Josephine: la copa de vino más flexible del mundo

Kurt Josef Zalto es el creador de la copa de vino más ligera y transparente del mundo; la copa que desparece en la mano

Kurt J Zalto Portada

Kurt J Zalto Portada

Forma, función y precisión, en el orden que se desee, son los 3 atributos de Josephine, la copa que por su extrema transparencia y ligereza parece no existir, en la que el vino sueña columpiarse sin recipiente. Su autor es Kurt Josef Zalto, un diseñador austríaco con raíces que hay que rastrear del siglo XVIII en Venecia, allá donde el vidrio es objeto de culto, y con 20 años de experiencia en el diseño de copas.

Avalado por su recorrido y por pertenecer a la séptima generación de artesanos del vidrio, no titubea un ápice al afirmar que su última creación “es el arquetipo de una copa de vino, la mejor que he hecho nunca”. Situada ya en otros países de Europa, Zalto visita Barcelona y comienza su expansión en España de la mano de Primeras Marcas.

Vidrio flexible

En el año 2000, Zalto diseñó la colección de copas que llevan su apellido, las Zalto, reconocidas ya entre las mejores del mundo. Desavenencias societarias le llevaron a abandonar la empresa pero el diseñador, a pesar de la decepción que admite haber sufrido, cayó de pie y en 2015 comenzó de nuevo con el equipo de Josephinenhütte para obtener una copa insólita, tan sumamente ligera que al tacto resulta flexible.

El diseñador Kurt Josef Zalto y Joachim Christ, CEO de Josephinenhütte, la empresa productora. Foto: Anna R. Alós.
El diseñador Kurt Josef Zalto y Joachim Christ, CEO de Josephinenhütte, la empresa productora.

Crear negocio y el asunto crematístico no es lo que más le interesa al diseñador, aunque considerando su experiencia y los resultados del legado familiar, se le supone éxito empresarial. “Lo que más me interesa es el diseño y dentro de él la pureza de líneas”, afirma. “Mi objetivo es hacer cosas bellas, es muy importante para mí saber que aporto un valor añadido en el momento de degustar el vino y con estas nuevas copas lo he conseguido”.

Comenzó a trabajar con su nuevo diseño de copa delineada al milímetro en lo que parecen dos fases de una forma abombada. Era urgente probar los vinos, por ello viajó a Francia, para captar reacciones y ver cómo abrir nuevos caminos con un diseño que cuenta una historia de aromas. “Lo importante es que se genere una conversación alrededor de las nuevas copas, mi objetivo es ser rompedor y que sea novedoso por encima de lo que se ha hecho los últimos años”, dice.

Premisas del diseño

“La primera premisa que tenía clara era la de la identidad en el diseño, que al ver una Josephine sobre la mesa se reconociera inmediatamente”, comenta Zalto. “Los propietarios de restaurantes y los sumillers se quejaban de que se les rompían en las manos por su extrema ligereza, 85 gramos de peso, así que tuve que trabajar hasta lograr una variación de 5 milímetros para evitar la rotura sin desvirtuar la idea inicial”. El objeto, porque la Josephine es eso, un objeto apenas perceptible, conjuga sus formas orgánicas curvas con la función para la que ha sido diseñada, que no es otra que la de ser un vehículo entre el vino y el catador.

Kurt Josef Zalto en el taller donde se sopla el vidrio para obtener las copas Josephine
Kurt Josef Zalto en el taller donde se sopla el vidrio para obtener las copas Josephine.

Es obvio que Josephine es artesana de principio a fin, pues hay que lavarla y secarla a mano dada su extrema flexibilidad. El secado es casi un ritual, pues no permite un secado circular con trapo o papel poroso como el de las otras copas, hay casi que acariciarla en todo el proceso porque el propio tallo da la sensación de que va a quebrarse en un suspiro.

Una copa para cada vino

Los protocolos del bien beber están marcados: una copa para el blanco, otra para el tinto, una para el champagne o el cava, el vaso para el agua… Hay que acariciar el vidrio con los labios para darse cuenta de que no es lo mismo volcar los aromas de un vino en un contorno grueso o fino. Todas las copas Josephine tienen la misma altura, 23 centímetros, y solo varía el ancho del recipiente.

Joachim Christ, CEO de Josephinenhütte, lo cuenta así: “Lo más importante de un vino es su estilo, el resultado final. No es la uva lo primordial, sino la edad, la acidez y el tipo de barrica en que se ha almacenado. Los que nos dedicamos a este mundo somos los que nos tenemos que adaptar a los diferentes tipos de vino y a las nuevas creaciones”.

Aún contando con una copa para cada vino, en la serie Josephine hay una copa universal, es la que sirve a diario para todos los vinos sea cual sea su color y sus características.

Proceso de fabricación de las copas.

Comentan que 4 o 5 copas son perfectas para una serie. Unas sirven para caldos jóvenes y frescos, con pocos grados de alcohol, y al no tener cuerpo el vino no se concentra. Otras están destinadas a los vinos con más cuerpo, más alcohólicos y más asentados, y en ellas los aromas se pueden capturar, y en algún caso remontar, como un champagne añejo, para él está la copa más estilizada.

Añade Christ: “Es un proceso muy complejo de analizar, no es estático. Los vinos se desarrollan de maneras diferentes, por eso la propia copa ha de ser dinámica. El secreto es las proporciones, y es un mito que la copa grande significa poder y riqueza. Una copa bien equilibrada expande los aromas y los reduce cuando es necesario”. Ahí está el secreto del diseño, en los principios de la proporción áurea que queda resuelta en el diseño de Kurt Joseph Zalto.

Aludiendo a las antiguas, o no tan antiguas, copas de vidrio de color para el vino, ambos profesionales, Christ y Zalto, afirman que solo son adecuadas para el agua, nunca para un vino.

Copa universal, para cualquier color y clase de vino

“Un buen vaso lleva tiempo, hay que concebirlo y fabricarlo con absoluto amor”, concluye Zalto, diseñador de un vidrio de mírame y tócame con cuidado.

a.
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