunda Guerra Mundial

En la zona hay un gigantesco edificio, donde en la década de los ’50 el ejército de EEUU montó gigantescas parabólicas y radomos (esferas que recubren a una antena) para realizar tareas de espionaje en el sector oriental de Berlín y de Alemania.

En 1989 el lugar fue abandonado, y si bien no se puede subir hasta la terraza por razones de seguridad, sí es posible conocerlo en visitas guiadas, con una linterna en la mano, donde los expertos detallan el combate tecnológico entre las potencias con Berlín como campo de batalla.

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