La deliciosa extravagancia de los sombreros de Balenciaga

Pamelas, boinas, turbantes, casquetes y pillbox; hasta 87 diseños protagonizan la primera exposición dedicada en exclusiva a los sombreros de Cristóbal Balenciaga que se puede ver en Getaria

Los sombreros y tocados de Balenciaga eran los más deseados. Foto: Museo Cristóbal Balenciaga.

“El sombrero es una cuestión de equilibrio arquitectónico que corona el edificio del vestido”. La frase, de Cristóbal Balenciaga, da cuenta de la importancia que el diseñador otorgaba a este accesorio que, aunque hoy en día es uno más, hasta mediados del siglo XX era una pieza indispensable del atuendo, un signo de prestigio y distinción.

Por ello, las vendedoras de las grandes casas de moda insistían a las clientas que para completar el conjunto debían adquirir ese complemento, una parte más de la silueta, que además debía llevarse tal y como había dispuesto el maestro. En un momento en que tocados y sombreros eran clave para distinguirse en el contexto social y cultural, los de Balenciaga eran de los más deseados.

Balenciaga, que los diseñaba personalmente junto al encargado de tocados Wladzio d’Attainville (y tras su muerte en 1948, con Janine Seignon, Hélène Morny y Mme. Ginette), daba rienda suelta a la creatividad y la extravagancia en estas piezas, que destilan elegancia, minimalismo, exuberancia, tradición y vanguardia, como puede verse en la nueva exposición que inaugura el Museo Cristóbal Balenciaga en Getaria (Guipuzkoa).

Foto: Museo Cristóbal Balenciaga.

La elegancia del sombrero

Balenciaga. La elegancia del sombrero, la primera exposición internacional dedicada en exclusiva a los sombreros y tocados de Cristóbal Balenciaga, que podrá verse hasta el próximo 8 de mayo, busca además homenajear el oficio artesano de las sombrereras, hoy casi extinguido.

La muestra es fruto de la investigación conjunta del Museo Balenciaga de Getaria y el Museu del Disseny de Barcelona, ciudad en la que se estrenó el pasado junio y donde ha sido visitada por 30.000 personas.

La muestra incluye 87 sombreros y tocados, 78 de los cuales se presentan individualmente, y nueve acompañados por conjunto completo de traje o vestido

Comisariada por el director de Colecciones del Museo Balenciaga, Igor Uria, y la conservadora de tejidos e indumentaria del Museu del Disseny, Silvia Ventosa, expone 87 sombreros y tocados, 78 de los cuales se presentan individualmente, y nueve acompañados por conjunto completo de traje o vestido procedentes casi a partes iguales del museo catalán y del guipuzcoano.

Foto: Museo Cristóbal Balenciaga.

Son todos ellos creaciones de los departamentos de sombrerería de las casas de alta costura de París y Madrid desde finales de los años treinta hasta su cierre en 1968.

El trabajo invisible de las sombrereras

A lo largo de la exposición desfilan los cinco modelos básicos de sombreros: pillbox, casquete, pamela, boina y turbante y pueden verse piezas exclusivas como una monumental pamela de paja de 187 dólares del año 1966 que deja ver “la diversión, la experimentación y el atrevimiento” con el que Balenciaga afrontaba sus diseños, según el comisario.

También hay adornos florales, tijeras y moldes de madera empleados en su confección, como parte de su vocación de reivindicar el trabajo “invisible” de las mujeres dedicadas a este oficio artesano hasta los años 60 del siglo pasado, cuando el sombrero cayó en desuso.

La exposición reúne 87 piezas originales. Foto: Juan Herrero | EFE.

En este sentido, se revelan aspectos bastante desconocidos de la confección de los sombreros, tanto en lo que se refiere al trabajo en los talleres como a su difusión, labores ambas fundamentalmente desempeñadas por mujeres.

Plumas de faisán y pieles de armiño

Balenciaga, como gran conocedor de la tradición española, trasladó a sus diseños las referencias a la indumentaria religiosa, popular, taurina o de los majos y madroños.

La muestra revela aspectos desconocidos de la confección de los sombreros, tanto en lo que se refiere al trabajo en los talleres como a su difusión

Cristóbal Balenciaga conservaba en su colección privada numerosos sombreros históricos, sombreros de paja de culturas campesinas mediterráneas, boinas y gorras de pescadores propias de la cultura popular vasca, etc. El modisto recreó estas tipologías de sombreros y les confirió un aire contemporáneo, explica Silvia Ventosa.

Uno de los diseños de Balenciaga. Foto: Juan Herrero | EFE.

Para ello se valió de materiales diversos como el azabache, la paja, el fieltro, el tul, las sedas, las pieles de visón o armiño. Incluso de mono, como se aprecia en un pequeño casquete elaborado en 1958.

Entre los adornos que rematan los sombreros destacan las flores y plumas, que proveían especialistas muy concretos: los plumassier y los fleuristes.

Plumas de marabú, faisán, gallo y hasta plumón de cisne coronan estos complementos, muchos de ellos con una concepción casi arquitectónica.

La puesta en escena de la muestra, que se divide en seis apartados que remarcan el uso, tipologías, proceso de creación y significado de los sombreros y tocados realizados en los departamentos de sombrerería de Balenciaga en más de tres décadas (1937-1968), trata de evocar los salones en los que desfilaban las maniquíes y resalta los sombreros, que se colocan sobre unos maniquíes tras un fondo de cuerdas.

La muestra explora los diferentes modelos de sombreros y tocados. Foto: Juan Herrero | EFE.

El catálogo de la exposición incluye una colaboración especial del reconocido diseñador de sombreros Philip Treacy que, como Balenciaga, defiende que un buen sombrero “es el accesorio más glamouroso”. “Hace vibrar a quienes lo observan y despierta el irrefrenable deseo de poseerlo, y aunque las imágenes que percibimos puedan parecer de otro mundo, el consumidor amante de lo suntuoso establece con el sombrero un fuerte vínculo. El mensaje es simple y contundente: un gran sombrero existe más allá de su propio tiempo”.

a.
Ahora en portada