Una historia de Marrakech desde los jardines de La Mamounia

Entre el exotismo, la sensualidad y el lujo, la Mamounia encierra todo un universo cuya historia corre en paralelo a la de la propia Marrakech

El rey Sidi Mohammed Ben Abdellah tenía la costumbre de regalar a sus hijos un jardín por su boda. De los cuatro arsats que tomaron el nombre de sus dueños -Abdessalam, Moussa, Hassan y Mamoun- solo uno ha pervivido y se alza hoy como la carismática Mamounia, el hotel más icónico de Marrakech.

Fundada como hotel en los tiempos del protectorado francés, los arquitectos Prost y Marchisio fueron los encargados, allá por 1923, de transformar el jardín de Mamoun en un paraíso dentro de la ciudad.

El exotismo de Marruecos atraía a mediados de siglo pasado a los viajeros occidentales ávidos de nuevas experiencias

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El universo de La Mamounia

A mediados de siglo Marruecos se consideraba como la primera experiencia africana para muchos europeos que querían conocer otro mundo sin alejarse demasiado de casa.

Plaza Jamaa El Fna en Marrakech. Foto Manena Munar.
Plaza Jamaa El Fna en Marrakech | Foto Manena Munar.

Su exotismo atrajo a viajeros cosmopolitas que encontraban en la ciudad una forma placentera de vida y una sensualidad nueva para la mayoría.

Todos estos encantos en grado superlativo los ofrecía La Mamounia que, antes de la Segunda Guerra Mundial, permitía incluso a una clientela escogida llevar sus propios muebles para que se sintieran como en casa.

Aún hoy no es difícil imaginar los tiempos en que caballeros, de frac y sombrero de copa, y señoras, enjoyadas y en trajes de noche, se reunían para la cena en el restaurante de La Mamunia 

No es difícil imaginar las noches de La Mamounia de aquel entonces cuando los caballeros, de frac y sombrero de copa, y las señoras, con sus trajes de noche y joyas, se reunían para la cena en el restaurante, no sin antes dar un paseo por el jardín por el que asoma el alminar de la Koutoubia.

La Plaza Jamaa El Fna

No muy lejos de aquellas noches deslumbrantes, a pocos metros de los muros de La Mamounia, el panorama cambiaba radicalmente y la Plaza de Jamaa El Fna hacía acto de aparición.

Escena plaza Plaza de Jamaa El Fna. Foto Manena Munar.
Auténtica y colorida, la plaza de Jamaa El Fna | Foto Manena Munar.

Para hablar de la imponente plaza no hace falta remontarse a un pasado cargado de romanticismo. Casi una pequeña ciudad en sí misma, es la misma que cautivase a Hitchcock para el rodaje de ‘El hombre que sabía demasiado’.

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El colorido es lo primero que atrae la atención: las túnicas largas en tonos negros y marrones de los hombres contrastan con las de las mujeres de vivos y alegres colores.

Nada como dejar pasar las horas en cafés legendarios como el Café de France o el Argana de la plaza de Jamaa El Fna de Marrakech

En el ambiente flota un olor característico, mezcla de aromas de la canela, inciensos varios, hachís, té, frutas y humo de los coches. El sentido del oído por su parte se agudiza en la Plaza con el tam-tam de los tambores, la flauta del encantador de serpientes, el parloteo de la multitud y el monótono murmullo del Muecín llamando al rezo.

Cafe en la plaza de Jamaa El Fna. Foto Manena Munar.
Cafe en la plaza de Jamaa El Fna | Foto Manena Munar.

El gusto tiene su momento al paladear los deliciosos dátiles, los frutos secos, los zumos de naranja o los pinchos morunos de alguno de los puestos de la plaza. Restaurantes caros y baratos, cafés legendarios como el Café de France o el Argana conviven en este lugar, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2001.

Actores, diseñadores de moda o grandes estadistas encontraron su rincón secreto en Marrakech

En el polo opuesto de la ciudad merece la pena perderse por Guéliz, donde se erigen algunos de los más famosos riads de Marrakech, como se conoce a las antiguas mansiones o casas solariegas que ahora se han convertido en hoteles, o casas privadas, como las de Yves Saint Laurent o Jean Paul Gaultier.

El más bello de los oasis

Al pasar bajo el arco de la muralla del siglo XII y entrar en las ocho hectáreas de La Mamounia se escucha el silencio.

Una puerta de marquetería escoltada por dos elegantes ujieres con capas rojas da paso al interior del hotel, cuya última renovación a cargo de Jacques García concluyó en el otoño del 2009, y fue un rotundo éxito gracias a la sabiduría del aclamado diseñador al recrear y exaltar el estilo arábigo-morisco que prevalece en todos y cada uno de los detalles del hotel.

Desde La Mamunia se divisa la Mezquita Koutibia del siglo XII. Foto La Mamunia.
Desde La Mamounia se divisa la Mezquita Koutibia del siglo XII | Foto La Mamounia.

