El arte urbano conquista las iglesias

Amaury Dubois interviene 600 m2 de paredes de la iglesia Sainte-Madeleine, en Châtelaillon-Plage, en la costa oeste de Francia

Picasso lo hizo en Vallauris, una ciudad de la Costa Azul francesa, Matisse en la vecina población de Vence y, más recientemente, Okuda en Llanera, en Asturias. Siguiendo su estela, ahora es el artista urbano Amaury Dubois el que pinta una iglesia.

El templo de Sainte-Madeleine en Châtelaillon-Plage, a pocos kilómetros de la Rochelle, en la costa oeste de Francia, en proceso de restauración, luce ya un gran mural que se extiende por toda la bóveda hasta ocupar 600 m2.

Con este trabajo, Amaury Dubois ahora se une al limitado círculo de artistas contemporáneos que han firmado una obra en una iglesia

Empleando este espacio único, a petición de Ayuntamiento, propietario de la iglesia, el pintor y fotógrafo nacido en Lille Amaury Dubois nacido imaginó y concibió una obra que explota en colores y líneas curvas y que respeta tanto la dimensión espiritual del lugar, como la identidad singular de la localidad de Châtelaillon-Plage.

 

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Fresco contemporáneo

Su iglesia, construida en el siglo XIX, brilla ahora bajo un fresco plagado de luz y movimiento. Curvas de colores cálidos, que emanan de la zona del coro y se propagan a lo largo del techo abovedado inundan el espacio con forman cautivadoras que transmiten movimiento. Las ondas, que recuerdan a las olas, contienen elementos entre los que se intuyen escamas de peces, en una promesa de lo que nos espera a pocos metros de la iglesia, pero también la recuperación de un símbolo de los primeros cristianos y la abundancia.

Unos pasos más y sorprende una bóveda celestial en la que la luz de lo divino parece trazar un camino a lo largo del cual los colores, como metáfora de la vida, se extienden hasta calentar la frialdad de la noche.

Tras el impacto inicial del conjunto, la mirada se detiene en los detalles, avanza por las paredes y llega a las vidrieras, también obra del artista, donde emerge una naturaleza exuberante.

Tras Picasso, Matisse y Okuda, Dubois interviene una iglesia

Tras Picasso, Matisse y Okuda, Dubois interviene una iglesia. Foto: Amaury Dubois.

Los rayos de sol que penetran a través de los vitrales contribuyen a que la gama de colores se extienda a lo largo de las paredes, modificando la obra y haciéndola cambiar según los momentos del día y la posición del sol.

Hasta cinco tonalidades de azul diferentes empleadas en el mural enriquecen los detalles y la ilusión de profundidad.

Vida en movimiento

Para Amaury Dubois este monumental trabajo es una realidad viva. Basta con observarlo desde diferentes perspectivas, mirarlo en diferentes momentos del día o regresar después de varios años para encontrar detalles y significados.

En esta obra, el artista, más acostumbrado a los lienzos y los caballetes que a los grandes espacios abiertos, ha logrado imprimir su filosofía: pintar la vida en movimiento.

Amaury Dubois iglesia

Foto: Amaury Dubois.

Afrontando un auténtico desafío, Dubois se vio obligado a repensar su trabajo para adaptarlo al relieve y la escala de una iglesia, y todo ello sin perder los efectos visuales deseados.

Tras un trabajo previo en su taller, pintó todo el fresco a mano, utilizando 5 pinceles y multitud de spray y creando sorprendentes juegos de sombras y profundidad.

Pese al resultado, no oculta que llegó a sentirse “abrumado” por el reto: “Cuando pinto, me sumerjo completamente en mi trabajo. Esta vez, la inmersión fue especial. Si bien generalmente estamos frente a su soporte, en posición vertical, aquí trabajé debajo de mi ‘lienzo’, encaramado en un andamio!”.

También le aportó, explica, una nueva experiencia respecto a la obra: “La escala, el simbolismo, el tiempo que pasé en la iglesia a veces me hizo tener la impresión de «ser parte» de la obra, de que pertenecía a ella».

Amaury Dubois junto a su fresco

Pintándolo, Amaury Dubois se sintió parte del fresco. Foto: Amaury Dubois.

 

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