La olvidada historia del hotel más grande (y lujoso) de Europa

El hotel Cecil, en Londres, fue el símbolo del lujo en la Gran Bretaña post victoriana. Sus innovaciones perduran casi un siglo después

El viajero que camine por la margen norte del Támesis y se tope con la mole art-decó de la Shell Mex House, tendrá la oportunidad de saber que ese gigantesco edificio hace más de cien años alojó al mayor hotel de Europa. Y el más lujoso. Este fue el Hotel Cecil.

Si este edificio de Londres lleva ese nombre es porque desde 1931 fue la sede corporativa de Shell-Mex y British Petroleum. Pero durante los 35 años anteriores en ese lugar el Hotel Cecil marcó tendencia a nivel mundial.

Lujo a gran escala

Allí todo era a gran escala: el edificio contaba con 49.900 metros cuadrados, donde se distribuían 800 habitaciones. A modo de comparación, el legendario Savoy (a muy poca distancia) tiene 268 dormitorios.

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Entre las áreas de acceso público se encontraban una entrada espaciosa y brillante, el salón de baile Palm Court (que se adaptaba para una ceremonia del té de las cinco con elegancia victoriana como para encuentros sociales al son de los valses a la noche) y tres restaurantes, con una capacidad total para 1.150 comensales.

El Hotel Cecil tenía 800 habitaciones, mientras que el legendario Savoy ‘solo’ cuenta con 268 dormitorios

También había un salón de belleza y terrazas para disfrutar del aire libre cuando el clima de Londres daba una tregua.

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Postal del imponente edificio del Hotel Cecil.

Las tarifas en 1907 eran de cinco chelines por una habitación individual hasta 25 por una suite, lo que actualmente equivaldría a 670 euros.

Ambientes con diferente espíritu

Según informa The Telegraph, una descripción precisa de la calidad de los servicios era la obra de Nathaniel Newnham-Davis La guía gourmet de Londres, de 1914.

Su patio central era conocido como La Playa, y era favorita entre los huéspedes de EEUU que prefería su luminosidad antes que los salones más opulentos y sombríos del interior.

Newnham-Davis lo describe como el sitio “más estadounidense de Londres”, con un paisaje de sillas de caña, montones de maletas, un puesto de periódicos “y en el verano las chicas guapas toman el sol y los camareros se apresuran a ofrecerles bebidas frías”.

La elegancia de los salones

Este ambiente contrastaba con el solemne comedor principal, revestido con paneles de madera de nogal y terciopelo carmesí oscuro. Por suerte en 1914 una profunda renovación cambió su estética y se transformó en un luminoso espacio de tonos blanco, dorado y rosado.

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Vista de una de las suites. Foto: English Heritage.

Una gran mesa central, erguida sobre la alfombra de color rosa oscuro, presentaba una selecta distribución de frutas y dulces, bajo ostentosas lámparas eléctricas. A un lado, las ventanas ofrecían vistas de los Jardines Victoria Embankment.

Menú de primera clase

La comida y la cena consistía en el despliegue de once platos, como ser aperitivos de ostras, consomé Princesa, crema parisina, filetes sole careme (de lenguado), cuartos de cordero al Arlequín, manzanas de Macaire, ensalada espárragos en salsa holandesa, crema andaluza y golosinas, por ejemplo.

“La delicada salsa del filet, la pulcritud de la guarnición de las verduras con el cuarto de cordero, la robustez de la codorniz y su contraste con el sabor de la piña, me aseguraron que la cocina está en manos de chefs primera clase”, describe con un entusiasmo moderado Newnham-Davis.

Vegetariano antes que nadie

La familia Cecil había confiado en “el señor Bertini” como administrador del hotel, con el chef Coste en los fogones y “Sunny Jim” Califano como maître principal.

Las cenas consistían de once platos entre ensaladas, carnes, pescados y elaborados postres

Durante una temporada estuvo un cocinero especializado en el uso del curry, llamado Smiler, fichado desde un restaurante de Nueva York y que llegó a Londres confundido con un príncipe indio por sus compañeros de primera clase.

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Barroquismo al estilo art decó en los salones Foto: English Heritage.

Hacia el final de sus días el Hotel Cecil era también famoso por sus menús vegetarianos, un siglo antes de que esta elección conquiste a la gastronomía y la política.

Ascenso y caída

Hacia 1914 una banda romaní tocaba canciones populares y tradicionales para los huéspedes, mientras que un conjunto de variedades entretenía a clientes y residentes con sus espectáculos. Para 1920 se convirtió en una de las mecas el jazz de Londres.

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La crisis económica de 1929 se cebó con la salud financiera del lujoso hotel y un año más tarde fue comprado por la corporación Shell-Mex, que en solo 16 semanas demolió gran parte de su elegante estructura. Solo se salvó su fachada y el arco de entrada con sus arcos art-decó de color rosa.

Tampoco pudo resistir la competencia de otro peso pesado en el lujo londinense, el Regent Palace Hotel, a tiro de piedra de Picadilly Circus, que en su manzana triangular de media hectárea ofrecía 1.028 habitaciones, pero a un precio más accesible que el Cecil.

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