Así veían Bilbao los artistas bilbaínos

La muestra Bilbao y la pintura del Museo Guggenheim refleja cómo los artistas locales plasmaron el progreso de la ciudad entre fines del s.XIX y principios del XX

Lirica y religión, de Gustavo de Maeztu. Colección Juntas Generales de Bizkaia

¿Cómo era el Bilbao de fines del siglo XIX que había empezado una veloz carrera de progreso económico? ¿De qué forma cambió la sociedad, la cultura, la trama urbana y sus edificios más emblemáticos en aquellos 50 años?

Las huellas del salto hacia delante de esta ciudad del País Vasco se pueden ver en la muestra Bilbao y la pintura del Museo Guggenheim de esta ciudad, que a través de 30 obras de arte recorre la rápida modernización que se inició hacia 1880 y que culminó, de manera abrupta, en 1936.

La ría en Axpe, de Adolfo Guiard. Foto Colección Sociedad Bilbaína

De París a Bilbao

Son obras de gran formato realizadas por artistas locales o que llegaron a la capital vizcaína atraídos por las promesas de progreso económico, que trajeron las ideas vanguardistas de París en la maleta de pinturas y pinceles.

A través de estas pinturas y murales se pueden ver los barcos comerciales en la ría y las terrazas dedicadas al ocio, la vida de los burgueses y los aldeanos, los remeros, la lucha y la muerte en el mar, los héroes del deporte, las faenas cotidianas en un puerto pesquero o las romerías en una anteiglesia.

Las terrazas, las romerías, los bailes, los trabajos campestres y la vida marinera son algunas de las postales que reflejaron una ciudad que cambiaba para siempre

La bienvenida a la muestra, abierta desde el 29 de enero al 29 de agosto, la da una serie de fotografías del Bilbao de fin de siglo y un espacio donde se contextualiza la importancia del escultor Paco Durrio, autor del Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga, que se encuentra frente al Museo de Bellas Artes local.

Arrue_Equipo-del-Athletic-Club. Colección Athletic Club Museoa-ren

La nueva escena urbana

En la primera sala se pueden ver obras de Adolfo Guiard, Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea, Manuel Losada y José Arrúe, que reflejan cómo estaba cambiando el escenario urbano de la ciudad.

Por ejemplo, están los barcos fondeados en la ría y las vistas del mar desde una casa, como se ven en La ría en Axpe y En la terraza, de Guiard.

La terraza, de Adolfo Guiard. Foto Colección Sociedad Bilbaína

En tanto que Amanecer, de Zuloaga, Las Walkirias, de Losada y La fuente de la salud, de Guinea retratan la burguesía ilustrada a través de los miembros del Kurding Club.

Sus miembros, jóvenes empresarios de la ciudad, encargaron a pintores llegados de París decorar los salones del club social, que capturan el ambiente de ocio de Bilbao en escenas cotidianas, como las que tienen lugar en la iglesia de San Nicolás y el Arenal al amanecer, o la escena rural con aldeanos y bertsolaris -juglares- en el entorno montañes de Zubiaurre.

Mar y montaña

Si la primera sala habla de la ciudad, la segunda se centra en el mar y la montaña, donde se ve que hay diferencias cromáticas entre los diferentes paisajes.

La importancia del mar para la vida bilbaína se refleja en El marino vasco Shanti Andía, el Temerario de Ramón Zubiaurre, que mira al horizonte en mitad de la galerna; o el tríptico Lírica y religión de Gustavo de Maeztu, que capta la conmoción popular por la muerte a la llegada de unos pescadores a tierra firme.

Tríptico de la guerra, de Aurelio Arteta. Foto Museo de Bellas Artes de Álava

Por el lado del recuerdo rural se ve al aldeano que recoge la cosecha en La siega de Guiard, así como el mundo de las reses y la fiesta en las pinturas de Francisco Iturrino, como Los garrochistas, Escena campera y Fiesta en el campo; ejemplos contrapuestos del postimpresionismo y de la pintura fauve aprendidos en París e introducidos en España.

El espacio cierra con Tríptico de la guerra de Aurelio Arteta y con Tótem de Agustín Ibarrola, que presenta los instrumentos del aldeano, de una vida en el caserío, como si fueran esculturas.

La siega, de Guinard. Foto Museo de Bellas Artes de Bilbao

Las tradiciones de ayer

La tercera y última sala representa cómo los artistas locales veían las tradiciones vascas, y de qué manera encajaban en una sociedad que estaba cambiando.

Danzas suletinas, de José Maria de Ucelay. Foto Colección BBVA

Además del nacimiento de los nuevos ídolos del deporte, con el Athletic Club a la cabeza, se puede ver la importancia que le daban al baile.

Los bailes, el fútbol y las romerías son otras postales reflejadas por esa generación de artistas que creaban en Bilbao

Así se ve con la pintura costumbrista de Manuel Losada Don Terencio y Chango, El txistulari, hasta el mundo del baile en las anteiglesias de En la romería de Arteta, pasando por la recolecta otoñal de manzanas y la sagardantza (danza de las manzanas) en la obra de Jesús Olasagasti.

En la sala se exponen las visiones de José Arrue sobre las romerías y las Danzas suletinas de José María de Ucelay, una pintura que aporta una visión enciclopédica de uno de los bailes más antiguos del País Vasco, la mascarada de Zuberoa.  

a.
Ahora en portada