Dos huéspedes de Airbnb en Cantabria sobreviven de milagro a morir intoxicados

El suceso abre el debate sobre la falta de medidas de seguridad de los alojamientos turísticos irregulares. El portal de alojamiento bloquea y suspende al propietario de la vivienda y se escuda en que sólo puede hacer recomendaciones

Ivet y Javi han vuelto a nacer. Al menos, así lo asegura esta pareja catalana en un mensaje de Facebook que han dejado en el portal de alojamiento Airbnb. Utilizaron el servicio para pasar la Semana Santa en una casa en Cantabria y, debido a una intoxicación por monóxido de carbono, las vacaciones casi acaban en tragedia. En su escrito, piden a la compañía que empiece a aplicar algún tipo de control sobre sus anfitriones. 

Ivet, en conversación con 02B, explica: «Era una casa aislada en una montaña. Estaba cerca de Cabezón de la Sal y habíamos pagado 290 euros por cinco días. La vivienda no estaba preparada para acoger turistas: las placas solares estaban en mal estado. Como alternativa, había un generador. Lo utilizamos tres horas para preparar la cena y nos fuimos a dormir. Por suerte, durante la noche, desperté a mi pareja por unos ruidos que hacía inconsciente al ahogarme y eso fue lo que nos salvó». Javi, al ver que su pareja no se levantaba, se iluminó y pensó que sufrían una intoxicación por gas. Como pudo, logró abrir un ventana. Los dos veinteañeros consiguieron avisar a una ambulancia y fueron ingresados de inmediato.

Airbnb confirma el accidente y asegura que ha obrado en consecuencia. No obstante, el susto pone en tela de juicio el alquiler de viviendas por días para uso turístico. El sector hotelero –competencia del portal web– así como los propietarios de apartamentos turísticos señalan que este método es peligroso ya que no se obliga a cumplir las medidas de seguridad del sector.

«Siempre pedimos a los anfitriones que cumplan con las regulaciones locales y les instamos a que sus alojamientos sean lugares seguros para los huéspedes», asegura un portavoz de la compañía. Entre otras recomendaciones, se pide la instalación de una alarma de incendios, un detector de monóxido de carbono o asegurarse de que el alojamiento tiene un buen sistema de ventilación.

¿Qué han hecho con el propietario del piso? «Si los clientes nos alertan sobre un problema de riesgo o la seguridad en un establecimiento, investigamos inmediatamente». En este caso, han suspendido el usuario y el alojamiento de su catálogo. Además, en palabras de la propia Ivet, la compañía se «ha preocupado por nostros».

Poco más se le puede exigir a Airbnb. La abogada Marta Legarreta, vocal de la sección de derecho civil del Col·legi d’Advocats de Barcelona, señala que los huéspedes de Airbnb tienen pocas posibilidades de denunciar a la compañía porque ésta es una simple intermediaria. «Los usuarios tienen el contrato con el propietario del piso. Airbnb no cobra directamente de ellos, sino de la persona que introduce su casa en el catálogo digital», explica.

Si se quisiera denunciar, sólo tendría sentido hacerlo contra el propietario. Legarreta señala que, las administraciones públicas podrían cambiar la legislación. «Es una forma de economía sumergida a la que hasta ahora no se le daba importancia. Supongo que ya iba bien como una forma para paliar la crisis», valora. 

Airbnb indica: «Más de 30 millones de personas en todo el mundo han utilizado esta plataforma y han tenido experiencias seguras y satisfactorias. Es sumamente inusual que los huéspedes y anfitriones tengan problemas pero, cuando surgen trabajamos con celeridad para solucionarlos». Ivet, pese a la terrible experiencia, aún defiende a la firma: «Hacen un buen servicio, pero necesitan más controles». ¿Aprenderá la lección Airbnb?

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