Barceló, según Simón Pedro Barceló

El empresario abre el libro de historia en una conferencia y repasa cómo su familia levantó el imperio que él copreside

Simón Pedro Barceló es uno de los empresarios más influyentes del sector turístico aunque su discreción –algunos hablan de opacidad– le ha permitido operar fuera de los focos. Su poder no sólo reside en la empresa familiar que codirige con su primo Simón. En los últimos años, ha acumulado varios cargos que le sitúan como un tótem del sector: vocal de Turespaña; consejero de Aena; presidente de la asociación hotelera de Baleares y tesorero de la Cámara Oficial de Comercio, Industria, Navegación y Servicios de España, entre otros.

Los orígenes del imperio Barceló se alejan de toda esta pompa. El propio Simón Pedro lo recordó en una conferencia esta semana en el Círculo de Economía de Barcelona. El empresario hizo gala de un discurso muy directo y en apariencia de gran sinceridad que encandiló a empresarios como Leopoldo Rodés, Amancio López, o Artur Carulla.

Todo se remonta tres generaciones atrás. Simón Barceló, abuelo del actual copresidente, pidió a su suegro dinero para iniciar un negocio. «Para sorpresa de su familia en una Mallorca rural y de emigrantes se compró un pequeño autocar», relató. Su idea era empezar una empresa de transportes y personas entre Felanitx, la localidad de origen de la saga, y Palma de Mallorca. En el 36, el negocio había ampliado su flota a tres vehículos pero la Guerra Civil truncó su evolución. Los autocares fueron incautados y, al término del conflicto, sólo le quedó uno.

Barceló

«A principios de los 40, Mallorca era un sitio difícil. Así que mi padre y mi tío empezaron muy jóvenes, con 11 años, a trabajar con mi abuelo», relató. Diez años después, otros vientos corrían en España. Con el desarrollismo aún por empezar, los primeros turistas se dejaron caer por las Baleares. «Más como jóvenes que como empresarios, mi padre y su hermano decidieron que eso de llevar de un lado a otro a turistas era muy divertido. Sobre todo, si les tocaba llevarlos a las zonas de copas», dijo entre risas.

Con el boom del turismo en los finales de los 50, Gabriel Barceló, padre de Simón, pasó a ser el representante de la agencia de viajes Ultramar Express, una empresa de Barcelona, en Baleares. Tras ganar algo de experiencia, fundó Viajes Barceló en 1960 y las cosas empezaron a rodar por sí solas: «Quien controlaba la capacidad de alojamiento, las camas hoteleras, era quien iba a controlar el negocio. Lo que en principio fue un movimiento para asegurar tráfico para la agencia de viajes y para la empresa de transportes, se convirtió en la principal rama del negocio».

Con todas las divisiones ya en marcha, se saltó al resto de España en los 70. Lanzaron el concepto de hotel-pueblo, el modelo resort, frente a las construcciones verticales que poblaban la costa española. Primero, Baleares; luego, península y, finalmente, las Canarias. En el 85, tras varios viajes a la Republica Dominicana, Gabriel y su hermano Sebastián abrieron su primer hotel internacional en playa Bávaro. «A partir de ahí todo es crecimiento», resumió en la conferencia Simón Pedro. En el 93, su padre renunció al cargo y lo cedió a su hermano hasta el 2000, cuando se inició la transición hasta la tercera generación.

«Tenemos un sistema algo atípico con dos copresidentes. En el derecho español eso no existe. Lo que hay es una presidencia rotatoria. A pesar de lo mal que funcionamos, me invitan a charlar sobre esto», dijo con ironía. El hotelero explicó que su modelo es único. No porque hagan algo especial, sino porque han encontrado el equilibrio perfecto. «Cada empresa familiar es un mundo. No hay una fórmula mágica», explicó.

Barceló

Su estrategia por ahora les funciona. Barceló es la tercera hotelera por facturación por detrás de Meliá y NH. En cuanto a las agencias de viaje, la firma ocupa también una tercera posición por cuota de mercado tras Viajes El Corte Inglés y Globalia. En 2013, la compañía dio un paso al frente al adquirir la aerolínea del grupo Orizonia, en quiebra, para lanzar un grupo turístico vertical.

El futuro de la compañía se mantendrá en la familia Barceló. «No nos planteamos salir a bolsa», dijo rotundamente. Cuando Sol Meliá debutó en los parqués en 1995, la firma se lo planteó. «Los bancos nos venían a buscar. Estábamos condenados a escucharlos», recordó. La conclusión fue que estaban preparados para gestionar el grupo familiar. Actualmente, la propiedad de la holding se reparte entre 11 miembros familiares.

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