Julio Pérez Sanz: arte (y un pedacito de selva) en pleno Buenos Aires

Pérez Sanz es uno de los máximos exponentes del llamado ‘arte para usar’. Pasamos la tarde en su casa de Buenos Aires

Julio Pérez en su casa de Buenos Aires. Foto Manena Munar.

Julio Pérez en su casa de Buenos Aires. Foto Manena Munar.

En Barracas, uno de los 48 barrios de Buenos Aires, se alza un edificio de cemento gris envuelto en frondosidad. Difícil distinguir donde comienza un piso y termina el otro pues los enormes ficus, enredaderas y  arbustos los entremezclan. Es la casa del artista Julio Pérez Sanz,  un pedacito de selva en la urbe porteña. Aquí recibe a Tendencias, donde tenemos el privilegio de pasar la tarde con él.

Ya desde niño, en su Adrogué natal, al sur de la capital argentina, donde diseñaba abalorios para las muñecas de sus primas, sintió una fuerte vinculación con la naturaleza, una musa que le abastece de materiales para su obra.

«Cuando tenía 5 o 6 años, mi prima Sara me pidió joyas para sus muñecas. Así, con alambres de cobre extraídos de los cables de electricidad y piedras recolectadas, vidrios traídos como tesoros de la playa y algunas sales que usaban en casa para la pileta construí mi primera colección de joyas» cuenta Julio hablando de sus principios creativos.

Julio o la sublimación de la belleza

Abre la puerta la sonrisa franca de Julio Pérez Sanz, diseñador, escultor, artesano  y filósofo. En su taller trabajan veinte artesanos formados por él que dan forma a esas fantasías que Julio, siempre con el papel y el lápiz en la mano, no cesa de crear.

Su casa es un exuberante jardín en el centro de Buenos Aires. Foto: Manena Munar.
Su casa es un exuberante jardín en el centro de Buenos Aires. Foto: Manena Munar.

Su casa-taller es un auténtico museo en el que los ojos no dan abasto para abarcar todo lo que allí se esconde. Candelabros de bronce, cencerros, grifos de alpaca, carteras tapizadas en piedras, collares que lo mismo cuelgan del cuello de una actriz caminando por la alfombra roja de Cannes  que del de Lady Gaga.

Maravillas en las que prima la plata, la alpaca, el bronce, el cobre, la madera, los cuernos y las piedras, elementos traídos especialmente de las montañas del norte. Igual que la vicuña, el algodón, la seda, el cuero y la calabaza son los protagonistas de su faceta textil.

Materiales que, según las propias palabras del diseñador, “producen su propia energía”. Y es que, en su opinión, “estar jerarquizados o no depende del manejo, de técnicas ancestrales o de nuevos mecanismos tecnológicos, distintas interacciones hacen al enriquecimiento de la pieza para representar el interior de cada uno. Sensaciones, miradas, experiencias, humor, todo deja su presencia”.

De museos a escaparates de Loewe

Julio diseñó en exclusiva para Loewe, sus creaciones adornan las estanterías de Bloomingdales, Neiman Marcus y las boutiques de ciudades cosmopolitas como Barcelona, Atenas, Londres o Singapur y aparecen regularmente en los editoriales de Vogue.

Fachada de la boutique de Julio Pérez. Foto Manena Munar.
Fachada de una de las boutiques de Julio Pérez en Buenos Aires. Foto: Manena Munar.

También ha hecho numerosas exposiciones en Argentina y también en Estados Unidos y Japón. Recuerda con cariño la obra Paisaje, seleccionada como regalo de Argentina a Brasil para la primera bienal del Mercosur en el Parque de la Marina en Porto Alegre. Allí sigue, junto a obras de Hernán Dompé y Enio Iommi. En el Palacio Duhau de Buenos Aires hay esculturas que quedaron de manera permanente. 

De sus tres tiendas, dos están en Buenos Aires, en la exclusiva zona de Recoleta. La tercera, la última en inaugurarse, en la calle Madison de Nueva York . La regenta su socio e hijo Luciano, también diseñador y alumno de su padre. Ambos son expertos en crear belleza -a veces con diferentes propósitos-,  lo que les hace ejercer de artistas visuales, arquitectos y diseñadores . Un ejemplo es la famosa silla DALE de acero inoxidable y madera diseñada por Julio en el año 2000.

Julio Pérez trabaja con materiales que, como la plata, la alpaca, el bronce, el cobra, el madera o las piedras, «producen su propia energía»

Sus clientes son principalmente profesionales norteamericanos, viajeros bien informados sobre las creaciones únicas de Julio Pérez Sanz y decididos a volver a casa con una de sus piezas. Pero también cuenta con celebrities entre los admiradores de su obra, desde Lady Gaga a Tom Cruise o Salma Hayek, incluso con miembros de diferentes casas reales del mundo, como Raina de Jordania, muchas veces engalanada con pendientes o collares firmados por él.

De Adrogué a Buenos Aires

La trayectoria de Julio Pérez Sanz  fue en ascenso  cuando,  tras cursar estudios en la Asociación Estímulo a las Bellas Artes de Buenos Aires, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario e incluso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, se asentó en Rosario y comenzó a crear esculturas y a diseñar joyas, formando parte de la movida artística rosarina de los años 80.

Su particular visión del arte y de la vida se reflejan en su obra, que está llena de preguntas -y también respuestas- al sentido de la vida, a la libertad a través del conocimiento, al comportamiento humano. El amor, el descontento e incluso el sentido del humor se vislumbran en muchas de sus piezas, véase su Serie para Bandidos donde dulcifica esa parte del ser humano en la que reside la vulgaridad y la codicia, tomándosela con una inocente ironía.

Que no falte el mate

Hablando sobre las rutinas de trabajo, Julio explica que prefiere la luz y el aire fresco de la mañana. “Descansar bien, alimentarme sanamente y con horarios, hacer ejercicio, estar un poco informado con libros -que siempre amé-, disfrutar de la música y del contacto con la naturaleza, plantas, animales, insectos, brisa fresca en la cara, amanecer, llovizna, sol, arcoíris, jardín. Que se sienta la energía que hemos puesto en cada pieza” resuelve Julio como secreto de su rutina artística.

Una de las piezas de Pérez Sanza. Foto Manena Munar.
Una de las piezas de Pérez Sanza. Foto: Manena Munar.

Los mangrullos (atalayas) representan una parte importante de su obra. Nunca faltan, tanto en su taller como en sus tiendas de Buenos Aires en el barrio residencial de Recoleta o en la neoyorquina de Madison Avenue. Torretas que observan. Torretas desde donde, según el diseñador, “se logra vislumbrar el porvenir, accediendo así a la luz y, por ende, a la sabiduría”.

Tras  hablar de su vida llena de arte y experiencias,  Julio se sienta en un regio sillón  a la sombra de las lianas y los arbustos,  coge un mate de madera y bombilla diseñados por él, sorbe el adictivo brebaje y se despide con simpatía  y mucha paz.

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