Las paredes son de estuco marroquí, los arcos de herradura y el granate sobresale entre los colores. El anagrama del árbol de la vida esparcido por muchos de sus rincones contrasta con esculturas ultramodernas creando un atractivo conjunto y, sobre todo, un ambiente único.

La última renovación de este icónico establecimiento culminó en el otoño del 2009 y fue ejecutada por Jacques García 

Cae la noche y los tonos bermellones de cielo iluminan tenuemente la piscina cuyo pabellón, hecho a imagen y semejanza del palacete de La Menara, se refleja en el agua.

Las luces de La Mamounia están pensadas para alumbrar sin deslumbrar, con lámparas de cristal de agradables tonalidades que ofrecen un tenue refugio tras la luz cegadora del sol en el exterior.

La Mamunia interior.
El interiorismo recrea y exalta el estilo arábigo-morisco con un toque de modernidad | Foto La Mamounia. 

Un aroma apenas perceptible y sin embargo evocador se aspira en cada rincón. Un perfume que huele a cedro, naranja y dátiles, preparado única y exclusivamente para el hotel por una de las siete “narices” más apreciadas del mundo como es la de Olivia Giacobetti, que también firma las amenities de las habitaciones.  

La música acentúa la sensualidad del palacio, especialmente el rumor del agua que brota de fuentes y surtidores estratégicamente situados para que en ningún momento se deje de escuchar su gorgoteo.

Winston Churchill era uno de los personajes adictos a La Mamounia y da nombre a una de sus suites y al bar

Una aventura sensorial

En el Pabellón de la Piscina se sirve el desayuno, que combina delicias europeas y marroquíes. Desde allí se observa una hermosa panorámica del edificio del hotel, del mismo tono de los rosales que adornan el jardín, que contrasta con los verdes de la vegetación y los arcos de las ventanas.

Pabellon piscina La Mamunia. Foto Manena Munar.
El pabellón de la piscina está hecho a imagen de la Menara de Marrakech | Foto Manena Munar.

Winston Churchill, adicto a La Mamounia, reprodujo esos mismos colores en los lienzos que hoy cuelgan del museo que lleva su nombre en Inglaterra.

Por un sendero de olivos centenarios se atraviesa un palacete y un huerto para llegar a otra de las joyas de La Mamunia, su spa.

Un lugar especial en la cultura árabe dominado por el hammam que, más que ritual, se entiende como forma de vida incorporada a la cotidianidad.

El spa es la joya de la corona de La Mamounia

Jacques García hizo de este espacio de 2.500 m2 un edén sensorial dotado de una atmósfera mágica en la que prevalecen los motivos marroquíes y orientales en los azulejos, mármoles, marqueterías y los claroscuros entre los que se adivinan tonos azul marjorelle y ocres.

Spa. Foto La Mamunia.
Spa | Foto La Mamounia.

Jabón negro, arcilla de ghassoul, pepitas de aceituna y aceite de oliva y limón son algunos de los productos, todos de origen artesanal y creados en exclusiva para el establecimiento, que envolverán al visitante para llevarle a un estado de auténtica paz y placer.

También se ofrecen los exclusivos cosméticos de Valmont, como el Elixir des Glaciers, el Primer Renewing Pack o el Happy Mask.

Por el bar Churchill han desfilado personajes legendarios como Eric Von Strohein, Charles Chaplin, Kirk Douglas, Versace, Valentino, Jacques Brel o Nelson Mandela 

Del día a la noche

El restaurante marroquí Le Marocain concentra la esencia de Marruecos en una sola cena. Manjares exquisitamente servidos como las empanadillas de hojaldre rellenas de carne o pescado, cordero con dátiles y almendras o couscous se acompañan de té con hierbabuena.

Antes de dar el día por finalizado hay que tomar una penúltima copa en el Bar Churchill del hotel que Jacques García conservó prácticamente igual que en aquellos tiempos cuando el estadista casi había hecho de La Mamounia su hogar.

Churchill Bar. Foto La Mamunia.
Churchill Bar | Foto La Mamounia.

Por allí desfilaron personajes legendarios como Eric Von Strohein -que rodó allí su Alerte au Sud-, Charles Chaplin, Kirk Douglas, Versace, Valentino, Jacques Brel , Nelson Mandela y otros tantos que acudían imantados por el ambiente a la vez refinado y bohemio del bar.

Al día siguiente se debe dar una vuelta por las tiendas del hotel, donde conviven las boutiques de Yves Saint Laurent o el atelier Nihal con los productos con el sello propio de La Mamounia que rinden homenaje a la artesanía tradicional.

Para comer toca elegir entre la cocina mediterránea italiana de L’Italien, a cargo del chef Luca Signoretti, o las propuestas de Le Français, de ambiente sofisticado una cocina fina y cuidada. De postre, los macarons del que probablemente sea el mejor pastelero del mundo, Pierre Hermé.

Suite Al Mamoun. Foto La Mamunia.
Suite Al Mamoun | Foto La Mamounia.

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